Por el triste brete en el que terminan los personajes de The Mandalorian (Jon Favreau, desde 2019), la serie televisiva de Disney Plus de la que están pendientes los seguidores de Star Wars, en “The Tragedy” (2x06), uno se descubre deseando ver el siguiente capítulo, “The Believer” (2x07). Continúa según el plan que Din Djarin (Pedro Pascal) traza en el último tramo del anterior. Pero eso supone que los guionistas pretenden dilatar la intrigante situación con una nueva trama episódica en vez de ir directamente a resolverla sin dilación. De modo que, nos guste o nos fastidie, es lo que hay.
Por otro lado, una reaparición más, ya prevista, de cierto personaje insiste en la idea grata de que The Mandalorian se aleja de los desechables. No comete el error de Fear the Walking Dead (Robert Kirkman y Dave Erickson, desde 2015), por ejemplo, al no aprovechar a un tipo tan carismático y con tantas posibilidades como Emile LaRoux (Demetrius Grosse) en “The End Is the Beginning” (6x01). Es decir, nos presenta a un buen número de seres de ficción que no van a desaparecer a la primera de cambio. Y sacarles todo el jugo posible se puede considerar una muestra de lucidez y respeto narrativos.
Y una de las cosas que caracteriza al bueno de Mayfeld (Bill Burr), al que conocimos en “The Prisoner” (1x06), es su personalidad desafiante. Algo que en “The Believer” sirve para poner en duda, y de manera más elocuente que Bo-Katan Kryze (Katee Sackhoff) en “The Heiress” (2x03) por su sencillo sentido común, el estricto código mandaloriano de Din Djarin. Además de sugerir primero determinadas implicaciones políticas de un imperialismo que podemos reconocer de nuestro propio mundo. Y eso antes de plantear una eficaz secuencia de acción al estilo del asalto y robo de un tren del western.
Nos trae a la memoria, por otra parte, la larguísima del tanque alemán en Indiana Jones y la última cruzada (Steven Spielberg, 1989). Pero lo que nos termina dando qué pensar es el deus ex machina con el que se solventa, otro más en The Mandalorian. No solamente porque uno tiene la sensación de que abusan un poco de este recurso de por sí cuestionable, sino porque este deus es imperial. Y el cuestionamiento del código mandaloriano no era gratuito por lo que ocurre a continuación. Una gran sorpresa que nos deja claro que el protagonista está dispuesto a todo por el pequeño orejudo.
La irrupción en una base del Imperio Galáctico, según la costumbre inveterada de Star Wars, conduce a una tensa escena de fingimiento. La cual no hay razón para que no nos recuerde al diálogo más extenso de Malditos bastardos (Quentin Tarantino, 2009). Pero lo que de veras interesa de la de “The Believer”, que acaba con otro tiroteo, es que matiza la personalidad de Mayfeld. Ahora le conocemos mucho mejor, hasta el punto de que logran cambiar nuestra perspectiva sobre el personaje. Y, pese a las reticencias previas por la trama episódica en vez de ir al grano, uno se da por satisfecho.
Y, por si lo anterior fuera poco, tanto Bill Burr (Breaking Bad) como Richard Brake (Munich) en la piel del oficial Valin Hess están espléndidos. El uno transmite maravillosamente el polvorín de rabia que alberga en su interior, y el otro impone y causa tanta inquietud como es debido. Y, por si había dudas sobre lo que Baby Yoda significa para Din Djarin, él mismo lo expresa sin tapujos en la amenazante escena final. A siete días para el desenlace de la temporada dos de The Mandalorian, esto solamente alimenta más las ganas que tenemos de que se líe pardísima.