En el tercer episodio de Invasión Secreta de Disney+, las cartas están sobre la mesa. Gravik (Kingsley Ben-Adir) lo ha dejado claro: la raza humana sufrirá un ataque doble. Por un lado, la guerra alentada por las provocaciones terroristas Skrull, se extenderá a lo largo y ancho del mundo con una rapidez temible. Lo que provocará, de forma inevitable, un conflicto a gran escala que empujará a los gobiernos a batallar como enemigos. La seguridad interna entre países está comprometida. Al menos, esa es la percepción inmediata y la forma en que el tablero estratégico del líder terrorista está construido.
Al otro, la percepción sobre la realidad, acaba de cambiar en el contexto de la serie. La acometida alienígena obligará — o esa es la intención — a que los héroes de la Tierra deban intervenir.
Pero no lucharán frente a los desvalidos refugiados que alguna vez acogió Nick Fury (Samuel L. Jackson), sino contra Skrulls alterados genéticamente. Un punto de poder, que hasta ahora permaneció oculto y que Gravik se aseguró de mostrar al Consejo secreto de su raza. Todo para plantear un plan metódico. La conflagración final está en puertas y los seres humanos no lo sospechan.
El que es, hasta ahora, el capítulo más parecido al cómic de Michael Bendis que la producción adapta, brinda a la serie, un nuevo giro escalofriante. Nadie está seguro de la identidad del otro.
La duplicidad es un arma directa. Si en las anteriores entregas, la sensación se diluía por la insistencia del guion de mostrar los bandos en disputa, el argumento ahora se concentra en el misterio. En especial, a medida que hace más duro, elaborado y siniestro, la posibilidad que cada jerarquía de poder, atraviese la suplantación. No solo se trata del secuestro y desaparición de personalidades. A la vez, de la forma como la figura que ocupa su lugar, ejerce una inimaginable manipulación.
Invasión Secreta: una trágica historia de amor
El nuevo episodio también ofrece respuestas acerca del sorprendente giro que cerró el anterior. Nick Fury tiene una vida secreta que, además, compromete sus lealtades. El argumento retrocede de nuevo hasta 1998, para mostrar algunos indicios de lo ocurrido con Varra ((Charlayne Woodard), su ahora esposa. Parte del equipo de Skrulls que juró lealtad al agente, la trama les muestra en una sencilla conversación.
Dos puntos se revelan de inmediato: la oficina que manejaba los asuntos alienígenas quedó disuelta por alguna circunstancia desconocida. Al mismo tiempo, esa nueva libertad, brindó al otrora mejor espía del mundo, la oportunidad de compartir un vínculo sentimental con una alienígena.
La pregunta acerca de si Nick Fury conocía la raza — y las implicaciones — de su relación con Varra se responden. Mucho más, cuando la narración adelanta décadas en el futuro, para volver al punto con que cerró la semana anterior. La pareja sabe el peligro que corre, la situación que envuelve su vida en común. Pero además, la tensa conversación que ambos sostienen, revela un cambio inquietante. Varra admite que el comportamiento de Fury — en especial, después del blip — destruyó el vínculo que les unía.
Por lo que mujer que amaba o en cualquier caso, fue su compañera por décadas, es de nuevo la que fue antes de conocerle. ¿En otras palabras, una Skrull, con lealtades comprometidas? El capítulo no lo aclara, sino que deja abierta la puerta para asumir que la conspiración llegó al escenario más privado de la vida de Fury.
Lealtades divididas
Gravik no es ajeno a que su atentado en Londres estuvo a punto de fallar u que solo triunfó, gracias a su capacidad para actuar sin revelar por completo sus planes. Lo que pone a G’iah (Emilia Clarke) en una posición complicada. Al menos, es lo que deja entrever el extremista, en una tensa conversación en la que quedan claras sus sospechas en este capítulo de Invasión Secreta. De nuevo, el guion apuesta a la duplicidad ¿Es la hija de Talos (Ben Mendelsohn) parte de lo que sucede o comienza a dar un paso atrás?
Cuál sea el caso, gracias a su intervención, la primera reunión entre su padre y el líder terrorista se cristaliza. No obstante, es evidente que para Gravik, la idea de ceder en su intención de atacar es impensable. Además, que implica una traición. Por lo que insiste en la idea central que construye. Habrá derramamiento de sangre. Será de cualquiera de los bandos en disputa y ocurrirá, a no tardar. Mucho más, cuando su poder aumenta con rapidez.
Un elemento que para Nick Fury se convierte en un mapa que reconfigura el poder. ¿Qué pasaría si los Skrull perdieran su anonimato? Gravik se enfurece por la mera idea que Talos admita que podría provocar la posibilidad. ¿Qué piensa el agente de un paso semejante? Por ahora, cada uno de los personajes, parece moverse en sus parcelas de poder. En medio de matices de grises en sus lealtades y también, su necesidad de imponer su visión sobre lo que debería acontecer.
Una catástrofe a punto de ocurrir
La idea de Gravik de atacar una delegación de la ONU y provocar una Tercera Guerra Mundial, es cada vez más evidente. No importa la incredulidad de Sonya (Olivia Colman) o el hecho, que las pruebas son cada vez más cercanas. Lo cierto es que el plan del terrorista avanza a buen pie. Lo más inquietante, es que no hay armas para detenerlo. Incluso, tampoco oposición a su estrategia.
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Para su tercer episodio, Invasion Secreta detalla la forma en que analiza el miedo y la duplicidad moral y ética de sus personajes. Gradualmente, el escenario misterioso de un ataque a la sombra se hace más evidente. Sin embargo, lo que resulta más aterrador, es la forma en que se manifiesta y se hace implacable. Quizás, Gravik haya perdido una batalla, pero no cesará de avanzar hacia un punto determinado. Mucho más, ahora que descubrió la grieta en sus filas. Además, de saber que cuenta con el más poderoso — e imprevisible — aliado.