El planteamiento inicial de The X-Files (Chris Carter, desde 1993), una de las series más famosas, imperdibles e influyentes de la historia televisiva, no era humorístico. No obstante, en los personajes protagonistas, los agentes Fox Mulder (David Duchovny) y Dana Scully (Gillian Anderson), siempre ha habido una vena irónica. Esto se ve desde el episodio piloto en sus conversaciones y, por esta razón, no resulta nada extraño que acabasen apareciendo capítulos decididamente cómicos. “Humbug” (2x20), que contiene una escena descacharrante con el señor Nutt (Michael J. Anderson), fue el primero de todos. Y, hasta ahora, nos han ofrecido más de una veintena.

Entre los más destacados, podemos señalar también “Clyde Bruckman’s Final Repose” (3x04), con un impagable Peter Boyle (El jovencito Frankenstein) para el mejor episodio de la tercera temporada. Y “Small Potatoes” (4x20), cuya escena sobre Star Wars es una de las más maravillosamente delirantes que uno puede ver en The X-Files. O el delicioso y juguetón homenaje de “The Post-Modern Prometheus” (5x05). E incluso “Monday” (6x14), una de las cumbres indiscutibles de la serie, nos brinda una estupenda comicidad además de escalofríos tremendos. Y la locura increíble de “Je Souhaite” (7x21) tal vez constituye el último gran capítulo humorístico que nos han regalado.

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Fox

Pero no cabe duda de que “Bad Blood” (5x12), dirigido por Cliff Bole (V) y guionizado por Vince Gilligan (Breaking Bad), es el más sobresaliente. Porque nos hace disfrutar del ingenio hilarante de esta mítica ficción en mayor medida que el resto. Se trata del segundo sobre vampirismo tras “3” (2x07) de los dos que hay en The X-Files. Y su propuesta es una narración subjetiva a dos bandas de los mismos hechos, más una tercera, con una autoparodia lúcida y brillantísima. Es capaz de arrancarnos carcajadas cada dos por tres, y David Duchovny (Californication) y Gillian Anderson (Hannibal) están soberbios en las dos versiones de sus personajes.

Ambos artistas acostumbran a darnos lo mejorcito de sí, pero su labor en “Bad Blood” es de las más sobresalientes en The X-Files. Aportan a sus interpretaciones los matices exactos que requieren según el libreto inteligentísimo del astuto Vince Gilligan. Así, gran parte de la efectividad del episodio se debe a ellos. Y a Luke Wilson (La verdad duele), que nos obsequia con un encantador trío de su sheriff Lucius Hartwell. Por otro lado, si no se pueden cuestionar las capacidades del compositor Mark Snow (Smallville) después de legar a la música el inolvidable tema de los títulos de la serie, aquí nos gratifica con una espléndida partitura acorde al tono del capítulo.

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Y uno se refiere a obsequios y regalos al hablar de “Bad Blood” porque es tal cosa de principio a fin. Desde que nos desconciertan con lo que parece una mayúscula metedura de pata in media res, pasando por un desarrollo con repeticiones imprescindibles para el concepto general del humor en el que se sustenta, hasta el sorprendente giro con el que termina. Y es el mejor episodio cómico de The X-Files porque las muestras de perspicacia en este sentido son constantes. No hay irregularidad alguna. Lo que, junto con la sensatez audiovisual del veterano Cliff Bole, lo convierten en una pieza que debiera estudiarse como ejemplo de obra maestra televisiva.

Sin embargo, existe una precaución que se debe tomar antes de sentarse a ver el imborrable “Bad Blood” si de veras quiere uno partirse la caja con él. Está realizado desde la absoluta comprensión de la médula narrativa de The X-Files y de las esencias personales de Fox Mulder y Dana Scully. De modo que la autoparodia no es gratuita ni lo más mínimo. Y, para apreciarlo en toda su incontestable genialidad, el espectador ha debido zamparse los episodios de las temporadas anteriores y de la quinta, a la que pertenece. Únicamente de esta manera podrá alcanzar el mismo entendimiento que Chris Carter y Vince Gilligan y llorar de la risa con sus ocurrencias.

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