Ahora que las redes sociales son parte fundamental de nuestra forma de relacionarnos, la imagen se ha convertido en una cuestión prioritaria. Por ello, es muy común ver a creadoras y creadores de contenido promocionar en sus perfiles todo tipo de intervenciones estéticas para alcanzar el aspecto deseado. Uno que sea lo más similar posible a los filtros de belleza de Instagram: ojos rasgados, narices finas, pómulos elevados y carrillos hundidos.
Carla Barber conoce bien el potencial de las redes y es una de las influencers que las usa para promocionar un modelo de belleza cincelado a golpe de jeringuilla y bisturí. Aunque su responsabilidad por la promoción de este tipo de contenidos va más allá. Ella es doctora y promociona su propia clínica. Pese a todo, su falta de ética profesional la ha situado a menudo en el centro de la polémica y le ha valido la crítica de sus compañeros y compañeras de profesión.
Tanto es así que, en 2019, la Sociedad Española de Medicina Estética, de la que Barber formaba parte, la acusó mediante burofax de saltarse a la torera el código deontológico. ¿El motivo? Sortear una serie de intervenciones estéticas en sus redes sociales. Una práctica que vulneraba el código al crear falsas necesidades en beneficio propio. Tras ser expedientada por el Colegio de Médicos de Madrid, la influencer abandonó la asociación indignada. Lo que no abandonó, por supuesto, fue su promoción de la estética made in filtro de Instagram.
Los influencers que promocionan procedimientos con riesgos para la salud no es nueva. Sin embargo, la doctora Nélida Grande, vicepresidenta de cirugía estética de la Sociedad Española de Cirugía Plástica (SECPRE), señala los peligros de su normalización. "Incluso se ha superficializado, y no deja de ser una cirugía", afirma en conversación con Hipertextual.
El peligro de los filtros que acaban en cirugía
Instagram es la segunda red social favorita del público, solo por detrás de WhatsApp, ambas propiedad de Meta, antes Facebook. La plataforma es visitada globalmente por más de 1.000 millones de personas cada día. TikTok, por su parte, es la red predilecta de los adolescentes, el grupo que más tiempo pasa en internet. Siendo las chicas adolescentes las que más horas dedican a las redes sociales. Por eso, no podemos obviar el efecto que lo que se publica en ellas tiene sobre nuestros hábitos. Sobre todo en el caso de las personas más vulnerables.
El doctor José Ángel Lozano, cirujano estético plástico y vocal de ética de la Asociación Española de Cirugía Estética Plástica (AECEP), afirma a Hipertextual que “la presión social por estar perfecto hace que la afluencia de adolescentes a nuestras consultas cada día sea mayor”. Este experto declara que “las intervenciones de cirugía estética en menores de edad suponen un 1,7 % de las realizadas en el país”. Una situación que entraña muchos peligros.
Peligros que no afectan exclusivamente a menores de edad, aunque puedan revestir más gravedad en esos casos. Hace unos meses, sin ir más lejos, se daba a conocer el fallecimiento de Silvia Idalia, la joven que había quedado en coma por una grave infección tras una triple operación de cirugía estética en el Centro Europeo Médico y Estético (CEME) de Madrid.
Una influencia muy negativa
En ese mismo centro se operó la influencer Mar Torres. Pero ella tuvo más suerte. Pudo regresar a casa el mismo día y la cirugía le salió gratis por hacer promoción de la clínica y el procedimiento en sus redes sociales. En su caso, se trató de una bichectomía, intervención en la que se extirpa la grasa natural de las mejillas.
Esta operación, junto a otras cirugías faciales, se ha puesto de moda en los últimos años a raíz del auge de los filtros de belleza en las redes sociales. Según datos de la AECEP, la rinoplastia encabeza la lista de procedimientos más demandados, desplazando al tradicional aumento de pecho. Y, desde 2020, el lifting facial y la blefaroplastia, corrección de los párpados, ocupan el segundo y tercer puesto.
Pero esta obsesión por perfeccionar partes cada vez más pequeñas de nuestro cuerpo y, especialmente, de nuestro rostro puede tener graves consecuencias psicológicas. Jedet, la conocida influencer y actriz de la serie Veneno, confesó en una entrevista: “Me genera pavor subir una foto mía sin Photoshop”. Aunque no esconde que se ha sometido a 13 intervenciones quirúrgicas, sí se refiere a su preocupación por la belleza como una cárcel.
La doctora Isabel Moreno, presidenta de la Asociación Española de Cirugía Estética Plástica (AECEP), dio hace tiempo la voz de alarma. En los últimos años, cada vez más pacientes acuden a su consulta para operarse y le muestran su propia foto con filtros de Instagram. Esta escena, que se ha vuelto cotidiana, se debe a un fenómeno conocido como “dismorfia de Snapchat”, aunque extensible a otras plataformas como TikTok o Instagram. Un concepto que se acuñó para definir el descontento corporal surgido entre personas jóvenes a raíz de la popularización de los filtros de las redes sociales.
Las consecuencias de la “dismorfia de Snapchat”
Ángela Ruiz-Larrea, psicóloga especializada en género y violencia, lo define más bien como “la frustración por no alcanzar la imagen idealizada de uno mismo que proyecta el filtro de esta plataforma y obsesionarse con querer alcanzar esta imagen”. Para ella, las personas más jóvenes, y, en especial, las mujeres, son quienes presentan una mayor vulnerabilidad frente a este tipo de fenómenos.
En el caso de las generaciones más jóvenes, las que han crecido con las redes sociales, “el desarrollo de su propia identidad y autoimagen está muy ligado a la imagen que proyectan en internet”. Cuanto más se aleja de la realidad, más complejos se generan y, por tanto, mayor es la necesidad de intervenir el cuerpo mediante cirugía para adecuarlo a las elevadas expectativas que se muestran desde estas plataformas. “La sensación de ‘no estar a la altura’ puede generar mucha ansiedad a la hora de enfrentarse al mundo real”, explica Ruiz-Larrea.
En las niñas y mujeres jóvenes, esto se intensifica. En su caso, señala, “no solamente hay una mayor exigencia en términos de belleza, sino también en términos de cosificación e hipersexualización”. Algo que se puede apreciar en el tipo de fotos, más sugerentes, que suben a las redes sociales.
Las niñas “interiorizan la idea de que su valía personal depende de su aspecto físico y su disponibilidad sexual, por lo que la atención se dirige en exceso hacia la imagen que proyectan en los demás”. “Esto puede acarrear muchos problemas de tipo psicológico relacionados con el cuerpo y la autoestima, como la dismorfia, pero también los trastornos de la conducta alimentaria”, concluye Ruiz-Larrea.
Instagram, en el centro de la polémica
Pero la “dismorfia de Snapchat” va más allá de esta red social. Es un fenómeno de amplio alcance que tiene consecuencias muy negativas en la salud de las personas más vulnerables. Algo que la compañía Meta, antes Facebook, sabe desde hace tiempo.
El pasado año, el periódico Wall Street Journal tuvo acceso a unos documentos internos de la tecnológica que probaban la peligrosidad de una de sus plataformas principales: Instagram. Se trata de una investigación, realizada por la propia Meta, en la que se estudian los efectos de la red social en la salud mental de personas adolescentes.
Según los datos obtenidos por Meta sobre Instagram, más del 40% de los jóvenes afirmaron que la red social les hacía sentir “poco atractivos”. En el caso concreto de las adolescentes, los documentos revelaron que el 32 % de ellas se sentía peor sobre su cuerpo por culpa de Instagram. Además, el equipo de investigación encontró que los adolescentes buscaban pasar menos tiempo en Instagram, pero no podían. Sentían una presión social que les obligaba a estar presentes de forma constante en la red social.
El estudio interno de la compañía concluía que Instagram empeora los problemas relacionados con la imagen corporal en una de cada tres chicas adolescentes. Pese a la gravedad de la situación, Meta decidió no hacer pública su investigación. Mientras su CEO, Mark Zuckerberg, declaraba que las investigaciones de la compañía apuntaban que “el uso de redes sociales para conectar con otras personas puede tener efectos positivos en la salud mental de los jóvenes”.
Cirugías responsables, meditadas y bien informadas
La desinformación es un fenómeno que está a la orden del día. Sin embargo, las plataformas no pueden continuar eludiendo su responsabilidad ante el derecho a una información veraz. Por la cuenta que nos trae como sociedad, debemos frenar, por un lado, esta tendencia hacia la desaparición de la mentalidad crítica y, por otro, la proliferación y normalización de imágenes cada vez más artificiales y pornificadas. La salud de nuestras adolescentes está en riesgo.
Más allá de la apuesta por una aceptación de la propia imagen y el fomento de cuerpos más realistas y naturales, antes de someterse a cualquier procedimiento es preciso consultar con profesionales acreditados. Estos deberán asegurarse de que sus pacientes tengan la madurez suficiente para solicitar la intervención, de que entiendan sus riesgos y cuenten con toda la información necesaria.
Como señala la doctora Nélida Grande, vicepresidenta de SECPRE: "Hay que ser estrictos, no frivolizar la cirugía y, sobre todo, informar correctamente y claramente de lo que realmente se puede conseguir, sin filtros". Lo contrario puede ser fatal.