En agosto de 2020, Elon Musk dejaba ver por primera vez una demostración de su tecnología Neuralink; un proyecto que prometía "resolver importantes problemas cerebrales y de columna", usando un pequeño dispositivo implantado en nuestro cerebro. De esta forma, Musk iniciaba su conferencia, ofreciendo la salvación a un montón de padecimientos neurológicos con un dispositivo del tamaño de una cicatriz.
No obstante, a pesar de todos sus beneficios, hay que recordar que Neuralink sigue siendo un ordenador. Un ordenador minúsculo, sí; pero uno que tiene la capacidad de conectarse a nuestro cerebro. Por esto, muchas alarmas se han encendido en las comunidades de Internet; y es que mientras más complejas las computadoras, más atractivas se vuelven para hackers y compañías malintencionadas.
De esta forma, la humanidad se enfrenta a algo sin precedentes: un ordenador en nuestro cerebro. Y si hasta ahora nuestros simples ordenadores personales y dispositivos móviles ya eran bastante apetecibles para muchos de ellos; ¿qué tanto peligro podría correr nuestro cerebro (y otras partes del cuerpo) con estos implantes biónicos? Neuralink ciertamente es uno de ellos; pero no es el único implante que podría ponernos en peligro.
Los peligros de Neuralink y otros implantes biónicos
Nuestros cerebros contienen información a la que ninguna computadora ha podido tener acceso de forma directa. No obstante, con el uso de interfaces de computación implantadas en los mismos, esto podría cambiar. Con Neuralink, la barrera entre el cerebro humano y los ordenadores podría verse disuelta por primera vez en la historia.
Por supuesto, las comunidades de hackers y las de computación han evolucionado en conjunto; y en muchas ocasiones por causa del otro. Hasta ahora, la primera ha experimentado una sofisticación sin precedentes; y dentro de ella encontramos varias ramas. Las más resaltantes son los hacktivistas y los ciberdelincuentes. Estos últimos, por su parte, se han llevado casi todos los focos de atención, empañando así la reputación de un grupo entero de personas que tenía buenos motivos.
¿Qué sucederá cuando la barrera entre cerebros y máquinas quede disuelta? En caso de suceder, podríamos encontrarnos ante un escenario totalmente nuevo para la humanidad. ¿Cómo luciría un ser humano "hackeado"? Las consecuencias, por supuesto, podrían ser catastróficas.
Dispositivos como Neuralink implican varios retos para sus fabricantes y usuarios. Hasta ahora, sabemos que Neuralink funcionará con conexiones Bluetooth que nos permitirán emparejar nuestro cerebro con nuestro dispositivo móvil. Pero aquí entra otra cuestión. ¿Qué clase de aplicaciones y personas podrán acceder a nuestros datos? ¿Podría un hacker en una compañía importante entrar a la actividad cerebral? ¿Podría llegar a manipular o extraer información existente? ¿Cómo lo detendríamos? Hace unos años veíamos el caso de cómo un fallo permitía a hackers tomar el control de implantes cardíacos.
Con el paso del tiempo hemos podido ver cómo los sistemas operativos y el hardware de nuestros dispositivos se ha ido actualizando para reforzar su seguridad y privacidad. Cámaras web con indicadores led; sistemas operativos que te avisan cuando el micrófono está siendo usado por una app... Todo esto tiene una solución sencilla en caso de emergencia, y es el apagar el dispositivo. No obstante, ¿cómo podríamos actuar en caso de un hackeo a nuestro cerebro? ¿Cómo podemos apagarlo si no podemos desconectar el Neuralink y otros implantes de una manera tan natural como apagar un móvil?
Los ciberdelincuentes no son lo único para tener en cuenta
Por otro lado, no solo nos enfrentamos a hackeos de posibles agentes maliciosos. En la actualidad, gran parte del robo y venta de datos no es llevado a cabo ni siquiera por los ciberdelincuentes; sino por las propias compañías. Casos resaltantes como Facebook nos han demostrado que no debemos confiar nuestra información de buenas a primeras a este tipo de empresas. Además, han representado un duro golpe a los organismos gubernamentales a la hora de aplicar sanciones sin socavar sus intereses económicos y estratégicos con dichas compañías.
¿Podría alguna empresa de este tipo acceder a nuestra información cerebral? Y en caso de otro tipo de implantes, ¿podrían acceder a esa información también? Imagina una compañía al estilo Facebook vendiendo imágenes obtenidas a través de ojos biónicos, información de actividad cerebral conseguida a través del Neuralink; o incluso la venta de registros cardíacos gracias a los implantes biónicos para el corazón.
Con el paso de los años, Internet le ha dado una gran importancia a la personalización. A las cookies de Internet; a saber qué quieren los usuarios, cómo lo quieren y cuándo. Por esto, grandes compañías han lucrado obteniendo datos de las costumbres de los internautas al navegar; y es que con solo saber en qué páginas entras y qué haces en ellas, pueden crearse un perfil casi exacto de ti.
De esta forma, ¿qué podrían hacer con la información que solo se encuentra en nuestro cerebro? Si han sido capaces de armarse una imagen acertada de los usuarios con solo saber a qué dan "Me gusta" y cuándo lo hacen; solo imagina las posibilidades de una compañía al acceder a nuestro registro de actividad cerebral y generar una imagen a través de ella. Cómo nos sentimos con ciertos productos, servicios y experiencias; todo esto expuesto y al servicio de terceros sin nuestro consentimiento.
¿Quién garantiza el soporte para estos implantes?
Por otro lado, queda un tema igual de importante que tocar; y se trata del soporte de los fabricantes a sus implantes. Recientemente nos llegaba una escalofriante historia donde veíamos a usuarios de implantes biónicos oculares quedar tirados sin soporte. No solo el soporte a nivel de software, sino también a nivel de hardware; es decir, sin ningún tipo de garantías, reparaciones o acceso a repuestos para las piezas de dichos implantes.
Esto lleva a imaginar una situación en la que muchas personas que dependan de estos dispositivos no puedan acceder a recambios o actualizaciones de los mismos. ¿Qué sucede si alguna de estas compañías quiebra o desaparece? ¿O si simplemente decide no apostar más por el dispositivo y pasar a otro de siguiente nivel?
Cabe destacar que no estamos hablando de un móvil o un ordenador; ambos agentes externos a nuestro cuerpo, y que siempre podremos seguir usando hasta que no puedan ofrecer más. En este caso se trata de la salud de los usuarios, y es que estamos hablando de gadgets que van conectados directamente a nuestros cerebros, ojos, extremidades y otras partes del cuerpo humano. Por esto, es importante un soporte continuo para garantizar la seguridad y privacidad de la información que manejan dichos implantes biónicos; así como también la salud y bienestar de los clientes. No son dispositivos que podamos remover o instalar por nuestra cuenta y, por lo tanto, surge la duda de cuánto costará mantenerlos en el tiempo. ¿Es rentable para las compañías y para los usuarios?
Ojos biónicos como el Argus II llegaban con un precio base de 150 mil dólares; una cantidad que podía elevarse hasta casi el medio millón incluyendo otros gastos como la cirugía para implantarlo y el posterior proceso de rehabilitación. No obstante, quienes confiaron en los ojos biónicos de esta compañía ahora se encuentran a la deriva, sin soporte de ningún tipo; y con el CEO de la empresa ofreciendo escalofriantes declaraciones que no dejaron tranquilo a ninguno de sus clientes: "el pasado simplemente no es relevante para el nuevo futuro".
Un nuevo mundo de regulaciones para compañías
Por supuesto, al igual que sucede con todos los demás dispositivos electrónicos, Neuralink tendrá que pasar por cientos de pruebas y procesos antes de aprobarse finalmente su comercialización. Además, se espera que, por la naturaleza de este dispositivo, las pruebas sean incluso más rigurosas; y es que estamos hablando de conectar partes de nuestro cerebro a un dispositivo electrónico.
De momento, Musk necesitará la aprobación de la FDA en Estados Unidos para poder comenzar las pruebas clínicas de sus implantes. En caso de que se detecte algún tipo de anomalía en el dispositivo robótico y su funcionamiento en el cerebro, el proyecto entero podría ponerse en jaque hasta un próximo aviso. No obstante, para que dispositivos como Neuralink sean seguros, no solo es necesario que pasen las pruebas médicas.
Después de todo, conectar un dispositivo a nuestro cuerpo y posteriormente usarlo para conectarlo a nuestro teléfono móvil y ordenador conlleva varias cosas. Entre ellas la posibilidad de que agentes externos a nosotros puedan interactuar con dicho implante sin el consentimiento del usuario.
En años recientes se viene luchando contra las conductas y políticas de ciertas compañías, quienes usan la información de sus usuarios para venderlas a terceros. Si hasta ahora dichas compañías habían logrado lucrar de forma significativa usando simplemente nuestras costumbres al navegar; ¿qué podrían hacer al tener acceso a nuestra actividad cerebral y a nuestra respuesta cuando algo nos agrada o desagrada?
Dispositivos como Neuralink podrían abrir la puerta a un nivel de anuncios dirigidos que no conocíamos hasta ahora; sobre todo si pensamos mezclarlos con tecnologías de realidad mixta, que podrían ayudar a formar el mundo digital de cada persona. No obstante, todo en exceso es malo; y serán necesarias medidas regulatorias bastante fuertes para que las compañías y terceros no se aprovechen de esta tecnología en busca de un beneficio.
Por supuesto, implantes tecnológicos como ojos biónicos, extremidades robóticas, dispositivos para la escucha y hasta el propio Neuralink son adiciones increíbles a la ciencia y la humanidad. Todos ellos buscan solucionar problemas específicos para mejorar la calidad de vida de muchas personas; y muchos de ellos han logrado hacerlo exitosamente. Asimismo, el avance tecnológico es una pieza clave para el progreso de la humanidad. Sin embargo, hay que recordar que mantener el "elemento humano" de la seguridad y la privacidad sigue siendo lo más importante para los usuarios.
Neuralink sigue en una etapa temprana de su desarrollo. Por esto, todavía falta mucho tiempo para la adopción masiva de dicha tecnología -si es que sucede-; y muchísimo más para que los ciberdelincuentes y las compañías encuentren la mejor forma de sacarle provecho. No obstante, el avance tecnológico es una fuerza imparable, y tenemos que estar preparados para cuando llegue.