Suele decirse que para forjar un nuevo hábito se necesitan 21 días. Sin embargo, según un estudio publicado recientemente en PNAS, generalmente se necesita mucho más. La leyenda procede del cálculo de un cirujano plástico, llamado Maxwell Maltz. En los años 60, este observó que, como mínimo, sus pacientes necesitaban 21 días para adaptarse a sus nuevas caras. Por eso, extrapoló sus observaciones hasta límites insospechados y, sin más investigación, estableció que es lo necesario par formar un nuevo hábito.

A pesar del poco respaldo científico de su observación, esta se hizo muy famosa. Multitud de libros de autoayuda o incluso algunos programas de televisión han girado durante décadas en torno a esta creencia. Para colmo, se cambió la afirmación de Maltz, pues él establecía un mínimo de 21 días, pero comenzó a extenderse que esa era la cifra exacta.

Sin embargo, los psicólogos no suelen estar de acuerdo. Por eso, algunos han llevado a cabo investigaciones de laboratorio que contradecían la hipótesis de los 21 días. En contra de esos estudios se puede decir que no se realizaron en entornos reales y que todo dependía de las observaciones subjetivas de sus participantes. Y eso es lo que hace tan especial al que acaba de publicar un equipo de científicos de Caltech. En él, demuestran en entornos ajenos al laboratorio que, para algunos hábitos, hacen falta mucho más de 3 semanas. De hecho, no hay una cifra mágica, por mucho que queramos que todo se pueda contabilizar.

El mito de los 21 días

Para la realización de su estudio, estos científicos observador el comportamiento de 30.000 asistentes a un gimnasio, que hicieron ejercicio 12 millones de veces durante 4 años, y de 3.000 trabajadores de un hospital, que se lavaron las manos 40 millones de veces en casi 100 turnos. Tanto asistir al gimnasio como lavarse las manos requiere un hábito, aunque lo primero suele suponer más esfuerzo. Esa es la primera señal de que no hay cifras mágicas.

De cualquier modo, para comprobarlo, usaron un algoritmo de inteligencia artificial capaz de encontrar patrones en el comportamiento de los participantes. Los asistentes al gimnasio debían pasar su identificación por el torno de entrada, como viene siendo habitual, mientras que los sanitarios utilizaron una tarjeta identificativa cada vez que se lavaban las manos.

El objetivo del algoritmo era encontrar patrones predecibles en su comportamiento. Y es que forjar un hábito, en realidad, consiste en eso. En desarrollar un patrón que, hasta cierto punto, se puede predecir una vez que pasa un tiempo.

Así, vieron que los asistentes al gimnasio requirieron de media 6 meses para convertirlo en un hábito. En cambio, los sanitarios adquirieron el hábito de lavarse las manos en solo unas semanas.

hábito 21 días
Fran Jacquier (Unsplash)

Rutinas con poca variedad

Iniciar un hábito en relación con el ejercicio suele ser complicado. Por eso, es lógico que se tarde mucho más de 21 días en hacer que ir al gimnasio sea una rutina. Pero lo bueno es que se vuelve tan rutinario que, aunque pueda haber variaciones aisladas, incluso se llega un momento en que se eligen las mismas horas y días de la semana.

Eso es lo que detectó la inteligencia artificial. Además, se vio que la mayoría de participantes solían preferir los lunes y los martes. Y, lógicamente, cada caso es distinto. Se tardó 6 meses de media en alcanzar ese hábito, pero algunas personas tardaron mucho más o menos. De hecho, eso es algo que ya se había demostrado en un estudio anterior, realizado en condiciones de laboratorio, en el que se hizo a los participantes relacionar una señal con el desayuno, hasta convertirlo en un hábito. Tardaron unos dos meses de media, pero hubo personas que invirtieron entre 18 y 254 jornadas.

En definitiva, si estás intentando hacer hábito con algo y a los 21 días ni siquiera has encontrado la motivación, no te frustres. Puede que tardes más. Pero, en algún momento, alcanzarás tu objetivo. Se trata de ser persistente, no de ir tachando días en el calendario. 

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