Durante trece años, James Cameron trabajó sin descanso en Avatar: el sentido del agua, la secuela de Avatar, uno de sus éxitos más resonantes. Se trató de una decisión que, incluso, afectó a otros proyectos. Su dedicación a crear la tecnología necesaria para sostener una historia que depende de ser visualmente creíble le apartó del cine.
Pero, finalmente, el estreno de Avatar: el sentido del agua demostró que su esfuerzo era justificado. Con un apartado en efectos digitales asombroso y el anuncio de ser el primer paso hacia nuevos relatos y escenarios, la película deslumbró. Mucho más, se convirtió en una de las más taquilleras de la historia y supuso un paso definitivo en el avance tecnológico respecto a las tomas subacuáticas.
Más allá de eso, volvió a dejar claro que para el realizador, la creación en el cine es un tipo de arte definido por la innovación. Todas las películas de James Cameron han dejado su huella en el cine. Ya sea por su uso ingenioso de tradicionales tópicos de la ciencia ficción en beneficio de historias emocionales o por sus avances técnicos.
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De hecho, cada parte de su amplio repertorio cinematográfico es una mirada novedosa a formas de narrar en imágenes. Terror, drama, comedia, suspense. Desde la icónica saga Terminator hasta su inestimable aporte a la franquicia Alien. Ningún género parece alejado del talento del cineasta para convertir cada una de sus historias en un éxito del entretenimiento.
James Cameron y su mirada al futuro del cine
Con Avatar: el sentido del agua se hace más evidente que nunca. La película es un recorrido por los aportes que la tecnología puede brindar al cine. Basada en la premisa de una épica medioambientalista con personajes emocionalmente complejos, es, a la vez, una muestra de los posibles avances en el terreno audiovisual.
En esta ocasión, el director logró que sus protagonistas digitales tuvieran una mayor expresividad. Y lo hizo gracias al sistema de codificación de acción facial, obra de Joe Letteri y el supervisor de efectos visuales Richard Baneham, de Lightstorm Entertainment. El método, utilizado en la primera película, fue reinventado en Avatar: el sentido del agua. Este se hizo más intuitivo y más cercano a la actuación de los actores.
Para el rodaje, se creó un proceso que incluía varias capas de información en la captura del movimiento. Lo que implicaba trabajar en traducir digitalmente el efecto de la cinética en músculos, tejido y piel. Si antes el equipo se esmeró en una apariencia creíble, en Avatar: el sentido del agua los expertos deseaban que el movimiento —incluso el de las microexpresiones— tuviera un aspecto natural.
Gracias a la actuación de los actores, el equipo logró después integrar sus expresiones faciales a un tipo de tecnología más precisa. La tecnología que rodeaba la cabeza de los intérpretes se actualizó con dos cámaras de alta definición, lo que permitió que las caras se captaran con precisión. El resultado dio a los personajes mayor expresividad y gestos más realistas.
Un reto para el director y su equipo
En Avatar: el sentido del agua, la trama se traslada a los arrecifes de Awa’atlu, hogar del clan Metkayina. Allí, Ronal (Kate Winslet) y Tonowari (Cliff Curtis) lideran una tribu con costumbres en esencia acuáticas. Algo que los diferencia de los personajes de la entrega anterior —y de su versión de Pandora—, mostrados desde el punto de vista Omatikaya. Los habitantes de los bosques y los del mar tienen un estilo de vida por completo distinto. Algo que el director y su equipo trataron de mostrar en toda su plenitud.
Al hacerlo, el sistema de captura de movimiento en Avatar: el sentido del agua también tuvo que adaptarse para uso bajo el agua. Lo que, además, abarcó un mayor rendimiento en la velocidad de las tomas al captar detalles como movimientos y salpicaduras.
También se construyeron dos tanques con capacidad de 250 000 galones en los estudios Lightstorm, en Manhattan. Por último, la compañía creó un inédito tipo de experiencia inmersiva con dos pantallas verdes unidas entre sí alrededor de los artefactos. Lo que permitía una desconocida integración de la actuación y los avances tecnológicos.
Los detalles de Avatar: el sentido del agua
Cada elemento de los paisajes de Pandora —fauna, plantas e incluso los surcos del suelo— fue generado digitalmente. Pero, a diferencia de la primera película, James Cameron dedicó mayores esfuerzos a elementos en apariencia poco importantes en Avatar: el sentido del agua. Desde la forma en que el agua reacciona a la luz, hasta manchas húmedas sobre arena. El equipo creativo se esforzó porque el entorno fuera un recorrido por un paisaje desconocido, aunque lleno de belleza y vida.
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El resultado es una extraordinaria perspectiva sobre un mundo ficticio, tan poderoso como cálido. El planeta imaginado por el realizador no es solo un enclave de vida. También es un recorrido por una trama que vincula la naturaleza al hombre a través de una idea trascendental. Algo que su apartado técnico intentó reflejar con una pulcritud que pasó a la historia en el séptimo arte.