No es ninguna tontería decir que las historias que inventamos, en la literatura o el cine, son recombinaciones de otras previas, que original solo puede revelarse el punto de vista a estas alturas y que incluso eso ya parece difícil. Así, no resulta extraño que las escenas de una película o una serie de televisión como Falcon y el Soldado de Invierno (The Falcon and The Winter Soldier, Malcolm Spellman, desde 2021) nos traigan a la memoria las de obras anteriores. Por ejemplo, aquellas sobre John Wick.

Es lo que sucede en el episodio 3 de esta ficción superheroica de Disney Plus, “Power Broker”, después de que Helmut Zemo (Daniel Brühl) lleve a Sam Wilson (Anthony Mackie) y Bucky Barnes (Sebastian Stan) a pedir información sobre el suero de los supersoldados a Selby (Imelda Corcoran), dueña del Brass Monkey de Lowtown, en la isla de Madripoor.

Un encargo letal a través del teléfono móvil

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Disney Plus

Pero todo se va al traste cuando Sarah Wilson (Adepero Oduye) telefonea a su hermano mayor —ojito con el coste de la llamada internacional a un móvil desde Louisiana al Sudeste Asiático—, que se está haciendo pasar a instancias del barón por Conrad Mack, el Tigre Sonriente, un villano de tercera categoría bastante hortera al que no se sabe si podremos conocer en Falcon y el Soldado de Invierno o en alguna otra entrega marvelita.

Entonces, se descubre la impostura de Sam Wilson cuando ella le llama por su nombre, se lía parda y alguien liquida a Selby con un tiro de gran calibre. Y, de inmediato, mientras Wilson, Barnes y Zemo ponen pies en polvorosa, el anuncio de una recompensa de 1.000 bitcoins (unos 60 millones de dólares) por mandarles con la gerente del Brass Monkey es enviado rápidamente a los teléfonos de los matones y sicarios de profesión en Lowtown, que están por todas partes y les persiguen.

Un precio a sus cabezas como a la de John Wick

falcon y el soldado de invierno the falcon and the winter soldier john wick: pacto de sangre
Lionsgate

Con tan letales circunstancias y si uno se ha tragado los filmes sobre el habilidoso asesino a sueldo al que interpreta el canadiense Keanu Reeves (Matrix) y sus secuencias impresionantes de lucha, seguro que ha recordado el final de su primera continuación, John Wick: Pacto de sangre (Chad Stahelski, 2017). Cosa muy entendible si tenemos en cuenta que su guionista es el mismo que el de “Power Broker”, el estadounidense Derek Kolstad (Nadie).

En esta peli, el mafioso Santino D’Antonio (Riccardo Scamarcio) traiciona al protagonista y ofrece siete millones de dólares a quien lo mande al otro barrio, lo que se difunde vía móvil. Y, luego, su presa le mata en el neoyorkino Hotel Continental, contraviniendo las reglas que prohíben agresiones allí. Por este motivo, le excomulgan del lugar, la recompensa se duplica y se extiende al mundo entero. Y también se avisa del asunto a multitud de sicarios en sus teléfonos móviles. Las dos veces, como en Falcon y el Soldado de Invierno.

“Los objetivos se ven obligados a caminar por las calles escuchando el zumbido de los teléfonos celulares a su alrededor, con la mirada amenazadora de asesinos ocultos ardiendo en sus espaldas”, explica Craig Elvy en Screen Rant. “Ambas escenas sorprenden al espectador al revelar que los asesinos no son necesariamente quienes esperarías, con John Wick siendo atacado por un músico callejero del metro y el Equipo Zemo siendo interceptado por vendedores ambulantes”.