“Son cosas de niños”. A pesar de los alarmantes datos sobre tasas de ansiedad, depresión e incluso suicidio en víctimas de bullying, esa frase sigue siendo una excusa recurrente cuando el tema se pone sobre la mesa. Pero no, no son cosas de niños. De hecho, ni siquiera afectan a quien lo sufre solo cuando son pequeños, pues las consecuencias llegan hasta la edad adulta, tanto a nivel psicológico como físico.

Las consecuencias psicológicas del bullying son las más estudiadas. De hecho, se han analizado incluso en los propios acosadores, pues también ellos pueden sufrir mentalmente cuando llegan a adultos. Sin embargo, el modo en que afecta el acoso a nivel físico se ha analizado mucho menos.

Pero que se haya estudiado poco no quiere decir que siga sin analizar. Unas pocas investigaciones se han dirigido a discernir cómo afecta el bullying a la salud cardiometabólica de quien lo sufre, tanto en ese mismo momento como muchos años después. Y los resultados coinciden en que todas esas “cosas de niños” se aferran a las víctimas durante todas sus vidas de la peor de las maneras. 

El bullying en la infancia

Según un estudio publicado en 2021, uno de cada tres niños sufre algún tipo de bullying cada 30 días. Es decir, en el último mes, un tercio de los niños del mundo ha sido intimidado, acosado o vejado de alguna manera. La cifra resulta alarmante, sobre todo si se lee junto a otras, como el número consultas por ideación suicida en adolescentes atendidas en 2021 por la Fundación ANAR. En total, fueron 4.542 los menores que pidieron ayuda por este motivo. Según Save the Children, las causas que pueden llevar a niños y adolescentes hasta algo tan extremo pueden ser variadas, incluyendo también factores como la situación de pobreza familiar. No obstante, el bullying, en todos sus formatos, sigue siendo uno de los grandes desencadenantes.

Por eso, cada vez son más las personas que piden que se revisen los protocolos de actuación y se tomen el mayor número posible de medidas para frenar esta lacra. Una lacra que afecta a quien la sufre desde el primer momento. En el estudio de 2021 mencionado anteriormente, sus autores analizan cómo afecta a la salud de los niños sufrir bullying. Entre las consecuencias más comunes se encuentran el cansancio, la falta de apetito, los problemas para dormir, el dolor de estómago y espalda, las jaquecas, los mareos y, por supuesto, la depresión y la ansiedad. 

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Los acosadores también tienen consecuencias

Este fue un estudio interesante, porque no solo analiza los efectos del bullying sobre las víctimas. También tiene en cuenta cómo afecta a los propios acosadores y a aquellas personas que sufren bullying, pero a su vez lo ejercen. Durante la infancia no hay ningún tipo de consecuencia para los acosadores. Sin embargo, la depresión y la ansiedad se manifiestan también en los que cumplen un papel doble. Generalmente, se trata de personas que acaban ejerciendo el bullying como defensa, para evitar convertirse ellos en el blanco, y eso afecta a su salud mental. Pero seguimos hablando de niños. ¿Qué ocurre cuando todos esos menores llegan a la edad adulta?

El acoso también afecta a la salud mental de los adultos…

A menudo se dice que el bullying hace más fuertes a quienes lo sufren. Que se puede sacar un aprendizaje sobre la vida de ese tipo de experiencias. Pero los niños no quieren aprender sobre la vida. Simplemente, quieren ser felices y que no se les humille. Por eso, como adultos, no suelen ser expertos en la vida, sino personas que han cargado con muchos traumas en su mochila. Las consecuencias no son las mismas para todos. Unos salen mejor parados que otros, pero en general suelen verse afectados.

En ese mismo estudio, en el que se analizaron las consecuencias sobre acosadores, acosados y el grupo mixto, se comprobó si sufrían algo similar en la edad adulta. Y se vio que sí. 

Se comprobó que los adultos que sufrieron bullying en su infancia y adolescencia eran más propensos a experimentar depresión, ansiedad, trastornos de pánico y tendencias suicidas. Y aquí sí que se ven los efectos sobre los acosadores. Estos pueden desarrollar todos esos problemas, pero además son más tendentes a cometer delitos violentos y consumir drogas. 

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… y a la física

En 2013 se publicó un estudio en el que se llevó a cabo el seguimiento durante la edad adulta de más de 12.000 niños, reclutados con  9, 11 y 13 años inicialmente. Así, se vio que a medida que se hacían mayores eran más tendentes a desarrollar todos los problemas psicológicos antes mencionados. Pero no solo eso. También les afectaba a nivel físico e incluso en sus relaciones sociales y laborales. Aquellos que habían sufrido bullying eran más propensos a sufrir dolores, especialmente de cabeza, y se recuperaban más lentamente de las enfermedades. Además, tenían más problemas para llevar a cabo una buena gestión financiera.

Ahora, un equipo de científicos de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de Johns Hopkins ha publicado un nuevo estudio en el que se analiza el otro lado. Concretamente, se observa cómo afecta el bienestar psicológico de los niños a su salud física cuando son adultos. También se hizo el seguimiento de un grupo de niños durante varios años. En este caso eran 3.500 adolescentes, con una edad media de 16 años al inicio del estudio. A todos se les siguió durante más de 20 años.

Al ingresar en la investigación se les realizaron una serie de encuestas sobre su bienestar psicológico, que incluían la evaluación de cinco parámetros: optimismo, felicidad, autoestima, sentido de pertenencia y sentirse amado.

Por otro lado, durante su seguimiento como adultos, se les realizaron pruebas para analizar su salud cardiometabólica. Con ellas se medían siete factores de riesgo: lipoproteína de alta densidad (HDL), también conocida como colesterol "bueno"; colesterol no HDL, calculado como colesterol total menos colesterol HDL; presión arterial sistólica y diastólica (máxima y mínima); hemoglobina A1c, que da una idea sobre los niveles de azúcar en la sangre; Proteína C reactiva, que es un medidor de la inflamación; e índice de masa corporal.

Consecuencias para todos, pero sobre todo para los grupos más marginados

Al enfrentar unos datos y otros, se vio que los adolescentes con cuatro o cinco activos positivos de salud mental “tenían un 69% más de probabilidades de mantener una salud cardiometabólica positiva como adultos jóvenes”. Además, “con cada activo adicional de salud mental se obtenía una probabilidad un 12% mayor de salud cardiometabólica positiva”.

El estudio no se centra en el bullying, pero sí que contempla el acoso como uno de los factores que pueden reducir esos activos de salud mental. No importa que en casa se sientan queridos y respetados. Si en el colegio reciben un menosprecio constante, es más que probable que esos activos se resientan. Esto es aplicable a todos los niños; pero, según este último estudio, sobre todo a los negros y latinos. Se vio que las tasas bajas de bienestar mental durante la adolescencia resentían mucho más su salud como adultos. Y esto es un doble problema, pues, en países como Estados Unidos, precisamente estas poblaciones a menudo tienen más complicado el acceso a la sanidad. Además, suelen ser doblemente discriminados.

En definitiva, sobran los motivos para intentar poner ese deseado punto final al bullying. Para reducir la carga de las mochilas de los adultos del futuro, debemos empezar por prestar atención a quienes son en el presente. Y eso comienza admitiendo de una vez por todas que no, el bullying no es cosa de niños.

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