Los océanos encierran muchos tesoros, desde las perlas de las ostras hasta las joyas de los naufragios. Pero también se pueden encontrar en ellos otro tipo de bienes aún más valiosos, pero bastante menos materialistas. Es el caso de la plitidepsina, un fármaco contra el coronavirus hallado en el mar.

Se trata de un principio activo procedente de un invertebrado marino, con una historia muy interesante detrás. Inicialmente comenzó a investigarse su uso como antitumoral, pero resultó tener también una gran eficacia inhibiendo la replicación de algunos virus, entre ellos ese que lleva meses sembrando el pánico en el mundo entero.

Del Caribe a Ibiza: un fármaco contra el coronavirus hallado en el mar

El descubrimiento de este compuesto es obra de PharmaMar, una compañía biofarmacéutioca española que se inspira en el mar para el descubrimiento de moléculas con actividad antitumoral. A pesar de ser esta su principal función, recientemente han puesto en marcha una unidad de virología destinada a investigar moléculas que puedan tener una actividad antiviral. Así tuvo lugar el cambio de finalidad de la plitidepsina, ¿pero cómo empezó todo?

En realidad, habría que remontarse prácticamente a varios siglos atrás, cuando los primeros barcos que viajaban desde América hasta Europa trajeron pegadas a su estructura algunas colonias de Aplidium albicans. Este es un pequeño animal marino invertebrado, que se cree que tiene sus orígenes en las aguas cálidas del mar Caribe, pero que quizás de este modo llegó a proliferar en el Mediterráneo. A día de hoy se encuentra en varias zonas de este mar. Concretamente, los científicos de PharmaMar lo recolectaron en las aguas de Ibiza.

Así empezó un procedimiento de prueba y error, dirigido a ir estudiando el efecto de los extractos obtenidos de dicho organismo sobre diferentes tipos de cáncer. Una vez que se seleccionan los tumores sobre los que tiene un potencial terapéutico se analiza qué principio activo concreto ha sido el responsable del efecto observado. El resultado fue que la plitidepsina podía actuar sobre cuatro tipos de cáncer diferentes. Pero también mostraba actividad antiviral, todo gracias a su potencial para inhibir una proteína concreta: la EF1A.

Una proteína para vencerlos a todos

La proteína EF1A tiene un abanico muy amplio de funciones. Entre ellas, se encuentra el reciclaje de las toxinas producidas por determinados tipos de cáncer. Estas son proteínas malformadas que, en caso de acumularse, acabarían provocando la muerte de la célula tumoral. Sin embargo, gracias a EF1A, pueden volver a convertirse en aminoácidos, que son los “ladrillitos” que componen cualquier proteína, y renovarse continuamente.

La plitidepsina se une a EF1A y evita que lleve a cabo esta función, facilitando la muerte de las células tumorales. Pero no es su única función. También tiene otra que la convierte en un posible fármaco contra el coronavirus hallado en el mar.

Y es que, además de esa maniobra de reciclado, también puede actuar como transportador para ayudar al virus a entrar en el núcleo celular. Se ha comprobado que ocurre con varios virus, como el del dengue, el zika, el SARS-CoV-1 y ahora también el SARS-CoV-2.

Tras este hallazgo, comunicaron sus resultados al equipo del CSIC del virólogo Luis Enjuanes, que procedió a comprobarlo mediante la realización de ensayos in vitro. Puso varios cultivos de células infectadas en contacto con plitidepsina, de nombre comercial Aplidina, y vio que, efectivamente, la replicación del coronavirus se detenía con una gran eficiencia.

También lo hizo el virólogo del Hospital Mount Sinaí, de Nueva York, Adolfo Gacría Sastre. Él previamente había participado en un estudio en el que se determinaba un conjunto de proteínas cuya inhibición podría ser efectiva para detener al SARS-CoV-2. Entre ellas estaba la EF1A. Por eso, cuando supo de la existencia de Aplidina, se dispuso a probarla, con resultados tan prometedores como los de Enjuanes.

Del laboratorio a los hospitales

El hecho de que Aplidina ya se hubiese probado en humanos como antitumoral, podría reducir mucho los pasos para su aprobación como fármaco para tratar la COVID-19. La primera fase de cualquier ensayo clínico va precisamente destinada a comprobar la seguridad del medicamento y eso es algo que ya se ha hecho. Aun así, se repitió este primer paso en un nuevo procedimiento, destinado a analizar su eficacia como antiviral. Ya han finalizado tanto la fase I, como la II, con resultados muy positivos en ambas.

En las pruebas con voluntarios se ha demostrado una notable reducción de la carga viral entre los días 4 y 7 posteriores al inicio del tratamiento. Esto supone una reducción media de la carga viral a día 7 del 50%, y del 70% a día 15.

Además, el 80,7% de los pacientes fueron dados de alta médica el día 15 de hospitalización o antes, y un 38,2% antes del día 8 (según el protocolo, deben estar un mínimo de 7 días ingresados). Finalmente, cabe destacar que en la visita clínica programada el día 30 ninguno de ellos había desarrollado síntomas o signos derivados de la infección por COVID-19.

En definitiva, este fármaco contra el coronavirus hallado en el mar podría ser un buen tratamiento. Todos deseamos con fuerza la llegada de la vacuna. Pero cuando dispongamos de ella, al menos durante un tiempo, tendrá que coexistir con tratamientos como este. Ahora mismo, uno de los que mejores resultados están dando a nivel clínico es Remdesivir. No obstante, Aplidina parece ser incluso más eficaz. La batalla contra el SARS-CoV-2 requiere muchos soldados con los que luchar. Y uno de los más eficaces podría ser el que hace tanto tiempo viajó como polizón desde las lejanas aguas del Caribe.

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