No importa el lugar. Da igual si es urbano o si recorre un país entero. Los asientos de los autobuses son horribles. Y no es algo subjetivo. Es que son rematadamente feos. No son todos iguales; pero, en general, los tejidos cuentan con fondos azules, rojos o negros, con estampados o jaspeados en colores que no combinan de ninguna de las maneras. Otras veces se trata de rombos que parecen sacados de las zapatillas de un señor mayor o de patrones geométricos del mismo color, pero muy enrevesados. Hay algunas excepciones, como Rusia, donde los asientos tienen un estampado de edificios algo más bonito, pero igualmente lioso y con colores desagradables a la vista.

Todo esto es así porque, en realidad, lo último que buscan los diseñadores de asientos de autobuses es combinar o ir a la moda. Su objetivo es muy simple, pues solo buscan que no veamos fácilmente la suciedad.

Migas de pan, cercos del sudor, derrames de bebidas, chocolate… Se puede ver de todo en los asientos de los autobuses. Pero, en realidad, gracias a esos colores tan feos, hay que esforzarse mucho para verlo. Esto, lógicamente, pasa solo con las fundas de tela. En algunos lugares, los asientos de los autobuses urbanos son de plástico, pues el recorrido es más corto y no se busca tanto la comodidad.

Nunca veremos un vehículo con asientos de plástico y esos colores sin sentido de la moda, porque no es necesario. La suciedad resbala mucho más fácilmente y no es necesario camuflarla. En los de tela, se puede pasar un aspirador, pero no es algo que se haga entre viaje y viaje, por lo que el único truco con el que cuentan los fabricantes es ese. Y ojo, debe ser un truco muy bueno, pues lleva muchísimos años usándose en todo el mundo.

Lo que no se ve en los asientos de los autobuses

Los colores de los asientos de los autobuses van dirigidos a que no se vea la suciedad. Pero estamos hablando de la suciedad que se ve, por supuesto. Hay que tener en cuenta que en estos tejidos también se pueden encontrar algunas formas de suciedad que no se ven y que son bastante más desagradables.

Por ejemplo, si nos esforzamos, sí podríamos ver las chinches, pero son tan pequeñas que pasan desapercibidas, sobre todo entre esos colores estrambóticos. Como consecuencia, los autobuses se han convertido ya en una de las principales vías de transmisión de la plaga de chinches de París.

Sarcoptes scabiei, el ácaro causante de la sarna, sí que es demasiado pequeño para verse a simple vista. Por eso, en lugares con grandes brotes de este parásito se deben extremar las precauciones al viajar en transporte público.

asientos autobuses
Los asientos de los autobuses rusos son un poco más bonitos, pero igualmente los colores no son muy favorecedores. Crédito: Vitola Klein (Unsplash)

Los que siempre están ahí

Pero estos son casos excepcionales. Lo que sí encontraremos siempre que examinemos los asientos de los autobuses con algo más que nuestros ojos es un montón de microorganismos, como bacterias, virus y hongos. 

La mayoría no son patógenos, pero en ciertos estudios sí que se han detectado casos de microorganismos causantes de enfermedades. Por ejemplo, en lugares como las barras de agarre o los asientos no es difícil encontrar Staphylococcus aureus, unas bacterias que pueden causar infecciones de la piel. En esas mismas superficies se han detectado también virus de muchos tipos, sobre todo el Influenza, causante de la gripe, aunque en los últimos años se ha unido a él el SARS-CoV-2, responsable de la COVID-19. Estos pueden mantenerse activos en las superficies durante 24 horas. Y da igual el estampado de los asientos de los autobuses. No se ven.

Como tampoco se ven las esporas de los hongos, que no solo se posan en las superficies. También pueden permanecer en el aire, causándonos alergias si las inhalamos.

La única manera de evitar todo esto es aspirar los asientos, no  hay estampado horrible que valga. Ahora bien, por lo general, estos microorganismos no deberían enfermarnos si tenemos un sistema inmunitario competente y si se limpian los asientos con regularidad no se acumulan a niveles peligrosos.

Dado que no se pueden limpiar entre viaje y viaje, ahí lo más desagradable que nos podemos encontrar es la suciedad pura y dura. Esa que, si no nos la taparan, posiblemente nos daría mucho asco. Y, como dice el refrán, ojos que no ven, corazón que no siente. Por eso ha triunfado tanto esta forma de decorar los asientos de los autobuses.