Una dieta rica en alimentos ultraprocesados puede dañar cerebros envejecidos, afectando habilidades cognitivas como la memoria. Al menos, eso es lo que se ha observado en ratas, en un estudio que acaba de publicarse en Brain, Behavior and Immunity, de la mano de científicos de la Universidad Estatal de Ohio. Además, en el mismo trabajo observaron también que este efecto perjudicial puede deshacerse en parte con ayuda de un buen aporte de ácidos grasos omega-3 DHA, presentes en alimentos como el salmón.
Esto solo se observó en roedores de edad avanzada, lo cual no quiere decir que podamos hincharnos de alimentos procesados mientras todavía nos consideremos jóvenes. Estos productos llevan muchos más perjuicios que beneficios y sus efectos, que en un principio pueden parecernos inofensivos, podrían terminar jugándonos malas pasadas cuando seamos mayores.
Es cierto que este estudio se ha llevado a cabo en ratas, por lo que habría que comprobar si es extrapolable a humanos. Pero los efectos perniciosos que podemos sufrir si basamos nuestra dieta en los ultraprocesados están más que estudiados en nuestra especie. De eso no hay duda.
¿Qué son los alimentos ultraprocesados?
Como su propio nombre indica, los alimentos procesados son aquellos que han requerido de un procesamiento de varios ingredientes para llegar hasta ellos.
Los hay de muchos tipos, desde una mezcla de legumbres envasadas hasta un paquete de galletas de chocolate. Y no todos son iguales, pues que un alimento sea procesado no es indicativo de que no sea sano.
Por ejemplo, la mezcla de legumbres es totalmente saludable. Las galletas de chocolate no. Y esto último es importante, pues no lo serán tanto si las compramos en el supermercado, como si las hacemos en casa o si en vez de endulzadas con azúcar de mesa llevan miel, panela o dátiles. En cualquiera de esos casos son productos de los que se consideran de consumo ocasional.
Esos alimentos cuyo nivel de procesado indica que también lleven grandes cantidades de grasas saturadas, azúcares o harinas refinadas son los que se conocen como ultraprocesados. A menudo se nos vende que el problema de estos productos son los aditivos, pues también suelen tener grandes cantidades de los mismos. Pero el problema no está en ellos, sino en todas las sustancias mencionadas con anterioridad.
Es eso, básicamente, en lo que nos debemos fijar a la hora de mirar las etiquetas en el supermercado. Porque sí, existen otras reglas para diferenciar procesados de ultraprocesados, como si se pueden distinguir a simple vista los ingredientes que las conforman. En el bote de legumbres se diferencia cada una de ellas. En las galletas no podemos ver el cacao, la harina, la mantequilla y el azúcar, por ejemplo. Pero en una crema de verduras tampoco lo vemos y las hay que son alimentos procesados saludables.
¿Cómo afectan al cerebro?
Teniendo todo esto en cuenta, los autores de este estudio alimentaron a las ratas con productos equivalentes a ultraprocesados de consumo humano como las bolsas de patatas fritas, las pizzas o algunas carnes procesadas. Aunque no todas recibieron esta alimentación, sino que se dividieron en tres grupos.
A unas se les suministró su dieta habitual, formada por 32% de calorías de proteínas, 54% de carbohidratos complejos a base de trigo y 14% de grasas. Otras recibieron esa dieta que imita los ultraprocesados, compuesta por 19,6% de calorías de proteínas, 63,3% de carbohidratos refinados, como el almidón de maíz, la maltodextrina y la sacarosa, y 17,1% de grasas. Finalmente, en el tercer grupo se les dio a comer esta misma dieta, pero acompañada de suplementos de ácidos grasos omega 3 DHA.
Por otro lado, cabe destacar que en cada grupo había ratas de dos edades: 3 meses y 24 meses.
DHA al rescate
Se dejó que los animales se alimentaran de este modo durante 4 semanas. Después se procedió a realizarles algunas pruebas para evaluar sus habilidades cognitivas. Además, se les sometió a un análisis de su expresión génica en el cerebro. Es decir, para ver qué instrucciones de su ADN habían comenzado a usarse más al someterlas a esa dieta.
Así, pudieron ver que las ratas del segundo grupo habían aumentado la expresión en la amígdala y el hipocampo de un gen que codifica una proteína altamente relacionada con la respuesta inflamatoria. Si esta proteína se está sintetizando más, indica que la inflamación en el cerebro aumenta y eso puede ser muy perjudicial a nivel cognitivo. De hecho, estos roedores también se desempeñaron peor en las pruebas de memoria. Y tampoco mostraron comportamientos de miedo anticipatorio ante las señales de peligro, lo cual indica que su amígdala, esencial para esta tarea, no estaba funcionando bien.
Esto no ocurrió en las ratas más jóvenes ni en las que se suplementaron con DHA. No obstante, los propios autores del estudio han querido remarcar que estos ácidos grasos no son un salvavidas. Pueden revertir parte de los efectos sobre el cerebro, pero los alimentos ultraprocesados pueden ser perjudiciales a muchos otros niveles, interviniendo en el desarrollo de obesidad, enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer, entre otras patologías.
Para evitar esto, en declaraciones a Medical Express han aconsejado a los consumidores que busquen en las etiquetas componentes como la fibra o los carbohidratos de calidad. Esa es la clave, conocer qué debemos buscar en una etiqueta, pero sin llegar a obsesionarnos tampoco. No es necesario contar los ultraprocesados que comemos, como ya se ha visto que no lo es contar las calorías. Esto es algo que deberíamos recordar a la hora de alimentarnos en el futuro. Lo importante es comer con cabeza; porque, visto lo visto, es la mejor forma de que en un futuro no terminemos por perderla.