Guardar la coherencia en una saga cinematográfica de la envergadura que tiene el Universo Cinematográfico de Marvel, con veintinueve filmes y siete series televisivas hasta la fecha, no es tarea fácil. El presidente de Marvel Studios, Kevin Feige, timonel de la narración, decide por dónde va y lo procura. Y hay que reconocer que no ha metido mucho la gamba. Pero somos conscientes de que nadie es perfecto. Y Thor: Love and Thunder (2022) lo ratifica.
No porque el director neozelandés Taika Waititi y su coguionista, Jennifer Kaytin Robinson, no hayan conseguido acertar en la diana del humor verdaderamente ingenioso. Ni, por que Thor: Love and Thunder sí que resulte tan graciosa como la previa, Thor: Ragnarok (2017). Si no porque lo que pasa cuando muere el dios Rapu en la primera secuencia, la de presentación de Gorr como villano de la cuarta aventura protagonizada por el hijo de Odín, ocasiona un problema para la franquicia.
El personaje de Christian Bale le hunde la Necroespada, recién descubierta, en el cuerpo divino de Rapu, interpretado por Jonny Brugh, para vengarse por las tragedias horribles que ha causado su desconsideración absoluta. Este último la diña y se descompone en partículas doradas justo al principio de Thor: Love and Thunder. Y exactamente lo mismo ocurre con el dios principal de Asgard, Odin, al que daba vida Anthony Hopkins, en Thor: Ragnarok. Tras despedirse, se disuelve en moléculas que se dirían de oro.
‘Thor: Love and Thunder’: otros dioses no han muerto igual
También les sucede a Falligar, el Gigante, y a la Jane Foster de Natalie Portman como Poderosa Thor. Y esto daría a entender al público que las circunstancias del fallecimiento de Odín no eran exclusivas para él, sino que se trata de lo que experimentan los dioses en el momento de irse al otro barrio. Zeus, al que encarna Russell Crowe en Thor: Love and Thunder, no lo sufre porque el superhéroe de Chris Hemsworth no se lo carga. Pero sí aquellos contra los que lucha en la Ciudad Omnipotencia.
La complicación se halla en que otros de su especie se han visto en ese trance y no se han desintegrado igual que en Thor: Love and Thunder. En Thor: El mundo oscuro (2013), el Malekith de Christopher Eccleston asesina a Frigga, esposa de Odín y madre del Dios del Trueno a la que interpreta Rene Russo. Pero no se transforma en polvo dorado hasta su funeral. Y, al comienzo de Avengers: Infinity War (2018), Thanos liquida al Loki de Tom Hiddleston y al Heimdall de Idris Elba. Y de ellos solo quedan sus cadáveres.
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Además, durante la primera temporada de Loki, la serie sobre el Dios de las Travesuras y la de ¿Qué pasaría si…? (desde 2021), también sucumben múltiples variantes de los dos hermanos asgardianos postizos. Y ni rastro de una evaporación áurea. Así las cosas, no podemos sino señalar que Kevin Feige y su equipo de escritores de Marvel deberían ocuparse de este asunto y proporcionarnos una explicación lógica. Porque, si no lo hacen, seguirá siendo un agujero de la trama más allá de Thor: Love and Thunder.