La tercera temporada de la serie The Witcher de Netflix, marca un hito en el argumento. No se trata solo de la despedida a Henry Cavill como intérprete de Geralt de Rivia, lo que cambia por completo de punto de vista acerca del personaje. También, en cómo hasta ahora, la producción enfocó el universo literario del que proviene y su forma de comprender el bien y el mal. Su ambiguo final deja claro que en las próximas entregas, el Continente enfrentará una amenaza que deberá unir a los personajes en un destino común: la supervivencia. Algo que siempre ha acompañado a las series y películas de fantasía.
Por supuesto, la atmósfera de desastre inminente provocado por un porvenir predeterminado, va más allá de la emblemática producción de Netflix. El género de fantasía épica es uno de los más populares del cine y de hecho, es una parte importante de la historia cinematográfica a partir de sus comienzos. Desde grandes narraciones acerca de personajes históricos de renombre hasta la exploración de mundos ficticios de meticuloso detalle. El vuelo de la imaginación en el séptimo arte ha logrado llegar a lugares asombrosos que deslumbran por sus posibilidades y profundidad.
Te dejamos cinco películas de fantasía épica contemporánea para celebrar el final de la tercera temporada de The Witcher. Una célebre comunidad en medio de una aventura extraordinaria, un guerrero clásico e incluso, una batalla histórica que se hizo mito. Los escenarios ideales para demostrar que el género de la fantasía épica transformó las grandes historias del séptimo arte.
El Señor de los Anillos
La trilogía de películas de fantasía dirigida por Peter Jackson y basada en la obra literaria del mismo nombre de J.R.R. Tolkien, no es solamente un clásico. A la vez, es una referencia obligada del género y la aproximación más sólida a un universo literario. El recorrido por la imaginaria Tierra Media, es uno de los esfuerzos más elegantes y poderosos, para mostrar el sentido alegórico del texto origen. Además, es un proyecto cinematográfico de envergadura que marcó un antes y después en la industria de Hollywood.
Conformada por La Comunidad del Anillo (2001), Las Dos Torres (2002) y El Retorno del Rey (2003), la serie de cintas relata la misma historia que los libros homónimos. El hobbit Frodo Bolson (Elijah Wood) acometerá el desafío de portar el Anillo Único de Sauron y procurar su destrucción en los fuegos de Mordor. Pero, antes, deberá sortear todo tipo de peligros y un durísimo desafío espiritual y emocional, junto a un grupo de compañeros. El mago Gandalf (Ian McKellen), el montaraz Aragorn (Viggo Mortensen), el elfo Legolas (Orlando Bloom), el hombre Boromir (Sean Bean) y el enano Gimli (John Rhys-Davies) intentarán ayudarle. Pero únicamente la pequeña criatura tendrá la entereza y el valor para completar la jornada.
Rodeada en Nueva Zelanda y con un nivel de detalle asombroso, la saga se ha convertido en una forma de comprender la fantasía desde un tono adulto. Llena de todo tipo de conflictos morales y éticos, es también una poderosa alegoría antibelicista y un homenaje a los fanáticos del mundo literario. Lo que la convierte quizás en el mejor ejemplo, de lo que el arte de la pantalla grande y una inspiradora narración, pueden lograr.
Conan, el Bárbaro
En 1982 y cuando Arnold Schwarzenegger era un actor prácticamente desconocido, el director John Milius decidió darle la oportunidad de un papel principal de una de las mejores películas de fantasía. Se trató de un experimento curioso, que llamó la atención del mundo del cine y que se consideró un riesgo. Pero al final, Conan el Bárbaro, basada en la obra del escritor Robert E. Howard, se convirtió en un atípico éxito. En especial, reinvención de la acción, la fantasía épica y la aventura en un escenario brutal y violento.
El argumento, al igual que los relatos originales, cuenta la historia de Conan, un guerrero bárbaro que, con el correr del tiempo, se transforma en una figura temible. Todo, luego de ser secuestrado durante su niñez y convertido en esclavo por el malvado Thulsa Doom. Un hecho traumático que adquiere tintes mitológicos, cuando el personaje decide ir en busca de venganza. La película hace hincapié en el hecho que Conan, necesita resarcir la muerte que le arrebató la niñez y le subyugó durante buena parte de su vida con sangre. Lo que convertirá su periplo en una extraña combinación de horror y salvaje satisfacción.
A diferencia de otros tantos universos fantásticos, el de Conan es oscuro y a menudo cruel. También está poblado por criaturas y figuras de moralidad ambigua y traicionera. A pesar de eso, el personaje titular sigue siendo un hombre íntegro, que enfrenta el salvaje mundo en el que habita con un singular sentido de la bondad. Su mayor atributo.
300
Aunque no se trata de un hecho fantástico, la manera en que la película de Zack Snyder explora la historia, tiene mucho en común con el género. Basada en el cómic del mismo nombre de Frank Miller, el relato de la histórica batalla de las Termópilas, alcanza una estatura mitológica. Mucho más, convierte a cada uno de sus personajes en seres emblemáticos, que representan las virtudes — y defectos — del ejército espartano.
Cuando el invencible imperio persa, liderado por Jerjes (Rodrigo Santoro) intenta conquistar Grecia, despertará la ira de Esparta. La región, conocida por dedicar cada aspecto de su cultura y sociedad al arte de la guerra, responderá de inmediato. Lo hará, al enviar a 300 de sus magníficos soldados. El grupo, junto con su rey, Leónidas (Gerald Butler), se esforzarán por detener la avanzada de las multitudes invasoras. A través de la cámara del director, la batalla se hace en un escenario sangriento de violencia explícita. También, en un paisaje mítico de inmensas proporciones.
Con un final doloroso apegado en lo posible a lo verídico, la película es una curiosa combinación de imaginación con una epopeya histórica. Lo que la transforma en una experiencia peculiar para los amantes del género.
La Princesa Mononoke
El animado japonés de 1997 escrita y dirigida por el legendario cineasta Hayao Miyazaki y producida por Studio Ghibli, es un tributo a la fantasía épica. También, un extraordinario recorrido a través de la fe, la esperanza y la voluntad al sobrevivir incluso en las situaciones más duras y dolorosas. Todo lo anterior, en medio de una lucha entre los humanos y los espíritus del bosque en un Japón feudal imaginario.
La historia sigue a Ashitaka, un joven príncipe de una tribu emishi que es mordido por un dios demonio y se ve obligado a buscar una cura. Su búsqueda lo hace tropezar con un conflicto entre el mundo de los hombres y criaturas míticas. Estos últimos, liderados por la Princesa Mononoke, criada entre entidades supremas y que lucha por proteger su hogar de la destrucción humana. Poco a poco, el escenario se expande, al profundizar en la posibilidad de la convivencia entre adversarios, pero también, la búsqueda de la identidad.
En su conmovedor final, la película encuentra un punto de equilibrio entre la fantasía y el drama ético. Lo que otorga una nueva dimensión, no solo al recorrido espiritual de sus personajes, sino a la forma en que comprenden su lugar en el mundo.
Excalibur
El ciclo artúrico, con frecuencia, se ha convertido en escenario de grandes narraciones de fantasía épica. Una de las más interesantes, es el clásico dirigido por John Boorman y basada parcialmente en la leyenda de la espada mágica Excalibur. El argumento explora, el recorrido del rey Arturo (Nigel Terry) desde su juventud hasta su muerte, como símbolo del poder y la bondad. Lo que incluye su lucha por unificar Gran Bretaña y su relación con la reina Ginebra (Cherie Lungh) y el caballero Lancelot (Nicholas Clay).
El director consigue un enfoque de refinada belleza estética de una leyenda que enaltece virtudes como la lealtad y la búsqueda de un propósito elevado. Aun así, brinda una cuidadosa profundidad emocional a sus personajes, hasta alcanzar que el conocido mito llegue un esplendor épico. Cuando el rey logra recuperar la mítica reliquia que lo convierte en cabeza visible de Inglaterra, la película encontró el tono inolvidable de una joya cinematográfica.