Los recuerdos son uno de los regalos más valiosos de los que disponemos los seres humanos. Los buenos nos hacen revivir momentos magníficos, en los que fuimos tan felices que quedaron grabados en nuestra mente. Incluso los malos tienen su parte positiva en ciertas ocasiones, en las que las malas vivencias se aferran a nuestra memoria para dejarnos claro lo que no nos gusta o no deberíamos volver a hacer. También son la mejor conexión que tenemos con aquellos que ya no están o que hace mucho tiempo que no vemos. Por eso nos resulta tan aterradora la idea de quedarnos sin ellos.

Por desgracia, con el paso del tiempo algunos de estos recuerdos, antes grabados con gran viveza, van desapareciendo de nuestra mente, incluso en ausencia de cualquier trastorno. Si además se desarrolla alguna afección neurodegenerativa, como el alzhéimer, se inicia una carrera entre la memoria y la enfermedad, en la que, lamentablemente, siempre termina venciendo la segunda. ¿Pero se puede hacer algo para ralentizar a la enfermedad y hacer la carrera al menos un poco más larga? Para dar respuesta a esta pregunta en Hipertextual nos hemos puesto en contacto con Begoña Martínez Herrada, neuropsicóloga del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca.

Empieza la carrera

Una vez que una persona ha sido diagnosticada con alzhéimer se intenta ralentizar la evolución de la enfermedad, intentando que mantenga su funcionamiento cognitivo. “Para ello tenemos que hablar de Estimulación Cognitiva (EC), que se engloba dentro de las llamadas Terapias No Farmacológicas”, explica Martínez Herrada. “Es el conjunto de técnicas y estrategias que tienen como objetivo mantener y/o potenciar la capacidades cognitivas (atención, memoria, lenguaje, razonamiento…) con el fin de ralentizar el curso de la enfermedad”.

Estas terapias tienen una base neurobiológica, que se fundamenta en que la estimulación favorece cambios en la plasticidad cerebral, ¿pero qué es esto exactamente? “Consiste en la capacidad del sistema nervioso para modificar su estructura y su funcionamiento como reacción y adaptación a la diversidad del entorno”, aclara la neuropsicóloga. “En otras palabras, la plasticidad cerebral permite al cerebro establecer nuevas conexiones sinápticas entre neuronas y la estimulación cognitiva (o entrenamiento) tendría como objetivo aumentar y consolidar estas conexiones, para obtener una mejora en el funcionamiento cerebral”.

Esta formación de nuevas conexiones es también beneficiosa porque con ella se mejora la reserva cerebral, que hace referencia a la capacidad que tiene el cerebro de minimizar o “compensar” el daño cerebral mediante la utilización de conexiones alternativas. “Así, a pesar de tener una enfermedad neurodegenerativa, el cerebro funcionaría lo más normal posible y los síntomas darían la cara más tarde”.

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Por lo tanto, debemos visualizar el cerebro como un bosque, formado por un gran número de árboles, cuyas ramas permiten desplazarse de uno a otro. El “entrenamiento” facilitado por la estimulación cognitiva permite que se formen nuevas ramas, de modo que, a pesar de que la enfermedad pode algunas de ellas, sigan quedando otras opciones por las que desplazarse. De momento el alzhéimer es un trastorno incurable, por lo que finalmente terminará venciendo al poda, pero si el proceso se puede ralentizar y posponer el final lo máximo posible, mejor que mejor.

¿Cómo se pueden fabricar nuevas ramas?

Para mejorar la reserva cognitiva en personas con alzhéimer es importante tener hábitos físicos y mentales saludables, pero también ejercitar el cerebro, a través de las terapias de estimulación cognitiva, que se complementan con los tratamientos farmacológicos, para ralentizar el transcurso de la enfermedad. “A todo esto se unen otros tipos de terapias, como la de reminiscencia o la musicoterapia”, añade la especialista.

La terapia de reminiscencia consiste en hacer que el paciente piense o hable sobre la propia experiencia vital, comparta recuerdos y reflexione sobre su pasado. De este modo se estimula un tipo concreto de memoria, conocida como episódica o autobiográfica, aunque también otros factores, como la atención y el lenguaje. Para ello se utilizan elementos que ayuden e evocar sensaciones o recordar vivencias. Estos elementos pueden ser de muchos tipos, desde objetos hasta olores o sabores, pasando por fotografías de diferentes momentos de su vida.

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Todas estas terapias no solo se llevan a cabo en la práctica clínica, sino que el paciente puede llevar parte de ellas en privado. “En casa se recomienda que estén activos, que lean el periódico o una revista, escriban un breve diario de lo que han hecho durante el día, vean fotografías (antiguas y actuales), escuchen música de su época, practiquen juegos de mesa (cartas, parchís, dominó), participen en las actividades de la casa y mantengan aficiones y hobbies”, puntualiza Martínez Herrada. “Hay que evitar el sedentarismo y que la persona se aísle. En definitiva, que se mantengan activos, ya que lo que se deja de hacer, se olvida”.

¿Y si no hay diagnóstico?

Muchas personas no han sido diagnosticadas con alzhéimer y puede que no lo sean nunca, pero quieren comenzar a prevenir el deterioro cognitivo característico de la edad. Para ello también hay ciertos “trucos” que pueden ayudarles a mejorar su reserva cognitiva.

“Lo más importante es mantenerse activos mentalmente”, subraya Begoña. “Estar informado de lo que ocurre a su alrededor, leer, viajar, aprender, llevar una vida saludable, hace ejercicio físico, seguir una buena alimentación y mantener buenas relaciones sociales. Esos serían los pilares básicos para prevenir el deterioro cognitivo”.

De hecho, el tema de la práctica de deporte es algo que se pone de manifiesto en numerosos estudios, como el publicado en Nature Medicine en enero de este año por un equipo de científicos de la Universidad Federal de Brasil y la Universidad de Columbia. En él se pone de manifiesto el papel de la irisina, una hormona producida en mayor cantidad durante el ejercicio físico, que ha mostrado estar implicada en el rescate de la actividad sináptica y la memoria en pacientes con alzhéimer. Esto mostraría por qué la actividad física es tan beneficiosa en estas personas, pero también en las que quieran prevenir el deterioro cognitivo, a pesar de no haber recibido ningún diagnóstico.

Reserva cognitiva, hábitos mentales saludables y Alzheimer

Cabe destacar también la importancia de escribir, e incluso dibujar, para ejercitar la memoria. Esto es algo que se ha demostrado en el pasado en adultos jóvenes, ya que suelen fijar mejor nuevos recuerdos a través del dibujo de conceptos, por encima de la escritura. Sin embargo, hasta el año pasado no se había mostrado formalmente en personas de mayor edad. Lo hizo finalmente un equipo de científicos de la Universidad de Waterloo, que basaron su trabajo en un hecho anatómico. Se sabe que las pérdidas de memoria características de la edad suelen ir unidas al deterioro de las estructuras cerebrales críticas involucradas en la memoria, como el hipocampo y los lóbulos frontales. Por el contrario, las regiones de procesamiento visuoespacial del cerebro, involucradas en la representación de imágenes, están casi intactas en el envejecimiento normal y también en la demencia. Esta idea les llevó a realizar una serie de experimentos, en los que participaron voluntarios jóvenes y de edad avanzada. En el primero se les presentaron 30 sustantivos, de uno en uno, y se les pidió que los recordaran, unas veces dibujándolos y otras copiando la palabra repetidamente. En el segundo se añadió que los participantes debían enumerar las características físicas del objeto mencionado. Finalmente, se comprobó qué palabras recordaban, concluyendo que las que se habían dibujado se recordaban más que las escritas, incluso si para estas se habían enumerado sus características.

Está de acuerdo en esto la neuropsicóloga entrevistada por este medio, aunque con algunos matices:

Es verdad que al dibujar se realiza un procesamiento más profundo de esa información que queremos recordar y eso hace que sea más fácil poder recuperarla a posteriori, como se ha podido comprobar con varios estudios recientemente. Por mi experiencia, en pacientes con alzhéimer ese beneficio no es tan claro, ya que se necesitan ciertas capacidades que empiezan a fallar desde el principio cuando un paciente sufre deterioro cognitivo.

Cualquier persona mayor que esté interesada en comenzar a ejercitar su mente, además de su cuerpo, puede consultar el ayuntamiento y los centros de mayores de su localidad, pues cada vez es más frecuente que estas instituciones ofrezcan talleres de memoria de forma totalmente gratuita. Si ya han sido diagnosticados, estos cursos no les serían útiles, pues están enfocados a pacientes sanos, pero los especialistas en neuropsicología de su centro médico podrán ayudarles a correr bien equipados esa carrera. El final sigue siendo injusto, pero al menos se puede retirar unos cuantos kilómetros la inevitable meta.