En Wakanda, la tradición es quemar las ropas para despedir al que falleció. Una costumbre que es el primer paso para seguir y aceptar su partida. Para Shuri (Letitia Wright), todavía ese tránsito es impensable. A un año de la muerte de T’Challa, para la princesa heredera, el dolor abarca otras regiones mentales y espirituales. Los primeros minutos de Black Panther: Wakanda Forever, de Ryan Coogler, son angustiosos. No solamente por la forma directa y sin medias tintas en que el guion aborda la muerte de T’Challa. También por cómo el trágico suceso afecta al resto de los personajes.
No se trata solamente de que Black Panther: Wakanda Forever es la primera película de la factoría Marvel que explora el hecho de la muerte de un personaje sin acudir a lo fantástico. También, de que interpreta con una sorprendente sensibilidad que su fallecimiento es un hecho natural. Tal vez, el mejor homenaje que pueda brindarse a Chadwick Boseman es asumir su pérdida desde lo realista. El director lo hace, lo que brinda a la película su primer gran triunfo narrativo.
En la película de Coogler, la desaparición física del rey es un hecho que sacude los cimientos de la vida en el reino ficticio. Al mismo tiempo, deja una huella profunda en cada uno de los miembros de su familia. Tanto como para que el ritmo y el tono de Black Panther: Wakanda Forever estén profundamente vinculados a sus primeras y dolorosas secuencias. Nada escapa del fallecimiento T’Challa. Pero, a la vez, la película es mucho más que un duelo respetuoso o una reflexión acerca de la pérdida. También es una mirada a la concepción misma del dolor.
Shuri (Letitia Wright) es un genio tecnológico que no pudo luchar contra lo inevitable. La muerte de su hermano pesa sobre sus hombros y convierte a la adolescente que fue en una mujer que tuvo que madurar deprisa. Pero, en lugar de mostrar los lugares comunes sobre el sufrimiento emocional, el guion de Black Panther: Wakanda Forever escoge escenarios espirituales sutiles.
Coogler, con una delicadeza narrativa que sorprende y conmueve, analiza el luto no desde la condición de sus rigores. En realidad, el argumento está más interesado en mirar la transformación de uno de sus personajes centrales como vínculo total con su contexto. Wakanda es un país sin rey, debilitado, con fronteras abiertas y convertido un botín apetitoso para la codicia del resto del mundo.
Black Panther: Wakanda Forever
Por curioso que parezca, Black Panther: Wakanda Forever logra crear una tensión política entre personajes a partir de singulares conversaciones. Hay una concepción complicada y dura sobre la responsabilidad de pueblos y culturas con apenas contacto con el mundo. Tanto como para construir la sensación de que la presión aumenta por momento sobre Wakanda y que un ataque al país es inminente. De hecho, para su tercer tramo, la película logra encontrar un ritmo ágil y bien construido. Con un tono adulto que la aleja por completo del resto de las películas del universo cinematográfico de Marvel. Tanto en el análisis de las relaciones entre pueblos, culturas y razas, como en la percepción del bien y del mal. Black Panther: Wakanda Forever no es una película sencilla. Mucho menos una que se sostenga sobre una trama efectista.
Black Panther: Wakanda Forever y la fragilidad de un territorio sin rey
En el centro de todo se encuentra Shuri. Coogler cuestiona la idea del luto a través de un personaje que, hasta entonces, fue percibido desde su alegría. El dolor de la princesa heredera es devorador y violento. Tan angustioso como para haya un cambio definitivo en su manera de ver el mundo. Ya no se trata únicamente del genio tecnológico y la mente privilegiada de un país extraordinario. Ahora es, también, un personaje escindido, roto y que debe tomar una decisión sobre su vida y el futuro. Una que es incapaz de asumir, atrapada por la confusión y el desconcierto.
Lo mismo ocurre con Ramonda (Angela Bassett), una reina aislada por la muerte. Poco a poco, Black Panther: Wakanda Forever establece que la ausencia de T’Challa no es solamente una desgracia familiar. Es un hecho de naturaleza total que devastó la personalidad de los que le sobreviven. Pero, aún más preocupante, dejó a Wakanda convertida en un territorio frágil. Uno que sufrió los rigores del chasquido y el blip. Y ahora también la inédita condición de ser asediado por sus riquezas. Para la reina madre, asumir el poder no es un asunto de responsabilidad, sino de supervivencia. Para el resto del mundo, Wakanda fue un misterio y una rareza. Ahora es la posibilidad de una riqueza y un poder incalculables.
Coogler dedica tiempo a mostrar este paisaje duro antes de analizar los otros peligros que acechan a Wakanda. Poco a poco, es evidente que la presión de múltiples direcciones condenará al país a un estado de zozobra que Ramonda encarna en medio de una fortaleza dolorosa y preocupada. Al otro lado, Shuri es una sombra de sí misma. La princesa se tambalea en medio de la doble presión de la sucesión al poder en su país y a una responsabilidad generacional. El personaje rechaza ambas cosas y asume, desde las primeras escenas, que la muerte de T’Challa es un error que debe expiar.
En un escenario semejante, Wakanda perdió los últimos rastros de su preeminencia y cualidad invulnerable. El sólido guion consigue una metáfora clara y elegante sobre la desolación de la ausencia. Pero, a su vez, la combina con la idea de un peligro al acecho. Coogler logra que, durante su primera media hora, Black Panther: Wakanda Forever condense la idea del nuevo territorio en el que se moverá la secuela. Lo que permite que su segundo tramo sea una brillante ejecución sobre la lucha, el choque cultural y, al final, la supervivencia misma.
Un reino acuático y una historia trágica
Superpuesta a la crítica situación de Wakanda se encuentra la amenaza de Namor (Tenoch Huerta) y Talocan, un reino acuático hasta entonces desconocido. La forma en que Black Panther: Wakanda Forever presenta la historia del ancestral territorio tiene algo de mito. Uno que, claro está, se encuentra relacionado con una flor mágica (afectada por el vibranium) y sus consecuencias. También de un eco a la Wakanda de la original Black Panther. La combinación de ambas cosas profundiza en la concepción sobre Talocan como una amenaza por su misma necesidad de mantenerse en secreto. No solamente es un yacimiento de abundante vibranium, a la vez, de una población que conoce los peligros del mundo exterior.
Black Panther: Wakanda Forever dedica una buena cantidad de tiempo y exploración a analizar la percepción de Talocan como enclave poderoso. La historia de Namor se entreteje con la de su pueblo y, también, emerge como una figura entre grises. Este líder diferente entre los suyos es de una espléndida rareza, un luchador que asume la responsabilidad con una integridad directa. Tanto como para parecer violento, pero también un líder preocupado por su deber.
Su figura se contrapone, casi de manera inevitable, con la fragilidad de Shuri, una heredera que no desea serlo. No se trata de un juego maniqueo o una trampa moral. La princesa es consciente de que el dolor la empuja hacia lugares duros y desconocidos en su mente. Al otro lado, Namor solo tiene un objetivo en mente: mantener a Talocan a salvo. La película juega con los contrastes, pero, a la vez, con la percepción del reino acuático en medio del peligro inminente de la codicia mundial. Si Wakanda cae o llega a ser vencida — un riesgo cercano en medio de la presión del vacío de poder — Talocan podría correr el mismo riesgo.
Claro está, la búsqueda de vibranium se ha convertido en un objetivo de varias naciones en conjunto, lo que precipitará los acontecimientos. Tanto como para que un barco encuentre un yacimiento en mitad del mar y provoque que el precario equilibrio entre Talocan y el exterior se desplome. El punto de inflexión es también la ruptura entre la sensación de relativa paz tras el duelo de Wakanda. Coogler logra mezclar ambas situaciones e imprimir un ritmo frenético e inteligente a Black Panther: Wakanda Forever. Mucho más, cuando la imponente presencia de Namor deja claro que para Wakanda el peligro se ha hecho más urgente y brutal.
Un tesoro escondido en Black Panther: Wakanda Forever
Ramonda es una reina que tuvo que asumir el trono sin desearlo. Pero también es una madre en duelo. Una que todavía se recupera de la pérdida de su hijo mayor y que intenta sostener a su hija. Coogler, que utiliza al personaje como punta de lanza para comprender la cualidad de Wakanda para analizar su identidad, la escoge para el primer encuentro con Namor. Después de repeler la búsqueda de vibranium, el líder de Talocan sabe que necesita aliados. Especialmente alguien que comprenda el riesgo que podría correrse si los yacimientos del valioso metal son descubiertos.
Claro está, asume que Wakanda podría ser parte del esfuerzo por mantener el secreto del vibranium y comprender la necesidad de hacerlo. Pero Ramonda y Shuri desconfían de un líder capaz de atacar un barco con civiles y, además, echar la culpa a su país. Por curioso que parezca, Black Panther: Wakanda forever logra crear una tensión política entre personajes a partir de singulares conversaciones. Hay una concepción complicada y dura sobre la responsabilidad de pueblos y culturas con apenas contacto con el mundo. Tanto como para construir la sensación de que la presión aumenta por momentos sobre Wakanda y que un ataque al país es inminente.
Pero ¿realmente hay una manera de encontrar el vibranium, un enigma casi convertido en mito? De hecho, la hay y es la oportunidad en que Black Panther: Wakanda Forever presenta a uno de los personajes más esperados en el universo cinematográfico de Marvel. Riri Williams (Dominique Thorne) es, de alguna forma, la responsable de lograr el peligroso registro del metal. Ayudada por Everett Ross (Martin Freeman), Wakanda intenta evitar que Riri sea descubierta por Namor o incluso atacada por su gente. Poco a poco, el clima de la película se hace más enrarecido. El dolor parece haberse convertido ahora en algo más duro, complicado y violento.
La ciudad necesita un nuevo protector
De hecho, para su tercer tramo, la película logra encontrar un ritmo ágil y bien construido. En especial, un tono adulto que la aleja por completo del resto de las películas del universo cinematográfico de Marvel. Tanto en el análisis de las relaciones entre pueblos, culturas y razas, como en la percepción del bien y del mal. Black Panther: Wakanda Forever no es una película sencilla. Mucho menos una que se sostenga sobre una trama efectista. El peligro sobre la codicia es real y, en especial, más voraz a medida que transcurre el argumento.
De la misma forma que en Black Panther del 2018, Coogler está mucho más interesado en la evolución de sus personajes que en los escenarios bélicos. Eso, a pesar de que gran parte de Black Panther: Wakanda Forever es una batalla estratégica entre dos reinos poderosos. Pero, para el director, son estas figuras portentosas, frágiles, en medio de situaciones vulnerables lo que sostiene su argumento. Tanto como para que, por momentos, la película tenga el indudable tono de una trama concebida para analizar la amenaza perenne de la ambición desmedida.
Poco a poco, Coogler configura la posibilidad que Wakanda deba luchar por su supervivencia o enfrentar su derrota total. De modo que Nakia (Lupita Nyong’o) debe entrar en acción. Lo mismo que Okoye (Danai Gurira), que atraviesa una situación complicada y quizás el momento más complejo de su liderazgo militar. Pero, para Coogler, los matices de las grandes hazañas heroicas no están en el poderío, sino en las decisiones de sus personajes.
Son justo estas las que finalmente brindarán un lugar en la historia al nuevo Black Panther. Con una inteligencia poderosa y emocional, el guion reconstruye el paso del nuevo superhéroe hacia sus decisiones más duras. Lo que incluye un encuentro directo con el terror en el terreno mismo de la tierra de los ancestros. El paraje en que todo el que porte el traje negro debe alcanzar.
Pero ¿qué ocurre si, en lugar de inspiración, el reino místico solo brinda mayores dudas? Es la gran pregunta que se plantea Black Panther: Wakanda Forever en un inteligentísimo giro de trama. El nuevo protector de Wakanda no solamente es el heredero de las garras. También debió atravesar la prueba definitiva de su corazón, voluntad y bondad. Un reto inédito que emparenta al personaje con su versión más reciente en los cómics.
El círculo se cierra en Black Panther: Wakanda Forever
Cuando otra muerte ensombrece al reino, Wakanda se levanta de sus cenizas para luchar. Pero Namor es un enemigo formidable y ahora tiene un contrincante lleno de rabia justiciera. El nuevo portador de las garras debe decidir entre la venganza o rendir tributo al traje que lleva. M’Baku (Winston Duke) de pronto emerge como la voz de la razón.
La unificación del reino y el futuro tiene mucho más peso que la simple violencia. Llevar el traje de Black Panther es también un tributo a la memoria de T’Challa y todos los que le precedieron. Al final, la redención llega para el nuevo héroe, que incluso en las peores circunstancias logra vencer su dolor.
Black Panther: Wakanda Forever se convierte así en un emblema de Marvel que cuenta la historia de origen de un superhéroe y la vincula a otro mayor. Un mecanismo de nostalgia que, a la vez, tiene vida y sustancia propia. Una rareza narrativa y espléndida que la película elabora con una cuidadosa mirada al futuro.
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Finalmente, Shuri puede despedirse de la memoria de su hermano y comenzar su propio camino. Frente al mar, la vieja costumbre de Wakanda se consuma. También, en la que quizás es la más emotiva escena poscréditos de toda la franquicia, la vida encuentra un lugar para manifestarse. La muerte marcó la mayor parte de la trama de Black Panther: Wakanda Forever. Pero es la promesa del porvenir, la más amable y primaveral, la que cierra una historia dolorosa y de formidable profundidad.