A veces, hasta la más fantasiosa de las historias tiene su parte de realidad. Es, por ejemplo, el caso de Sandman, la reciente serie de Netflix basada en las novelas gráficas de Neil Gaiman. En ella se habla de una epidemia de sueño, que se origina cuando un mago deja al Señor de los Sueños atrapado en el mundo de los despiertos. Lamentamos decirte que los magos no existen. Al menos no los que realizan este tipo de hechizos. Y que el Señor de los sueños se llama melatonina. Ahora bien, a pesar de las grandes dosis de ficción de la trama, si viajamos atrás en la historia encontraremos un caso real de epidemia del sueño que, además, causó la muerte de muchas personas.

Ocurrió coincidiendo con la epidemia de gripe española, en 1918. No obstante, los casos siguieron sucediéndose durante años, llegando hasta casi la década de 1930. Desde entonces, la enfermedad casi desapareció como por arte de magia y apenas se han vuelto a dar unos pocos y rarísimos casos. ¿Pero qué es lo que estaba pasando? 

En realidad, nada tiene que ver con Sandman. Aquella epidemia de sueño se debía a una enfermedad real, posiblemente una infección. Aunque el agente causante de la misma no estuvo claro en su momento y sigue sin estarlo hoy en día. 

La epidemia de sueño más allá de Sandman

Tanto en la historia de Neil Gaiman como en la serie de Netflix, se muestra cómo un gran número de personas caen enfermas de sueño. Algunas duermen durante años, otras logran despertarse, pero para vivir en una especie de estado intermedio, carente de energía. Muchos de ellos mueren, por lo que la situación es grave. Eso es lo que ocurre en Sandman, pero justamente también lo que pasó a principios del siglo XX con una enfermedad bautizada como encefalitis letárgica.

Los primeros casos los describió el neurólogo griego Constantin von Economo, en 1917. No obstante, algunos de los reportes más completos provienen de Oliver Sacks, un neurólogo y divulgador científico famoso por libros como El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, en los que contaba historias raras de pacientes. Según él, aunque estuviesen conscientes, no se encontraban totalmente despiertos. “Se sentaban inmóviles y sin palabras todo el día en sus sillas, totalmente carentes de energía, ímpetu, iniciativa, motivo, apetito, afecto o deseo; registraron lo que sucedió sobre ellos sin atención activa y con profunda indiferencia”. Eran, básicamente, como muertos en vida. De hecho, algunos terminaron falleciendo.

Se calcula que en los años que duró esta epidemia de sueño enfermaron más de un millón de personas, de las que alrededor de 500.000 fallecieron. Pero los supervivientes no se libraron de los síntomas tan fácilmente. Muchos quedaron en un estado de semi inconsciencia, con síntomas similares a los del párkinson. Precisamente por el parecido con esta enfermedad, el propio Oliver Sacks trató a algunos pacientes a finales de los años 60 con un fármaco dirigido a esta enfermedad, la L-DOPA. Lamentablemente, aunque en un principio parecía que se recuperaban, los síntomas terminaban reapareciendo.

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¿Qué estaba pasando?

La enfermedad empezaba con síntomas similares a los de una gripe: fiebre, cansancio, dolor de cabeza y de garganta. No obstante, poco a poco iban apareciendo los síntomas neurológicos y los pacientes caían en ese extrañísimo estado letárgico. Por ese motivo, se sospechó que fuese la propia gripe española la que ocasionó esta complicación en algunos pacientes. De hecho, la epidemia de sueño empezó y terminó prácticamente coincidiendo con ella.

Sin embargo, más tarde se sospechó que podría deberse a otro virus cuya infección estaría afectando al cerebro. Posiblemente un enterovirus.

En su día no se pudo obtener una respuesta clara y con los años se ha seguido investigando, a través del análisis de las propias muestras cerebrales de pacientes que se pudieron conservar. Una investigación relativamente reciente, llevada a cabo en 2004, concluye que en realidad podría no ser un virus el causante de la infección. En su caso apuntan a una mutación en el material genético de bacterias del género estreptococo. Bajo condiciones normales, estas producirían solo algo de dolor de garganta. Sin embargo, con la mutación desencadenarían una reacción desmedida del sistema inmunitario, que acabaría con las bacterias, pero también dañaría seriamente las células del sistema nervioso. Es una opción, aunque tampoco está clara.

Lo único que podemos afirmar es que no tuvo nada que ver con hechizos ni con Sandman. Pero eso no lo hace menos críptico. Al fin y al cabo, la vida real también tiene sus misterios. 

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