En varias de las escenas de My Policeman, de Michael Grandage, disponible a partir del 4 de noviembre en Prime Video, el amor y el arte se entrecruzan en una mirada a lo sublime. Lo hacen cuando, en las primeras secuencias, Marion (Gina McKee) recuerda hasta qué punto Patrick (Rupert Everett) le enseñó a mirar “la belleza”. A ella y, por supuesto, a su esposo Tom (Linus Roache). En una vejez apacible, los recuerdos son formas de lo ideal o, al menos, así lo plantea la película. Mucho más aún cuando la perspectiva del pasado resulta trágica y complicada para el trío de amigos. 

Juntos recorren una travesía de la memoria, que conduce de manera inevitable a desentrañar un enigma que les une de forma indeleble. El guion de My Policeman insiste en que lo que se verá será una historia poderosa destinada al sufrimiento. No revela de inmediato qué es lo que esconde, pero deja claro que el argumento relatará una versión elegante de lo prohibido. También la necesidad de reconstruir el profundo significado de las batallas espirituales invisibles.

Pero el argumento, escrito por Ron Nyswaner a partir de la novela del mismo nombre de Bethan Roberts, no está a la altura de su premisa. Y mucho menos tiene la suficiente sustancia para que el relato sea algo más que una versión edulcorada del habitual amor clandestino.

My Policeman

En varias de las escenas de My Policeman, de Michael Grandage, el amor y el arte se entrecruzan en una mirada a lo sublime. Desde las primeras secuencias, Marion (Gina McKee) recuerda hasta qué punto Patrick (Rupert Everett) le enseñó a mirar "la belleza". A ella y a su esposo Tom (Linus Roache). En una vejez apacible, los recuerdos son formas de lo ideal o, al menos, así lo plantea la película. Mucho más aún cuando la perspectiva del pasado resulta trágica y complicada para el trío de amigos. Pero el guion, de Ron Nyswaner, basado en la novela del mismo nombre de Bethan Roberts, no está a la altura de su premisa. Y mucho menos tiene la suficiente sustancia para que el relato sea algo más que una versión edulcorada del habitual amor clandestino.

Puntuación: 3 de 5.

Mucho ruido y pocas nueces en My Policeman

Al mismo tiempo, se trata de un juego tramposo. Los tres personajes son solo las versiones adultas de los verdaderos protagonistas. Los actores intentan mostrar algunas pistas de lo que ocultan. De la tensión de la culpa que golpea a Marion o la desesperación de Tom. Sin embargo, el argumento tiene tantos problemas para iniciar su historia que todo tiene un aire a desorden argumental difícil de unir en un hilo comprensible

Lo que queda claro es que la llegada de Patrick a la vida de la pareja marca un recorrido por decisiones incompletas y angustiosas. Como si el pasado — en una paz relativa — fuera una recompensa triste a algo mucho más abrumador.

My Policeman insiste de tantas formas en la tragedia que ya aconteció, que cuando el argumento comienza a relatar sus puntos más duros, ya ha perdido interés. En especial, porque el misterio que se pretende revelar no resulta tan apasionante o complejo como el relato anunció una y otra vez.

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Los inicios de una historia entre el caos y la ternura

Cuando finalmente My Policeman comienza a relatar su historia, la dirección de Grandage tiene un aire frío, distante. Tanto como para deslucir todo el esfuerzo del argumento en mostrar anteriormente el hilo conductor que une a sus tres personajes principales. Pero la calidez y los evidentes sentimientos a flor de piel de las primeras secuencias desaparecen en un cambio de registro confuso.

Ahora es 1950 y el realizador parece intentar mostrar la rigidez de una época con una moralidad cristalizada en prejuicios con un punto de vista caótico. ¿Trata el argumento de profundizar en la idea de los pequeños accidentes que acaban por ser conflictos mayores? ¿De lo inevitable de un desastre emocional inminente? My Policeman no decide ningún ritmo o tono en particular, por lo que tiende a lo genérico. 

My Policeman

De pronto, el guion avanza con incoherente rapidez para mostrar cómo la joven Marion (interpretada por Emma Corrin) se enamora de Tom (Harry Styles). Ambos son una pareja con grandes diferencias. Ella tiene un espíritu educado y artístico. Él es un hombre de la clase trabajadora. Un policía sin grandes sensibilidades, pero que desea ver el mundo desde la perspectiva de Marion. 

My Policeman, un camino lleno de baches

Poco a poco, la narración deja claro que para Tom, comprender a la mujer que ama es de un interés capital. Y que, además, no podrá hacerlo solo. Por lo que ambos terminan por recurrir a Patrick (David Dawson), un experto en arte al que Tom conoció casi por casualidad. Lo que en el libro se analiza como un hilo inevitable de circunstancias dolorosas, en My Policeman es un hecho fortuito. Para la historia, parece ser de considerable importancia evidenciar que el amor es un accidente mayor. Tan impredecible como un suceso natural.

Mucho más, cuando la película se contradice a sí misma y muestra que, de hecho, Tom y Patrick viven una relación clandestina. Una sexual, tan arrolladora — o en eso insiste el guion — como para que sea inevitable engañar a Marion. My Policeman atraviesa un recorrido complicado a través de la percepción de la culpa, el deseo y la lujuria sin explorar ningún tema. Mucho menos sin que sus actores tengan la capacidad de expresar las múltiples capas de este romance destinado al dolor. 

En especial, Styles es incapaz de mostrar la ruptura emocional de su personaje. La capas de angustia que debe atravesar por el mero hecho de sentir amor. Pero el registro histriónico del actor es tan escaso que Styles, la mayoría de las veces, parece más confundido que abrumado. Una debilidad que My Policeman trata de compensar como puede con una puesta en escena bien construida. 

My Policeman
Photo: PARISA TAGHIZADEH © AMAZON CONTENT SERVICES LLC

Al final, como siempre, el amor

Resulta extraño y desconcertante que las mejores partes de la película sean las que interpretan los viejos amantes convertidos en cómplices ancianos. Marion descubre la historia de amor — o, mejor dicho, confirma sus sospechas — y lo hace a través de un diario. Un recurso común que habría resultado funcional, e incluso melancólico, de no haber sido utilizado de manera tan caótica. 

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El argumento nunca deja del todo claro cuáles son los sentimientos de Marion al descubrir un amor del que fue testigo a la periferia. Mucho menos, el verdadero sufrimiento de Tom y Patrick, condenados a la soledad y al miedo. Deslucida, superficial y, al final, artificialmente emocional, My Policeman termina por ser una colección de lugares comunes sobre el amor. En especial, el de que debe atravesar obstáculos insalvables. Un importante defecto que termina por ser la mayor flaqueza de la película en conjunto. 

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