El acoso escolar que antes se desarrollaba, en ocasiones con extrema crudeza, en las aulas y los centros escolares, se ha filtrado también a internet. El ciberacoso que miles de niñas y niños sufren actualmente en el colegio y en las redes se ha convertido en una pesadilla que no tiene fin y que la ley no contempla de manera específica.
Mensajes intimidatorios, hackeo de cuentas personales, difusión de información privada, rankings en redes sociales o envío de contenidos no deseados son algunas de las amenazas a las que se enfrentan a diario la multitud de menores que son víctimas de ciberacoso escolar. Un fenómeno que se transforma de manera constante para adaptarse a la evolución de las nuevas tecnologías.
Según un informe de la Fundación ANAR, el ciberbullying ha sido la forma de acoso más frecuente durante la pandemia. Extendiéndose a las plataformas que más emplean los jóvenes, como TikTok o Instagram. El escarnio y la humillación son las principales motivaciones de los agresores. Y, según los propios alumnos, más de la mitad de los casos de ciberacoso escolar quedan sin resolver.
Se trata de una complicada realidad que afecta mayoritariamente a estudiantes de entre 12 y 14 años. Siendo las niñas las más vulnerables frente a este tipo de acoso, pues son ellas quienes lo sufren en un 70 % de los casos. Algunas de sus consecuencias son la bajada del rendimiento escolar o los pensamientos suicidas.
Las luces y sombras de un grave problema social
Para entender la verdadera dimensión de este problema social, en Hipertextual hemos hablado con Diana Díaz, directora de las Líneas de Ayuda de la Fundación ANAR, una institución que lleva 52 años defendiendo los derechos de niñas, niños y adolescentes en España y Latinoamérica.
La experta afirma que los datos son aterradores. “Solo en 2021, hemos recibido más de 29.000 peticiones de ayuda por acoso escolar”. No obstante, sostiene, hay esperanza: “Los centros escolares cada vez van tomando un papel más relevante. Saben que tienen una responsabilidad enorme”.
De hecho, Díaz declara que “en toda la sociedad sabemos de casos que han tenido desenlaces fatales”. Y atestigua que eso nos ha hecho activarnos para pedir asistencia a los profesionales. “En las Líneas de Ayuda tenemos también a muchos profesores que se acercan para saber cómo mejorar en su actuación con el alumnado”.
Administraciones públicas contra el ciberacoso escolar
Una concienciación civil en la que tienen un papel esencial, además de las asociaciones como ANAR, las propias instituciones. En 2020, el Ministerio de Educación reactivó, tras 9 años de inactividad, el Observatorio Estatal de la Convivencia Escolar. Un organismo que tiene como meta la búsqueda de herramientas para la mejora del clima escolar en los centros educativos.
Desde entonces, se ha incrementado la investigación del fenómeno del ciberacoso y se han puesto en marcha campañas de sensibilización ciudadana. Aunque, más importante aún ha sido la aprobación de la Ley de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia. Un documento en el que se aprecia un firme compromiso por parte de la Administración con la mejora de la situación del alumnado en los centros escolares.
Entre otras medidas, la ley obliga a los colegios a incluir en su plantilla la figura del Coordinador o Coordinadora de bienestar y protección. Una persona encargada de crear y poner en marcha protocolos efectivos que garanticen la seguridad y el bienestar de los menores a cargo del centro. El texto incluye también un apartado sobre el uso seguro y responsable de internet, en un esfuerzo por hacerse cargo de la trascendencia actual del ciberacoso a través de las redes sociales.
Todo lo que queda por hacer para acabar con el ciberacoso
Ante la lucha contra el ciberacoso escolar, Diana Díaz, de Fundación ANAR, es optimista. Como gestora de las consultas de menores en riesgo, es consciente de la dimensión del problema. Sus Líneas de Ayuda cuentan con multitud de profesionales especializados, son gratuitas y están disponibles las 24 horas. Además, la fundación imparte varios talleres de prevención.
Para esta experta, la solución contra el ciberacoso escolar está en la educación. Apuesta por trabajar, además de con la víctima, con el acosador. “Es menor de edad, por lo que todavía estamos a tiempo de reeducar”.
También enfatiza que es preciso “mejorar las competencias emocionales de todo profesional que se dedica a la infancia”. Desde los profesores hasta los pediatras. Además de fomentar “la educación a los padres y a las madres para identificar las señales de riesgo cuando las hay”. Según estudios de la asociación, los menores tardan entre 13 y 15 meses en verbalizar que están siendo víctimas de acoso.
La educación digital es clave en todos los ámbitos
Contra el ciberacoso escolar, no obstante, es fundamental centrar esfuerzos en una educación digital completa y adecuada. Algo de lo que son muy conscientes en ANAR. “Desde que le damos un teléfono a un menor, no podemos dejar de estar pendientes del mundo digital para supervisar, proteger y acompañar, pero nunca espiar”.
En este sentido, Diana Díaz señala que la tecnología opera en casos de acoso mediante una doble vía. Por un lado, en ella se “ven modelos muy agresivos que pueden llegar a perpetuar los propios adolescentes pensando que son normales”. Por otro lado, funciona como “un nuevo escenario para ejercer esa violencia, para amenazar, para chantajear”.
Gran parte del problema para esta experta es que los propios jóvenes creen que usando las redes sociales son inmunes a las consecuencias de sus actos, que “no tiene ninguna repercusión todo lo que hagan a través de las redes o la tecnología”. Pero esto no es así.
Por eso, es fundamental educar tanto a los menores como a su círculo familiar para que sean conscientes de los riesgos que conlleva un uso inadecuado de la tecnología. Díaz lo resume acertadamente: “Los riesgos, que podemos ver muy claros cuando dejamos a un niño o preadolescente solo en la calle, son los que se pueden encontrar también a través de la tecnología”. Algo que desde el entorno familiar y escolar no se puede ignorar.
Una legislación dispersa que olvida a los mismos de siempre
Pese a que la ley no contempla el ciberacoso escolar como un tipo específico, hemos hablado con Alberto José Ferrari, abogado investigador de la Universidad Complutense, para conocer a fondo las consecuencias de la comisión de este tipo de delitos.
El experto declara que, efectivamente, la ley no recoge todas las actuaciones de ciberbullying. No obstante, afirma, “eso no impide que la mayor parte de ellas puedan castigarse a través de otros delitos, como el delito contra la integridad moral, las coacciones o las amenazas”.
Manifiesta, además, que “el tratamiento jurídico del ciberbullying no está limitado al Derecho Penal”. Y que este también entraña responsabilidad civil, “la cual se puede exigir al acosador (y a sus padres, además de a los centros docentes) incluso en los casos en que el ciberacoso no se considere delictivo”.
Al abordar la responsabilidad de los centros educativos, aunque colegios privados y públicos se rigen por códigos diferentes, sostiene que para que esta se exija es necesario demostrar negligencia. Algo más complicado, a su juicio, en los casos de ciberacoso. Pues “solo se podría exigir responsabilidad al centro docente si se demuestra que los mensajes fueron enviados por los ciberacosadores desde el propio recinto o que el ciberacoso supone una continuación del acoso ‘presencial’ cometido en el colegio y frente al que no se han tomado medidas”.
“En lo que respecta a la regulación penal”, concluye, “realmente no hay mucho que mejorar”. Aunque sí aboga por otorgar más formación y recursos al personal docente.
Las redes sociales, las menos responsables ante el ciberacoso
En lo referente a las plataformas, Ferrari afirma que “tienen obligación de borrar los comentarios insultantes que se viertan en ellas, respondiendo civilmente en caso de que no lo hagan”. Una medida que resulta escasa para un grupo de gigantes tecnológicos que cuentan con tan pocos controles de edad como interés por la seguridad y el bienestar de sus usuarios.
Ya no se trata solo de borrar comentarios ofensivos o amenazantes, una medida que requiere una denuncia previa y sobre la que no siempre se actúa. En los casos de ciberacoso, las redes sociales son el medio a través del cual se llevan a cabo los abusos y vejaciones, por lo que su responsabilidad debería ser mucho mayor.
Parece que las leyes continúan beneficiando a los de siempre a costa de los eslabones más débiles de la cadena. Niñas, niños y adolescentes vulnerables que a diario están expuestos a las exigencias de un despiadado mundo virtual y que se encuentran desprotegidos frente a la crueldad y la falta de empatía de un entorno despersonalizado e inflexible del que no pueden escapar.
Si conoces algún caso de acoso y no sabes cómo actuar, llama al 600 50 51 52. El teléfono ANAR es gratuito, anónimo y confidencial, y tiene una línea para atender a adultos y familiares. Allí te indicarán los pasos a seguir.