El sexto capítulo de Los Anillos de Poder, de Prime Video, mostró la lucha entre el bien y el mal que anunció durante semanas. En sus primeras secuencias, la serie dejó claro que lo inevitable que sucedería a no tardar y que tendría consecuencias en el futuro. De pie, frente a su ejército de criaturas de la oscuridad, Adar, el elfo corrompido a punto de renunciar a la luz, dejó claras sus intenciones.
“Esta noche, ya no seremos criaturas sin pueblo. Errantes y en busca de un lugar”, explicó. “Ahora, esta tierra nos pertenecerá”. La noche cayó en La Tierra Media y, en la sombra, los ejércitos del mal se prepararon para arrasar con la pequeña resistencia de las gentes del sur. “Triunfaremos y destruiremos toda oposición a nuestro paso”, anunció.
Con las antorchas encendidas y el grito de guerra en el lenguaje oscuro de los orcos, la batalla se avecina como una multitud enardecida. La secuencia, filmada con un impecable uso del sentido de la oscuridad total como amenaza, brinda a la serie sus mejores momentos. Los Anillos de Poder, tras recorrer un largo trayecto pacientemente —y en ocasiones, desordenadamente— para narrar su historia central, llega a un punto nuevo. Al mismo tiempo, logra hacer confluir, al menos, dos de sus líneas narrativas principales en uno de los tramos más emocionantes de la temporada, hasta ahora.
De hecho, en las mejores escenas del sexto capítulo de Los Anillos de Poder, el recuerdo de la ya clásica Batalla del Abismo de Helm, es inevitable. La serie de Prime Video convirtió el sexto episodio de su épica en un homenaje poco disimulado a una de las grandes secuencias del cine. Por supuesto, se trata de una versión reducida y casi humilde a la filmada por Peter Jackson en Las Dos Torres. Pero, aun así, conserva el sentido del sacrificio y la poderosa mirada sobre el poder invisible de la voluntad que tuvo el gran evento cinematográfico.
A nivel narrativo, la serie también alcanza una nueva dimensión. El guion recorre una apropiada e inteligente exploración sobre el mal, el bien y sus matices invisibles. Se trata de una exploración por todo tipo de símbolos de la obra de Tolkien, que la producción supo enlazar para crear un trayecto de luz y sombra de considerable solidez.
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Los Anillos de Poder, un paso más allá en su exploración al universo de Tolkien
Hasta ahora, el argumento se había limitado a explorar el contexto que rodeaba a sus tres historias principales. En especial, los acontecimientos en la Isla de los Hombres del oeste y la travesía de Galadriel en busca de Sauron. Al otro extremo del mar Circundante, los pueblos del sur se debatían a ciegas contra una amenaza peligrosa y voraz.
Adar y su ejército de orcos no solamente lograron sitiar a buena parte de los pueblos de la región. También enfrentar la ofensiva élfica hasta destruirla casi por completo. Con Arondir como último superviviente de los vigías de la zona, Los Anillos de Poder mostró el horror cada vez más cercano que acechaba a sus habitantes.
Uno directamente vinculado con la ancestral traición de los hombres al unirse a Morgoth en varios de los momentos más tenebrosos de La Primera Edad. “Les ha llevado eras enteras recuperar la dignidad”, le recordó un preocupado Arondir a Bronwyn en el capítulo cinco.
Pero las sombras del mal en la Tierra Media son más que recuerdos. Adar logró conquistar de nuevo a buena parte de la población del sur para sus huestes, la batalla parecía inevitable. De hecho, buena parte de los anteriores episodios de Los Anillos de Poder profundizaron acerca de la naturaleza de la corrupción que amenaza al continente.
En plena batalla, también hay una revelación. “¿Dónde está Sauron?”, pregunta uno de los orcos al elfo corrompido. Tras una considerable anticipación, la serie revela parte de su argumento en su sexto capítulo. Adar es solo una de las criaturas torturadas y heridas por Morgoth. Una mirada al horror por completo nueva y que brinda un sentido más amplio al universo de la serie sobre sus personajes.
Los espectros sin rostros que recorren la Tierra Media
¿Se trata de la ambición, que ya susurra al oído de los hombres de Númenor? ¿Del hombre inexplicable, caído desde las estrellas, que acompaña a la caravana de Pelosos? ¿Quizás, toma la forma de un expatriado sin nombre y sin tierra, como lo es Halbrand? La producción evitó dar respuestas demasiado directas acerca de cómo la violencia, el temor y la manifestación más directa del horror podrían presentarse. Una perspectiva acerca del misterio que afectó a su ritmo e, incluso, a la cohesión de su cada vez más amplia historia.
De modo que el carácter directo, preciso y bien ejecutado del sexto capítulo de Los Anillos de Poder es una sorpresa. Y lo es en la medida en que la trama adquiere un enérgico e inesperado tono que sorprende por su inteligencia y eficaz construcción. También por, finalmente, sostenerse completamente sobre la mitología de la que proviene.
El episodio es el más cercano a los textos de Tolkien. Particularmente, a la mirada al mal y la encarnación de la violencia que imaginó el escritor. Desde las referencias directas a la obra cronológica Anales de Aman, publicada en 1950, hasta diversos ensayos compilados por Christopher Tolkien. El argumento es una combinación acertada y elegante de docenas de referencias acerca de la lucha incansable contra lo maligno y lo despiadado. Además, tomó la decisión de, por fin, revelar varios de sus secretos en este sexto capítulo. Y hacerlo, además, de una manera fluida, natural y brillante que enaltece la historia central de la serie.
La amenaza crece y se hace despiadada en Los Anillos de Poder
Para su sexto episodio, el ataque de Adar a las gentes del sur es implacable e inmisericorde. Y lo es a pesar de sufrir una primera derrota gracias a la habilidad de Arondir para economizar recursos y lograr sitiar al enemigo en una estrategia sencilla. Pero el elfo corrompido sabe con exactitud cuál es el punto más frágil del corazón del pueblo. Tanto como para utilizar el fracaso en provecho de sus planes a la menor oportunidad.
“Hemos vencido; sin embargo, volverán”, predice Arondir, el rostro visible de la resistencia en medio del grupo de aterrorizados lugareños. Bronwyn, a su lado, es una presencia reconfortante después de vencer la tentación del mal que cerró el capítulo pasado. “Habrá un lugar para nosotros después de la batalla”, murmura el elfo guerrero. “Promételo”, insiste la curandera. Ambos saben que el contraataque de los orcos durante la noche será brutal.
Pero, tal y como suele suceder en los textos de Tolkien, hay un espacio para el amor y la ternura, incluso en las peores circunstancias. En una evidente referencia a Beren y Lúthien, el elfo y la mujer del sur se prometen amor. Lo hacen con la convicción que uno de los dos podría morir pronto. Pero, aun así, la luz prevalecerá.
La esperanza en medio de la penumbra
Buena parte del sexto capítulo basa su eficacia en su capacidad para dialogar con los matices morales de cada personaje. Galadriel, que comanda la expedición de Númenor a la Tierra Media, tiene una corta pero significativa conversación con Isildur. “No viene para aprender de humildad”, dice el muchacho, impetuoso. Pero la Dama Elfa lo mira con amabilidad desde la experiencia de siglos. “Las grandes batallas empiezan por humildes triunfos”, explica. Más allá, el perfil de la Tierra Media se vislumbra y es evidente que la batalla contra la oscuridad es inevitable. “Solo quiero luchar y vencer”, insiste Isildur. “Lo harás, pero primero comprende contra qué lo harás”, insiste la hija de Valinor.
Podría parecer que las palabras de Galadriel anuncian la segunda y más atroz batalla de las gentes del sur. Enfrentados de nuevo a los orcos, vuelven a triunfar con una facilidad desconcertante. Las huestes desordenadas atacan y caen abatidas. Sin embargo, la sangre que brota de sus heridas no es negra sino roja. Al descubrir los rostros de los combatientes, el pueblo comprende que la crueldad de Adar es atroz. Los caídos —y asesinados en el fragor de la batalla— son el resto de la población que huyó para rendir tributo al elfo corrompido. Los gemidos de dolor se escuchan en la noche y anuncian que lo peor de la lucha no ha ocurrido aún.
“¿Pensaron que no habría precio que pagar para unirse a nosotros?”, dice uno de los orcos que comandó a los hombres y mujeres masacrados. “Lo han pagado y lo pagarán todos”, insiste entre carcajadas. Solo es el anuncio del ataque más violento de Adar, que lleva a sus huestes a un choque frontal. Los Anillos de Poder toma inteligentes decisiones visuales para reproducir la sensación de urgencia y caída en los horrores de los textos Tolkianos en escenas semejantes.
Los orcos atacan, matan, avanzan imparables. Saben que la noche les protege y que Adar lleva la fuerza del enemigo en las venas. Bronwyn resulta herida y Theo comprende el horror real de la horda de criaturas que les rodean. Cuando, al final del sexto capítulo, intentan una retirada táctica, los heraldos del mal encarnado en la Tierra Media les rodean para un asedio definitivo.
La luz del horizonte en Los Anillos de Poder
Los Anillos de Poder intentó —y lo logró a medias— crear una sensación de épica apoteosis con la llegada del ejército de Númenor a las tierras del sur en su sexto capítulo. No obstante, el argumento no pudo abarcar todas las miradas de un suceso mayor, destinado a cambiar el curso de la serie. Aun así, pudo brindar una secuencia sólida y filmada con elegancia sobre la primera gran lucha armada de la serie. El escenario, hasta entonces reducido a subtramas palaciegas o al recorrido por la amplia geografía de la Tierra Media, toma impulso y vigor.
Galadriel, comandante de los ejércitos del norte, lidera la contraofensiva contra los orcos y, por primera vez, el personaje abandona sus limitados espacios. Más allá de la figura mítica, la Dama Elfa toma verdadera corporeidad. En especial, cuando la conflagración la convierte en el centro de todas las miradas. “¿Quién es ella?”, pregunta Theo, desconcertado por su habilidad. Es la misma pregunta que repiten los lugareños, salvados por el ejército de hombres en armaduras blancas, que avanzan a caballo. Los orcos retroceden, heridos por la luz.
En medio de la confusión del sexto episodio, Adar logra escapar a galope tendido, llevando la espada de Sauron, convertida en llave de un secreto inquietante. “¡No puede huir!”, grita Arondir y le señala a Galadriel el origen del peligro. La Dama Elfa va en su busca junto a Halbrand, que intenta también detener la huida del elfo corrompido. Es este último el que logra detener a Adar y, finalmente, también brindar algunos indicios sobre su identidad.
“¿Me recuerdas? ¿Sabes lo que me hiciste?”, murmura enfurecido el hombre sin pasado. Adar sonríe malicioso. “¿Por qué debería hacerlo?”. Abrumado por el rencor, Halbrand está a punto de asesinarlo cuando Galadriel lo detiene. “No se sacia la sed bebiendo agua del océano”, le recuerda.
Los secretos de Morgoth y sus aliados
El sexto capítulo dedica buena parte de su último tramo a revelar, poco a poco, la naturaleza del mal que azota la Tierra Media. Eso incluye explorar la identidad de Adar. Tal y como había insinuado el argumento de Los Anillos de Poder, se trata de un elfo corrompido y seducido por la oscuridad. Algo deduce Galadriel al interrogarle. Adar no niega su origen, pero hace una declaración asombrosa: “A tu enemigo lo asesiné, le abrí en canal, Sauron está muerto”. La Dama Elfa recibe la noticia con incredulidad y deja claro que la naturaleza ambigua de su adversario tiene muchos rostros. “Sauron está vivo y tú proteges una de sus tantas encarnaciones”.
“Hablas de la oscuridad, de la corrupción”, dice entonces Adar. “Quizás debas mirar al espejo para encontrar a otro elfo que se alejó de la luz”, dice la criatura corrompida. Ahora es Galadriel la que levanta la mano con la intención de asesinar. En una curiosa simetría que parece esconder algo más que una coincidencia argumental, es Halbrand quien la detiene. “Gracias por evitar que me consuma el odio”, murmura la Dama Elfa. “Gracias a ti por evitar me ocurriera antes”, responde él.
Halbrand también encuentra su lugar en las Tierras del Sur, ahora liberadas del horror. La reina regente, Miriel, reconoce su parte en medio de la historia de la Tierra Media, pero es Bronwyn la que pone palabras al homenaje. “¿Eres el rey prometido?”, pregunta entre el asombro general de los sobrevivientes. “Lo soy”, reconoce al final Halbrand. El guion no aporta mayor profundidad al acontecimiento y, quizás, uno de los puntos más débiles del episodio es la urgencia por encumbrar al personaje. ¿Se trata de un guiño a un giro esperado?
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Sin embargo, no hay demasiado tiempo para analizar el papel de Halbrand. Casi por sorpresa, la espada de Sauron termina por encajar en la mítica puerta hacia la oscuridad. Es entonces cuando el ejército de Númenor, los habitantes de la región y Galadriel, contemplan cómo emerge la amenaza de la tierra misma. El horror llega en forma de fuego y ceniza. La Dama Elfa, firme y pálida de puro desconsuelo, espera su destino mientras una oleada de horror se acerca a ella. Para la escena final del sexto capítulo, Los Anillos de Poder demostró que su aparente paciencia para contar sus historias acaba de quedar atrás.