En 2016, un equipo de científicos del Instituto de Tecnología de Nueva Jersey detectó una extraña señal procedente del Sol. Ahora, siete años después, han publicado en Nature Astronomy el estudio en el que por fin explican el origen de dicha señal: una aurora.

Esto, visto así, resulta sorprendente, ya que las auroras son fenómenos que tienen lugar tanto en la Tierra como en otros planetas del Sistema Solar y que son causadas precisamente por el Sol. Por lo tanto, podría decirse que el astro rey se estaba causando una aurora a sí mismo.

Pero, en realidad, es algo más complejo. Solemos relacionar las auroras con las luces que vemos en el cielo de nuestro planeta, especialmente en los polos norte y sur, donde tienen lugar las auroras boreales y australes, respectivamente. Pero las radiaciones emitidas por estos fenómenos no solo están en el espectro de la luz visible. También hay un alto componente de ondas de radio. Y eso justamente es lo que estos científicos han detectado en el Sol. 

¿Qué son las auroras con las que estamos familiarizados?

Las auroras se forman a causa de la emisión de partículas cargadas, procedentes de tormentas y vientos originados en las manchas solares de nuestra estrella. Esto quiere decir que, cuanto más alta es la actividad solar, mayores auroras se producen.

En el caso de la Tierra, estas partículas chocan primero con el campo magnético, que evita que lleguen hasta la atmósfera, desviándolas hacia sus extremos. Estos extremos son los que se encuentran sobre los polos, donde el campo magnético es mucho más débil. En este punto, las partículas se aceleran, amplificándose la energía que posteriormente excita los átomos presentes en la atmósfera. Esta excitación es la que causa la emisión de radiación, generalmente en forma de luz visible, cuyas tonalidades dependen de la composición de la atmósfera.

Pero también hay emisiones en forma de radio. Estas no se ven, pero sí se miden y se caracterizan, sobre todo, porque se trata de ráfagas de larga duración, que se mantienen activas durante mucho tiempo. 

Cabe destacar que las auroras visibles tienen lugar también en otros planetas del sistema solar. Incluso se han detectado en los satélites galileanos de Júpiter. Sin embargo, hasta ahora, nunca se habían medido en el mismísimo Sol.

aurora boreal
Las auroras no están compuestas solo por luz visible, aunque sea lo que más nos llama la atención. Crédito: Unsplash

Ráfagas misteriosas sobre el Sol

En 2016, los autores de este nuevo estudio utilizaron el Karl Jansky Very Large Array (VLA) para medir la actividad solar con una resolución mucho mayor que nunca.

Esto permitió detectar algo que no se había encontrado antes. Una fuente de radio en la atmósfera solar, por encima de un grupo de manchas solares, que transmitía a frecuencias de hasta 1,7 GHz durante las 4,5 horas completas de su observación.

Generalmente, las ráfagas de este tipo que se habían localizado en esa frecuencia eran muy cortas, de unos minutos o, como mucho, una hora. Era algo diferente.

Por eso, los científicos se pusieron manos a la obra, en busca de un posible origen. Y, para dar con él, solo tuvieron que comparar las ráfagas con los patrones de radio procedentes de las auroras boreales y australes.

No es casualidad que se detectara justo sobre manchas solares o, lo que es lo mismo, sobre regiones de la superficie del Sol más frías y con un campo magnético mucho más intenso que en el resto de la estrella. Lo ha explicado en un comunicado el autor principal de la investigación, Sijie Yu. 

“Las áreas más frías e intensamente magnéticas de las manchas solares proporcionan un entorno favorable para que se produzca la emisión de ECM, dibujando paralelismos con las tapas polares magnéticas de los planetas y otras estrellas y potencialmente proporcionando un análogo solar local para estudiar estos fenómenos”.

Sijie Yu, astrónomo y autor principal del estudio.

Con ECM hace referencia a la emisión electromagnética generada por los electrones del plasma debido a su giro en torno a las líneas de campo magnético. En definitiva, el propio campo magnético del sol también puede atrapar las partículas causantes de auroras en otros planetas. En este caso no nos regala el espectáculo de luz típico, pero sí un patrón de ráfagas de radio que no se había logrado medir jamás. Cada día vemos más claro lo poco que sabemos sobre nuestra estrella. 

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