G’iah (Emily Clarke) ha sido uno de los misterios más intrigantes en un argumento lleno de ellos. Pero en especial, ahora que sobrevivió al atentado de Gravik (Kingsley Ben-Adir) y demostró que la posibilidad de un Skrull con capacidades superiores es real, es uno mayor. ¿Qué tanto experimento el líder terrorista con su propia raza? ¿Cuál es el punto real de su intento por cambiar la ya complicada genética de los que le acompañan? Son las preguntas iniciales que plantean los primeros capítulos de Invasión Secreta de Disney+ y que hacen su panorama todavía más turbio de lo que era. En especial, el episodio tres, que ya dejaba entrever que las maquinaciones del extremista son más amplias y severas de lo que se podría suponer.
Todo, en medio de confrontación de lealtades de un Nick Fury (Samuel L. Jackson) cada vez más dividido. De nuevo, el argumento retrocede a la vida del personaje con su esposa y la forma, en que la historia es más peligrosa de lo que parece. No es solo romance entre dos solitarios, aislados en medio de un oficio peligroso. También, es una grieta en la férrea capacidad del agente para salvaguardar sus secretos. A través de un guiño a la iniciativa Vengadores, la forma como Varra (Charlayne Woodard) estaba en conocimiento de algunas decisiones trascendentales de su futuro esposo, asombra. La nueva información amplía el contexto de Fury y deja claro, que la Skrull tuvo acceso directo a las decisiones del hombre que reunió a los héroes de la Tierra.
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Lo que plantea una pregunta inmediata. ¿Esa cercanía pudo proporcionar información vital a Gravik? ¿Es parte de su proyecto de mejorar genéticamente a los Skrull proviene de los datos suministrados antes o después por Varra? El capítulo no lo aclara del todo, pero sí avanza hacia la posibilidad, que Fury haya cometido un error de proporciones sin sospecharlo. ¿Podría ser las inocentes conversaciones que sostuvo con Varra el arma que ella misma utilizaría en su contra a futuro?
Más de un rostro escondido entre las traiciones
James Rhodes (Don Cheadle) siempre brindó un tipo de lealtad sin fisuras que se convirtió en el gran elemento más reconocible de su personalidad. Por lo que su imprevisible conexión con Varra, no solo pone en entredicho su identidad, sino también, su lugar en la historia. Tanto en el pasado en relación con Vengadores, a como futuro en la batalla que se avecina. También, plantea una interrogante siniestra. De ser uno de los blancos de la suplantación progresiva insinuada por Gravik, ¿cuándo sucedió? ¿Cuáles acontecimientos bajo su influencia están ahora en la enorme base de datos alienígena?
En una conversación en que deja claro su nivel de influencia, el antiguo amigo cercano de Tony Stark, demuestra que la componenda Skrull no es ajena. Mucho más complicado, que es el vínculo entre Gravik y datos delicados acerca de todos los que rodean a Fury, como agente retirado. Incluso, la misma existencia de cualquier decisión del otrora espía más peligroso del mundo.
Pero lo más inquietante, es la crueldad implícita de Rhodes en Invasión Secreta. El hecho que sabe cómo presionar y mover las piezas de un tablero de decisiones vitales para entender los engranajes de un plan a la sombra. ¿Es el hombre de confianza del gobierno norteamericano la primera baja sensible del extenso plan de suplantación Skrull? La serie utiliza en esta ocasión, con mucha más inteligencia que antes, la ambigüedad de sus personajes centrales.
Varra, convertida aparentemente en espía y después, en víctima de amenazas sutiles, debe comprender que el peso de la muerte está sobre sus hombros. Ya sea la suya o la de Nick Fury, que comprueba a la vez, que la mujer que amó, no se encuentra al margen — ni nunca lo estuvo — de una guerra de intereses violentos a punto de estallar.
'Invasión Secreta': padre e hija en medio de una encrucijada
Recuperada de su herida y convertida en símbolo de lo que Gravik puede hacer en su experimento genético, G’iah vuelve junto a su padre. Pero no se trata de una cercanía amable o una reconciliación. Para el personaje, el futuro es importante y también, la posibilidad de lo que puede ocurrir en beneficio de la gente que le rodea. Una perspectiva esencial acerca de cómo los que apoyan al terrorista, asume sus cuestionables actuaciones. Incluso recuperándose de un atentado casi mortal, la Skrull reconoce el motivo de la causa del hombre más peligroso de su pueblo. Pero Talos (Ben Mendelsohn) insiste en la negociación, en creer en una oportunidad diplomática o en la bondad humana.
Un punto que Nick Fury acaba de descubrir, ya no es viable en su vida o incluso, sus planes inmediatos. Luego de escuchar la conversación entre Varra y Rhodes, hay una grieta que debe saldarse. No solo en su vida privada, sino en lo relacionado con el hombre que una vez consideró aliado. Pero el agente aguarda, trata de no presionar y entender a cabalidad la posible traición que sufrió y mucho peor, la que está a punto de padecer del hombre en que confió.
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Tal vez, por eso, la última escena del capítulo sea tan dolorosa. Gravik triunfa de nuevo en otros de sus éxitos en una zona gris. Quizás, no logra la estrategia que había pensado, pero sí, empujar a Nick Fury a lugares tenebrosos. En especial, con otra baja en su equipo y la convicción, que en adelante, el enfrentamiento únicamente traerá muerte. Incluso, entre los que le rodean y en alguna vez fueron parte de todos sus planes. Talos y Varra entre ellos. Una caída en desgracia de la que, quizás, el que fuera el espía más poderoso del mundo, no pueda recuperarse.