Ya desde antes del estreno de Napoleón, la nueva película de Ridley Scott, han sido muchos los que ha buscado el fallo en ella. El director, uno de los más importantes de todos los tiempos, acostumbra a lidiar con las críticas más feroces. Y su adaptación de la vida de Bonaparte no ha sido excepción. Ciertos sectores la han criticado sin siquiera interesarse por verla primero. Que si el protagonista habla en inglés, que si se ofrece una versión muy parcial de los hechos, que si se inventa momentos a nivel histórico.
A sus 85 años, Scott no ha tenido ningún problema en responder a estas voces discordantes. Lo ha hecho como él sabe, sin pelos en la lengua y con potentes y violentos titulares. Pero, más allá de las opiniones de unos pocos que tenían ganas de dilapidar su Napoleón, hay algo en lo que muchos críticos sí se han puesto de acuerdo. La película dura más de 2 horas y media. Pero se hace corta en exceso y buena parte del drama que se pretende narrar está contado desde un punto de vista muy superficial, irregular y abrupto.
En cualquier proyecto cinematográfico siempre sobra mucho material. El director y su equipo ruedan una serie de escenas y luego no todas pasan el corte en la sala de edición. No es nada extraño y el resultado final no suele verse alterado. Otras veces, esas películas no gustan y los cineastas aprovechan para estrenar, si les dan permiso, sus famosos montajes del director o "director's cut". Para Napoleón, Ridley Scott aseguró hace unos meses que ya estaba trabajando paralelamente en dicha versión de la película. No se sabe si se estrenará o no, pero por aquel entonces afirmó que duraba entre 4 y 5 horas. Es decir, prácticamente el doble de lo que ha llegado a los cines.
Puede que desde Apple TV le hayan dado un toque de atención. O puede que él mismo haya desistido. Pero en una entrevista concedida en exclusiva a Hipertextual hace apenas unos días aseguró que la Napoleón que se ha estrenado es ya su montaje del director: "Todo lo que se estrena está muy medido". Por tanto, no existiría la otra versión. Aunque eso está por ver, sobre todo tras las críticas a la edición de la película. Porque es más que evidente que la tijera que ha metido el estudio afecta mucho al filme y su ritmo.
¿Por qué se nota la tijera en Napoleón?
Apple ha recortado una parte enorme de la película que Scott concibió. La idea original, según informaba Empire, se centra más en la vida de Josefina, la mujer de Napoleón. Concretamente, el director le daba mayor peso a los momentos anteriores a conocer a Bonaparte y casarse con él. En la cinta, el romance entre ambos es una parte fundamental de la trama. Pero apenas se recoge nada sobre su pasado. De haberlo incluido en la versión final, el personaje de Vanessa Kirby sería aún más impactante y profundo para los espectadores a nivel emocional.
Porque es ella quien sostiene todo el peso sentimental de la película. Es la contrapartida al frío Napoleón, que solo se muestra vulnerable cuando está con ella a solas. Por desgracia, todas esas escenas quedarán perdidas salvo que la compañía decida dar luz verde al estreno del montaje de Scott. Pero es que, además, no son las únicas secuencias que se echan en falta al ver la película. Los momentos de batallas en son absolutamente magistrales, no cabe duda. Scott es quizá el mejor director de Hollywood a este respecto. Pero es lejos de la contienda donde la cinta pierde puntos, otra vez, por su montaje apresurado.
Ya desde la primera escena se muestra a Napoleón por París, rodeado de personas o momentos claves en la historia de Francia. Estuviera o no realmente en todos ellos, lo que está claro es que el hilo conductor de la película es muy difuso. En un momento estamos en la decapitación de María Antonieta. En el siguiente en una carga a los realistas. Luego en una sede oficial dictaminando el futuro de la nación. De pronto en una batalla y luego en la cama con Josefina. Y sin saber muy bien ni cómo ni por qué, Bonaparte es el hombre más poderoso del país. La película acierta al contar el qué, pues es de lo más interesante. Pero se deja por el camino el cómo o el porqué.
Cualquiera que haya acudido a la escuela conoce, aunque sea muy a grandes rasgos, quién fue Napoleón. Y por eso no es algo tan grave como si fuese un personaje anónimo o inventado. Sabemos que fue un conquistador, que llegó hasta Rusia, que perdió contra los ingleses en Waterloo. Todo eso está en el filme de Scott. Lo que no están son las razones que mueven al pequeño gran Emperador. Lo más cercano es una escena en la que dice que él entra en batalla solo para buscar la paz. Pero es que el ir saltando de una escena a otra totalmente diferente, y hacerlo con un ritmo tan irregular, puede llegar a aburrir a los menos aficionados a la historia. No hay conexión emocional alguna con él.
Y, de nuevo, el problema está en la falta de tiempo. Napoleón quiere enseñar tantas cosas, tantos momentos, que en 2 horas y media no le da tiempo a tomarse las pausas que debería. Por eso es tan necesario el montaje del director. Lo que se ha visto en cines podría acabar siendo un boceto del enorme proyecto que Scott vislumbró. El recortar tanto la película es un error entendible y, seguramente, necesario a nivel empresarial. Porque poca gente se acercaría al cine a ver algo que dura 5 horas. Pero será en ese montaje alternativo donde, probablemente, el filme brille más.