Las dietas milagro tienen multitud de inconvenientes, aunque quizás los más preocupantes sean principalmente dos. Por un lado, que a menudo conllevan una gran falta de nutrientes, por dejar fuera grupos de alimentos muy importantes. Por otro, que se produce el conocido como efecto yoyó, cuando todos esos kilos que se han perdido con tanto esfuerzo vuelven con unos cuantos nuevos de regalo. Esto puede ser muy frustrante, pero eso no es lo más grave, pues un equipo de científicos de la Universidad de Georgetown acaba de demostrar que, al menos en ratas, ese rebote puede aumentar notablemente el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares o metabólicas.

La investigación en cuestión se presentará en los próximos días en la reunión de Biología Experimental del congreso anual de la Sociedad Americana de Fisiología, que comenzará en Filadelfia el próximo 2 de abril.

Es importante tener en cuenta que el estudio aún no se ha publicado y que solo se ha realizado en ratas. Pero, aun así, sus conclusiones sobre el efecto yoyó dan, como mínimo, motivos de sobra para estudiarlo en mayor profundidad en humanos. Al fin y al cabo, esa subida y bajada constante de peso es algo que viven millones de personas en el mundo. Cuanto mayor sea la profundidad con la que estudiemos sus efectos, mucho mejor.

¿Qué es el efecto yoyó?

El término efecto yoyó fue acuñado por primera vez por el psicólogo clínico experto en salud pública Kelly D. Brownell. Su trabajo se centra en la obesidad y las políticas alimentarias, por lo que ideó este término para hacer referencia a esa pérdida y ganancia periódica de peso que se suele dar como consecuencia del mantenimiento de dietas con una restricción calórica excesiva. Estas generalmente son las dietas milagro. Esas que proponen obtener resultados evidentes en muy poco tiempo, pero que no avisan que esos resultados generalmente suelen ser efímeros.

Son dietas peligrosas, ya que para dejar peso y, sobre todo, para cuidar la salud, lo más importante es practicar ejercicio y tener una buena educación alimentaria. Esto quiere decir que se deben tener conocimientos sobre los nutrientes que necesita nuestro organismo y los alimentos que los contienen o en qué proporción deben tomarse. También es importante conocer los riesgos de los que son menos saludables, pero sin obsesionarse. Simplemente aprendiendo a encontrar un balance nutricional adecuado. Si se logra llegar a este punto lo que se hace es crear un hábito. Y los hábitos, si se cuidan, son para siempre. Los resultados de las dietas milagro no, por eso se da el efecto yoyó.

Es mejor crear un hábito que se pueda mantener en el tiempo, porque las restricciones calóricas excesivas, además de ser peligrosas, se acaban abandonando

Y es que, para empezar, a menudo estas dietas se realizan sin ejercicio que las acompañe. Lo que ocurre es que se pierde mucho peso en forma de grasa, pero también de músculo. Aquí la primera consecuencia peligrosa es que pueden verse perjudicados los huesos y las articulaciones. Pero, además, resulta que son dietas tan restrictivas que es muy difícil mantenerlas en el tiempo. Al perder la adhesión ese peso perdido puede recuperarse, esta vez con un componente emocional adicional que puede llevar a esa persona a comer aún más que antes. Pero incluso si se sigue comiendo una cantidad muy baja de calorías puede darse la recuperación de peso por una llamada de alerta del propio cuerpo.

Aquí ocurren dos cosas. Por un lado, si se detecta que el organismo está pasando hambre, se ralentiza el metabolismo, con el fin de no perder excesiva energía. Por este motivo, la poca grasa que se ingiere tiende a acumularse, llegando a producirse ese aumento de peso que se observa en el efecto yoyó. Esto es frustrante y puede provocar problemas emocionales, ¿pero hasta qué punto es peligroso?

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El estudio que pone en evidencia a las dietas milagro

En realidad, el estudio que se acaba de presentar no es el primero que pone sobre la palestra los perjuicios del efecto yoyó

Durante mucho tiempo se ha sospechado que la ganancia y pérdida periódica de peso podría ser peligrosa. Un estudio publicado en los 90 desmintió que fuese así. En él se describe que “no hay efectos adversos de los ciclos de aumento-descenso de peso en la composición corporal, el metabolismo de reposo, la distribución de grasa corporal, o la futura pérdida de peso exitosa”. También se señala que no hay evidencias científicas de que aumente el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.

El efecto yoyó puede aumentar el riesgo de osteoporosis, problemas hormonales, diabetes y fallo renal y cardíaco

Ante estos resultados, durante un tiempo se dejó de temer al efecto yoyó más allá de sus implicaciones psicológicas. Pero sus problemas eran tan evidentes que no tardaron en salir a la luz. Más tarde se observó que el efecto yoyó derivado de hábitos como las dietas milagro aumenta el riesgo de padecer osteoporosis y determinados problemas hormonales. Estos, a su vez, incrementan el riesgo cardiovascular. Volvía a demostrarse lo que se desmintió en los 90. Y la cosa no se quedó ahí, pues poco a poco se fueron publicando nuevos estudios que evidenciaban la existencia de más posibilidades de tener un fallo cardíaco.

Ahora, este nuevo estudio ha analizado la situación a fondo usando 16 ratas, que se dividieron en dos grupos. En el primero recibieron una dieta normal, mientras que las del segundo tuvieron tres ciclos de alimentación restringida a un 60% menos de las calorías que solían recibir. Tras cada uno de esos ciclos, seguían tres semanas de vuelta a la dieta normal. Lógicamente, esto condujo a un efecto yoyó en el peso de los roedores. Pero, además, disminuyó su función cardíaca y renal después del experimento. 

Por otro lado, las ratas que tuvieron ciclos de restricción calórica mostraron una gran resistencia a la insulina. Esto provoca una respuesta disminuida a la absorción de glucosa y, con ello, un aumento de la probabilidad de desarrollar diabetes. 

En definitiva, según ha explicado en un comunicado la autora principal de la investigación, Aline M. A. de Souza, “a pesar de que los animales parecen estar sanos después de la 'recuperación' de la dieta, su corazón y metabolismo no son saludables”. Por lo tanto, por si no fuese bastante lidiar con lo que el efecto yoyó hace a nuestra mente, esta consecuencia de las dietas milagro también nos puede afectar a otros muchos niveles. Más motivos para forjar una buena educación nutricional y dejar los milagros en Lourdes. Si acaso. 

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