Los primeros cinco capítulos de la tercera temporada de The Witcher, de Netflix, no ocultan un cambio fundamental en la serie. Se trata de una despedida, el final de una época en la mitología de la producción. Por lo tanto, cada palabra y acción, incluso los frecuentes viajes de Geralt de Rivia —interpretado por última vez por Henry Cavill—, tienen un sentido simbólico. El cazador de monstruos que comenzó su trayecto como un aventurero hostil debe ahora afrontar la responsabilidad de Ciri (Freya Allan).
Algo que complica los diversos escenarios —mágicos y humanos— y convierte a la princesa en un punto de tensión dentro de un panorama cada vez más confuso. Como se recordará, la aparición de Voleth Meir, la Madre Inmortal, llevó a una sacudida en las bases del terreno político del Continente. No solo obligó a Francesca de los elfos (Mecia Simson) a tomar una decisión que torció la intención del posible resurgimiento de su raza. También provocó que Fringilla de Nilfgaard (Mimi Ndiwen) y Yennefer de Vengerberg (Anya Chalotra) tomaran decisiones desde la desesperación.
El enigmático destino de Ciri se vuelve más violento que nunca en los nuevos capítulos de The Witcher. Más aún cuando la Llama Blanca de Nilfgaard es en realidad su padre Dunny (Bart Edwards), lo que hace de la joven centro de futuras intrigas. Geralt tiene un único camino: proteger a la princesa incluso a costa de su vida. Luchar contra todo tipo de enemigos —en la tercera temporada hay docenas y están mejor representados que en las anteriores— y comprender una idea compleja. Que cada paso de su vida le ha llevado a la travesía que ahora le convierte en la línea que separa a Ciri de la muerte.
The Witcher
Los primeros capítulos de la tercera temporada de The Witcher, en Netflix, se concentran en cerrar los cabos sueltos de la anterior. Desde el origen del poder de Ciri (Freya Allan) hasta la forma en que ha cambiado el mapa político del Continente. El resultado se enfoca en la relación de Geralt de Rivia (Henry Cavill) con su hija espiritual y su nuevo propósito de protegerla. La serie mejora en su ritmo, con un tono más cercano al libro del que proviene parte de su argumento. Eso le brinda mayor sustancia y orden a la narración. Con un apartado técnico mucho más elaborado, mejora sustancialmente su historia e identidad. The Witcher deja de ser una serie genérica y comienza a tener mayor personalidad.
Un héroe difícil de comprender
Este hecho cambia la forma en la que Geralt se había percibido a sí mismo hasta ahora. Lejos de su propósito central como mercenario y más cercano a una figura paternal, sus decisiones tienen un nuevo propósito. Brindar a la joven la oportunidad de alimentar, cultivar y fortalecer sus incipientes dones y prepararla para buscar un objetivo futuro. Ciri, que hasta ahora entrenó con brujos, necesita una orientación distinta. Ahora comienza un largo trayecto que le permitirá comprender al hombre que la acompaña —todo un enigma para ella— y la extraña historia que los une.
Por lo que parece, The Witcher se dispone a ordenar las piezas para un evento mayor. La interpretación de Henry Cavill nunca fue más vívida y cercana a la introspección. Más allá de los pobres diálogos de las primeras temporadas, la tercera brinda al personaje mayor espacio y le permite crecer. No solo por el despliegue de sus poderes —hay muchas más escenas de acción mejor elaboradas—, sino también de su intuición política. El brujo, presentado como una figura crepuscular a medio camino entre un mercenario y un sabio, muestra ahora su dimensión.
Padre emocional de Ciri y consciente de la persecución de todos los que desean matarla, Geralt debe comprender que su compromiso con la ley de la sorpresa va más allá de la magia antigua. Es también una sentencia del lugar al que le llevan los enigmas de su vida, en la que todo está a punto de cambiar para siempre.
The Witcher vuelve al origen
De hecho, uno de los puntos más singulares de la tercera temporada de The Witcher es el evidente cambio en su forma de narrar la historia. Lo que, en ocasiones, da la sensación de que la serie ignora con sutileza todo lo sucedido anteriormente. No porque carezca de importancia, sino porque debe transitar un camino que la llevará a puntos distintos a las anteriores entregas. La producción había sido muy criticada por su falta de objetivo, por saltar de una aventura a otra sin mucha coherencia. En esta ocasión, retoma la historia central y agrega un elemento que ya está presente en los libros: el sentido de la predestinación y la percepción de lo inevitable.
Un elemento de gran interés en un universo enormemente complicado. El gran conflicto que se narrará en la tercera temporada de The Witcher tiene una relación directa con el destino. Desde la intención de los elfos de recuperar su lugar en el mundo, hasta la reconfiguración del poder en el Continente. Todo atraviesa la concepción de una evolución que se concentra en la posibilidad de sus personajes centrales de encontrar un hogar.
Una serie que muestra su madurez
Esto puede parecer sencillo, hasta que se vincula al concepto de seguridad, fe y amor que el escritor Andrzej Sapkowski incorpora a su mundo. En el Continente, todo se relaciona con los parajes interiores. Con el temor, la esperanza o la ausencia de ambas cosas. Por lo que, en la tercera temporada de The Witcher, la idea de la magia del caos y su relación con las emociones está presente que nunca.
Ya sea con Ciri mostrando su poder o con un Geralt más consciente de que debe enseñar antes que matar. Incluso en la concentrada y pulcra expresión de conocimiento de una Yennefer mucho más madura. The Witcher mejora en el ritmo, en su elaborada concepción sobre el transcurrir del tiempo y en la lucha por un ideal.
Ciri y Geralt deben finalmente enfrentar la disyuntiva de atravesar los territorios en conflicto. Luchar contra enemigos que les acechan en todos los lugares y bajo docenas de formas distintas. Geralt, más imponente, pero a la vez más humano que en cualquier otro momento de la historia, muestra dimensiones de su mundo espiritual. El brujo no es el mismo hombre que perdió a su caballo o que asesinó a uno de sus amigos. El cambio procede de un espacio invisible en su espíritu, relacionado con la joven que ahora es elemento integral de su trayecto hacia el fin.
La última misión de The Witcher
Buena parte de la tercera temporada explora un elemento que la conecta directamente con el libro La sangre de los Elfos. Lo que mejora sustancialmente el sentido del orden y la coherencia narrativa. A la vez, brinda mayor significado a las decisiones de sus personajes, después de dos entregas que tendían a cierto desorden.
Geralt debe poner a Ciri en manos de Yennefer para su entrenamiento. La princesa tiene sangre anciana, lo que la convierte en la encarnación de una profecía destinada a cumplirse. Después del asesinato de Francesca a los niños Redania, el Continente entero arde en la anunciada guerra. La joven podría ser —o no— la respuesta a la búsqueda por parte de diversas facciones de un elemento que los unifique.
Los indicios de una despedida
De inmediato, se desencadenan una serie de acontecimientos. La hechicera de Vengerberg, desolada y vacía, encontrará en Ciri una forma de consolar sus tormentos. Aunque avivará sus dudas acerca del futuro. ¿Dónde debería permanecer la lealtad de Yennefer? ¿Con las hechiceras? ¿Con el centro de poder del Continente? ¿En el amor que siente por Geralt?
En su quinto capítulo, es evidente que la tercera temporada intenta avivar la tensión de cara a los tres episodios restantes. El brujo acaba de recibir una amenaza, también una predicción. ¿Qué le espera una vez que Ciri deje de ser parte de su historia o deba abandonarla?
La serie The Witcher muestra una nueva calidad, lo que hace que el final de su tercera temporada sea esencial para comprender su objetivo. ¿Qué desea revelar este argumento complicado y, ahora sí, encaminado a resolver sus cabos sueltos? La muerte y resurrección de Geralt parecen inminentes, pero no qué podría suceder. Lo que hace que la espera del final de la temporada sea un evento de especial interés dentro del universo de la serie.