Shuri (Letitia Wright) llegó al live action como la encarnación de los valores de Wakanda, la afrofuturista ciudad ficticia de Marvel. Con una inteligencia privilegiada y un espíritu indómito, encarnaba a un territorio independiente. Pero, a la vez, era una figura radiante. Mientras su hermano (Chadwick Boseman) fue retratado por el director Ryan Coogler como un hombre cargado de responsabilidades, su hermana era vivaz y despreocupada. 

En buena parte de las secuencias de Black Panther del 2018, el dúo brindó una energía curiosamente familiar a una película sobria y basada en la identidad étnica. Juntos, compartían gestos, conversaciones y, en especial, admiración mutua. Se trataba de dos versiones de una cultura antigua pero innovadora gracias a sus avances técnicos. 

Un matiz que quedó claro en la ya icónica batalla de T’Challa para acceder a sus derechos dinásticos. Al mismo tiempo que la mayoría que los ciudadanos de Wakanda observaban con atención y gravedad, Shuri hacía bromas y vitoreaba a su hermano. 

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De modo que, para el estreno de Black Panther: Wakanda Forever, la gran pregunta fue cómo sería la evolución del personaje. El guion de la película, fruto del esfuerzo de Coogler por homenajear al fallecido Chadwick Boseman, también tenía otro objetivo. 

Enfatizar quién ocuparía su lugar, bajo qué condiciones y de qué manera. ¿Se rompería la antigua tradición dinástica, clásica en los cómics, para favorecer a otro personaje ajeno a la familia real? Después de todo, la reina Ramonda (Angela Bassett) era una mujer fuerte, pero madura, con una responsabilidad con el trono.

Shuri, una joven figura real que no ambicionaba el poder

Shuri

La Shuri cinematográfica, por otra parte, parecía no encajar del todo en la versión más reflexiva y compleja de la princesa narrada por las historietas. La encarnación de Wright en la cinta original no estaba preparada para ocupar el sitio de su hermano en la ficción.

Tanto que, en el argumento original, la segunda en sucesión era únicamente la cabeza tecnológica del país. Un genio competente, pero que no tenía demasiados lazos con las intrigas del trono, las tribus o la investidura de Black Panther. “Solo mejoro lo que ya es bueno”, insistió en algunas ocasiones el personaje. En especial, cuando su trabajo como cómplice de las aventuras de T’Challa quedó claro. El personaje era el lugarteniente de un rey que se probaba a sí mismo.

Tal vez por eso, las primeras secuencias de Black Panther: Wakanda Forever comienzan con Shuri en un intento desesperado de curar a T’Challa. La secuencia muestra, de forma implícita, que ni todos los recursos del país más poderoso del mundo pueden detener lo inevitable.

Es esa percepción de la frustración y el miedo lo que rompe la voluntad de Shuri hasta convertirla en una sombra del personaje que fue. En un giro argumental impecable, Ryan Coogler lleva a la princesa a un punto oscuro en su interior. Al extremo opuesto de la mujer joven y feliz que la anterior película mostró, incluso como alivio cómico.

Pero la nueva Shuri debe lidiar con el fallecimiento de su padre y, después, de su hermano. Con un deber histórico que no podía afrontar y, por último, con el sufrimiento de una pérdida mayor. Pocos personajes en el Universo Cinematográfico de Marvel han experimentado un proceso de duelo tan duro. Construido con tanto cuidado y atención a la percepción de un arco de redención sutil y emocional.

El sufrimiento en Marvel: un recorrido hacia figuras más adultas y conmovedoras

Para la franquicia de superhéroes, la humanidad de sus personajes es esencial. Pero, en particular, durante el último lustro dedicó atención a espacios más íntimos de sus grandes figuras épicas. Thor, en Avengers: Endgame mostró la impotencia a través de su cuerpo. El dios del trueno se aisló y aumentó de peso después de un brutal trauma emocional.

Hubo voces críticas por usar el aspecto del personaje para chistes y burlas, pero la imagen mostraba algo más. El sufrimiento del héroe era una tragedia que abarcaba el argumento de la película y su mensaje en la periferia. Esa pérdida total y devastadora en que el chasquido de Thanos sumió al mundo.

Ya para entonces, Marvel había dado algunos pasos de interés en temas semejantes. Tony Stark tuvo ataques de pánico en Iron Man III, en la que expresó la profunda desolación que le hería. Al igual que el silencio angustiado de Steve Rogers al despertar 75 años después de hundirse en el mar. Para la saga, el dolor no es un tópico desconocido y uno de sus grandes triunfos es humanizar a sus personajes con cuidados arcos de crecimiento. 

Pero el recorrido de Shuri implicaba algo más. En el centro de una trama basada en los rigores del luto, no se trataba solo de lograr las fuerzas para continuar. La princesa era de nuevo la encarnación de Wakanda, de la nación rota y bajo el asedio de fuerzas mayores. Shuri, con el rostro encogido de odio, rabia y congoja, mostró a un reino que, de pronto, conocía la desolación de ser vulnerable. De perder todo lo que creía inmutable, sin saber cómo podría recuperarlo.

Shuri y el renacimiento de los hijos de la diosa Bast

Para su último tramo, Coogler brinda a Shuri uno de sus momentos cruciales y, quizás, la secuencia más significativa de Black Panther: Wakanda Forever. Después de lograr replicar los efectos de la Heart-Shaped Herb, la princesa acepta que debe asumir el papel de T’Challa. Lo que incluye ponerse el traje del mítico héroe dinástico. Al beber la poción que la permitirá obtener sus poderes, solo tiene una idea en mente: hacer justicia. Aunque eso incluya la venganza.

Shuri, princesa Black Panther

Para entonces, Shuri atravesó una tercera y dolorosa pérdida que la empujó a una decisión que no quería tomar. Asumir su lugar en la historia de su país implicaba vincularse con sus sentimientos más profundos. Ryan Coogler utiliza entonces el simbolismo para narrar la prueba final que la princesa debe enfrentar.

Acceder al plano astral implica, en la tradición de Wakanda, encontrar regiones desconocidas del corazón del que lo hace. Por eso, el personaje no encuentra a su hermano o a su padre, como se esperaba, sino a su primo Killmonger, símbolo del caos y el miedo. Es la corta conversación entre ellos lo que empuja a Shuri a una encrucijada. ¿Intentará hacer arder el mundo, tal y como su pariente deseaba o, al contrario, honrar la tradición de paz de sus mayores?

La respuesta tardará en llegar. No obstante, de pie junto a su enemigo y rehusándose a convertirse en asesina, Shuri comprende que lo mejor de Wakanda todavía vive en ella. También, que representa a una nueva generación de sus súbditos y a una larga tradición de nobleza basada en el sentido de la justicia. Para entonces, la nueva Black Panther alcanzó la estatura de un héroe. A la vez, pudo reconciliarse con su pasado. 

La vida y la muerte, un ciclo natural que abarca todas las cosas

Para la escena poscréditos de Black Panther: Wakanda Forever, Shuri es capaz de despedir la memoria de T’Challa. Asimismo, aceptar la esperanza que encarna un niño pequeño. La muerte la hirió de forma profunda y eso es innegable. Aun así, el personaje encontró el impulso — interior e intangible — de rehacerse. De perdonar el pasado y seguir en un tránsito hacia un futuro prometedor.

Shuri

Con una evolución conmovedora, Shuri encontró en una playa solitaria el final de un largo trayecto que la transformó en una líder capaz y carismática. ¿Qué espera por ella en el resto de las historias del Universo Cinematográfico de Marvel? Todavía no está claro, pero algo es seguro. La princesa vuelve a ser el emblema de su país. De sus valores e identidad.

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Una metáfora de la capacidad de continuar, a pesar del sufrimiento, hacia las mejores cualidades de una figura mítica. Black Panther vuelve a vigilar Wakanda y lo hace desde la convicción de una joven mujer, que se sostiene sobre sus ideales para lograrlo.