Que la saga de películas del Universo Cinematográfico de Marvel, con su escenas poscréditos, son un interesante ejercicio de arquitectura narrativa y de coherencia hasta llegar a los sucesos terribles de Avengers: Infinity War (Joe y Anthony Russo, 2018) es algo que resulta muy difícil poner en cuestión. Después del estreno de este filme, con las revisiones de los que llegaron antes, a toro pasado y si no nos habíamos dado cuenta, hemos visto claramente que los guionistas de Marvel Studios fueron construyendo el camino hacia ella bajo la supervisión del experto productor Kevin Feige, dejándonos pequeñas pistas aquí y allá, incluida la escena intercréditos de Los Vengadores (Joss Whedon, 2012), cuando el líder Chitauri, el Otro (Alexis Denisof), informa a su jefe de que Loki (Tom Hiddleston) y los suyos han fracasado en su intento de invadir el planeta Tierra por la intervención de los superhéroes.
Le oímos decirle todo esto con su voz aguardentosa: “Humanos… No son la escoria cobarde que nos prometieron. Se plantan, son rebeldes y, por tanto, ingobernables. Retarlos es cortejar a la muerte”. Y es cuando aquel ante el que responde y que le había hecho inclinar la cabeza al levantarse de su trono se gira y vemos que se trata de Thanos, que sonríe. Pero no es un gesto baladí en absoluto, pues el Titán Loco, según cuentan los cómics de Marvel, no pretende un genocidio de proporciones cósmicas sólo por la idea insensata de garantizar sin asomo de duda una vida sostenible con los recursos de que se dispone, sino también para anonadar a la femenina Muerte, de la que está perdidamente enamorado. Esta motivación oculta no se ha sugerido en el UCM, por ahora al menos, pero es imposible que la referencia a “cortejar a la muerte” en boca de El Otro y la sonrisa inquietante de Thanos a continuación estén vacías de contenido con el desarrollo tan elaborado de esta epopeya. Así se las gastan los muy cucos de los guionistas de Marvel.