Netflix es la pionera del streaming tal y como lo conocemos en la actualidad. También, uno de los servicios online con mayor cantidad de suscriptores en el mundo. Pero su popularidad va en paralelo de un curioso fenómeno que todavía resulta inexplicable: el de tomar una serie de malas decisiones en su cada vez más abundante catálogo. Por extraño que parezca, el considerable alcance de las películas de Netflix y de la plataforma la convierte en una vitrina que permite popularizar producciones de bajísima calidad. A un nivel y alcance que jamás habrían obtenido de otra manera. 

De modo, que a pesar de su capacidad y accesibilidad, Netflix tiene un catálogo de dudosa calidad. La mayoría de las opciones que ofrece son una selección de títulos con verdaderos problemaa. Ya sean desastres argumentales, proyectos que carecen de historias sólidas o producciones de ínfima sustancia cinematográfica. Netflix parece tener un extraño tino para acumular contenido que, en realidad, no tiene mayor interés. Mucho peor, que parece solo formar parte de su selección para aumentar el número de opciones inmediatas para el público suscriptor. 

Y entre ese numeroso grupo de films, series y documentales, hay uno en específico que responde a una salvedad implacable. La de un final flojo, ridículo y sin sentido que echa abajo cualquier intención por sostener su premisa. Conclusiones absurdas, giros de tramas predecibles y aburridos. O el extremo contrario, algunos cierres tan anti climáticos como para afectar el resto del argumento. Lo que hace inevitable la pregunta más obvia ¿podría haber mejorado cualquiera de esos films con un objetivo final menos confuso? 

Es una de esas grandes preguntas sin respuesta.Te dejamos diez películas de Netflix que quizás, merecían un mejor final del que tuvieron: 

Fractura

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La película de Netflix con Sam Worthington se promocionó como un thriller de suspenso con un narrador poco fiable. De hecho, lo es. Y en sus mejores momentos, logra sostener una atmósfera enrarecida y agobiante, que conduce a los momentos más dolorosos de su historia. No obstante, para ser su tercer tramo, la película decae. 

Tanto como para que su conclusión sea nada más y nada menos, que un monólogo al estilo Psicosis de Alfred Hitchcock. Pero por supuesto, sin la brillante noción sobre el acecho, la amenaza y lo inquietante del director británico. 

En lugar de eso, la película de Netflix decide explicar punto a punto lo ocurrido. Tanto, como para unir las piezas de manera casi forzada. Y de hecho, crear la sensación que todas las precauciones que tomó la película para sostener su argumento en el misterio, se desperdician. Al final, el misterio es de una obviedad dolorosa y mucho más con una voz experta, explicando con cuidado qué ocurrió. 

Madre/Androide

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Después de plantear una durísima versión sobre el apocalipsis que incluía tópicos como la supervivencia, el miedo y la soledad, el film pierde el norte. Tanto como para su final sea una ambigua visión sobre ¿una posible secuela? ¿un giro esperanzador? El guion no lo decide y, de hecho, no profundiza más allá de la sensación de desamparo de su protagonista.

Por supuesto, algo semejante pudo haber funcionado, si el film hubiese tenido el objetivo de profundizar en el sufrimiento en lugar de la paranoia. O en cualquier caso, en la noción de la inevitable esperanza perdida. Pero el argumento solo plantea el tema a mitad de la premisa. Y lo hace con tanta torpeza que la película de Netflix termina hundida entre dos aguas. No es en realidad un drama total, ni tampoco, una distopía dolorosa. En lugar de eso, es una especie de agria moraleja sin resolución sobre el control y el miedo. 

El final, por supuesto, solo refleja lo peor de lo anterior. El rostro de 
Chloë Grace Moretz pálido y confuso refleja la incapacidad del film para sostener su propia versión de las cosas. Un final apático, cursi y cliché que no lleva a ninguna parte. 

Fin de semana en Croacia

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El libro del mismo nombre de Sarah Alderson, mide con cuidado los recursos a su alrededor y transforma su historia en un punto central de suspense. Para su final, deja al lector la decisión de imaginar qué ocurrirá después. O en cualquier caso, de comprender el horror del personaje principal al descubrir la envergadura del engaño del que fue objeto. Entre ambas cosas, el libro logra capturar la idea de la ambigüedad, el miedo y el desconcierto de una víctima que no sabe que lo es. 

Pero en el caso de su versión fílmica, el final de la película de Netflix opta por un final en que el crimen de Kate, debe quedar resuelto. Y pone tanto empeño en el tema, que termina por sobre explicar — sin necesidad y sin motivo — en medio de una escena ridícula. El flashback de Beth en la casa de su ex marido, es tan absurdo, como ilógico. Mucho más, cuando implica el más absurdo de todos los giros de guion para explicar desde la admisión de culpabilidad de Rob hasta su captura. 

Con una conclusión ridícula, apresurada y sin sentido, la película de Netflix termina por romper la cuidadosa atmósfera de insinuación y confusión en que basó su efectividad. Quizás, uno de los problemas más complicados del film y el escollo insalvable que la convierte en contenido desechable en Netflix. 

Death Note

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Ningún fan podría decir que necesitaba una versión del clásico anime con aires norteamericanos. Mucho menos, uno que sacrificara a su brillante personaje principal por una versión pusilánime, chillona y confusa. Pero lo peor de toda esta película de una alarmante baja calidad es su final. Uno que además de romper el poco equilibrio que había logrado (y ya era muy poco), convierte a la película en un despropósito total. 

La secuencia de conclusión muestra a Light en la cama de un hospital confesando a su padre sus crímenes. Al mismo tiempo, a L comprendiendo la verdad que persiguió durante semanas y meses. Una escena contradice a la otra y lo que es aún peor, contradice la esencia de ambos personajes. Mientras Light, que jamás mostró remordimiento alguno ahora se disculpa, L decide probar el poder del libro. Y lo hace — o eso cabría suponer — llevado por ¿la rabia? ¿el orgullo? ¿la curiosidad? 

La película de Netflix no lo dice ni tampoco le interesa aclarar. Y para el final de la escena, apenas deja entrever que algo irreparable ha sucedido. Ryuk aparece entre risas para recordar a Light “como son los humanos”. Lo que por supuesto, destroza por completo, la poca premisa sobre el poder y su uso que el film logró sostener. 

El Páramo

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Esta película de terror nihilista tiene mucho más puntos altos que bajos. Pero uno de los lamentables es que para el último tramo, el argumento echa por la borda su tensión elegante y bien construida. Y lo hace, por una urgencia inexplicable de mostrar a la criatura que a lo largo del film, intentó esconder. De hecho, buena parte de la premisa, se basa en la habilidad del director David Casademunt para ocultar pistas. O en sus momentos más inspirados, utilizar el recurso del narrador poco fiable para dotar de tensión al guion.

Pero para el final, la película decae y termina por mostrar al ente inclasificable que acecha a la familia. Y después, en una decisión inexplicable, en mostrar el recorrido del único sobreviviente, en medio de parpadeos autoconscientes. No obstante su estupendo uso de la fotografía y la luz, la escena final rompe el delicado equilibrio del resto del largometraje. 

¿Es necesario mostrar los secretos de una película de inmediato? Podría serlo, a no ser por la cualidad de El Páramo de entrar en los terrenos de la confusión y el miedo. Un traspiés lamentable en un film de considerable calidad. 

El calendario de navidad

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Lo sabemos: se trata de una película de Netflix navideña con todos los clichés y momentos edulcorados del género. Y eso no es precisamente malo o reprobable. Pero en esta ocasión, la noción de la magia, lo maravilloso y lo conmovedor se convierte en una conclusión tan blanda como ridícula. En especial, en una película que intentó, por todos los medios a su alcance, evitar ser la típica historia de la época.

Pero no sólo lo es, sino que lleva la fórmula al extremo. La escena final, incluye regalo sorpresa inexplicable, música cursi de piano y un diálogo torpe sin sentido. Mucho peor, cuando intenta con un empeño considerable hacer llorar a la audiencia (y no lo logra) y por último, celebrar el espíritu de la fecha. ¿Era necesario una sonata de piano a mayor volumen que la voz de los personajes? ¿Las risas falsas? Probablemente no. 

Las películas de Navidad, suelen tener su propio entorno, cualidad y lugar. Pero El Calendario de navidad arruina la magia y de la peor forma posible: haciéndola torpe, sin gracia y al final, vulgar. 

Bright

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Por un tiempo, esta fue la película más vista de Netflix. Eso, antes que el público se sobresaltara por la ínfima calidad de su guion, terribles baches de lógica y desprecio a la coherencia. Pero como si todo eso no fuera suficiente, el film intenta para su última secuencia, el típico final de una buddy movie. Eso, encajado a la fuerza en un argumento mágico que había utilizado lo inexplicable para revivir a un personaje minutos antes. Sin contar a un elfo malhumorado reclamando en voz baja a dos agentes policiacos por información.

Por supuesto, la premisa del film es combinar el mundo mágico con un aire realista y pendenciero. Pero el guion está tan mal construido, que los dos mundos no coexisten, sino que en realidad chocan de forma artificial. El resultado es un híbrido que descolorido que no termina de encajar todas sus piezas. Y lo peor es cuando lo hace — con un esfuerzo de guion mayor — la coherencia de la historia se viene abajo de manera aparatosa. 

Y eso es lo que pasa precisamente con una escena final en la que dos oficiales son reconocidos frente a un entusiasta público. La escena carece de brillo, inteligencia y elegancia. Y mucho menos, con una última toma que muestra a un ¿hada? con cuestionables efectos digitales haciendo muecas a la pantalla. 

Polar

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Una buena pregunta sobre esta película, es el motivo por el cual Mads Mikkelsen aceptó protagonizarla. Pero dejando a un lado las cuestionables decisiones fílmicas del actor, la película de Netflix es un despropósito total. Pero todavía peor, es su final sin sentido, profundidad y lógica y que reivindica (sin necesidad y sin objetivo) a un asesino de una frialdad espeluznante. ¿Era imprescindible mostrar el hasta ese momento oculto buen corazón del personaje? ¿Dejar en evidencia un arco de redención absolutamente desconcertante? 

Lo peor en Polar, es de hecho, la sensación de pieza incompleta. De estructura mal construida y un final abierto que no lleva ninguna parte. Lo que más se lamenta, es que no sólo no conduce hacia ningún objetivo, propósito o conclusión. También, analiza al personaje desde una óptica nueva y abrupta que sorprende por su falta de profundidad. 

Al final, Polar es la suma de sus errores. También, la condición evidente de una película de Netflix que no logra encontrar un sentido a todos los mensajes al subtexto que quiere expresar. Para su amplio plano final, el film parece tan vacío, fragmentado y absurdo como el paisaje que muestra. 

Alerta Roja

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La película tiene todos los problemas (y varios que falta por descubrir) y que abarcan desde su guion hasta su exceso de efectos digitales de mala calidad. Pero sin duda, uno de los peores puntos en una producción de ínfima calidad (a pesa de su costo), es el final. No sólo por el hecho que era predecible prácticamente desde la primera escena, sino por dejar claro que la película no tomó un solo riesgo. 

Que el equipo de sofisticados asaltantes decida actuar en conjunto era previsible. Pero que además, lo haga bajo una recién nacida y absurda amistad, es tanto peor. Mucho más cuando la premisa de la película de Netflix es la capacidad y ambigua de todos los personajes. Pero al parecer, el guion consideró que ya era suficiente juego del gato y el ratón, de modo que les brindó un final feliz. Uno artificial y tan caótico que destroza el poco mérito que la película pudo tener. 

No mires arriba 

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En este caso, es la escena poscréditos la que termina por destruir la secuencia escena final de una película de Netflix que basa su efectividad en lo cínico. Luego de intentar detener un apocalipsis, los personajes se resignan a vivir la catástrofe. Y el resultado es una dolorosa escena final en que puede verse como la destrucción arrasa con el mundo tal y como lo conocemos. Aún entonces, hay espacio para chistes y pequeñas burlas, pero en el marco del horror final de una devastación total. 

Entonces, de una forma por completo inexplicable, la película de Netflix extiende aún más la narración y brinda una escena poscréditos ridícula. Tanto, como para resultar un punto en contra para toda la producción en conjunto. Y aunque es evidente que todo se desliza hacia la idea de una sátira incluso a la idea de la esperanza, en este caso no funciona. 

Lo hace tan poco, como para que la escena (que no era en absoluto necesaria), casi destruya el clima claustrofóbico y duro que dejó la escena final. Una decisión ilógica de montaje que amenaza la película entera. 

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