Este año está marcado por la pandemia de SARS-CoV-2, pero no ha sido el único virus que ha llegado a ponernos las cosas difíciles. Solo en España, en el sur hay un brote importante de fiebre del Nilo occidental, e incluso se han dado algunos casos de fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, transmitida a través de picaduras de garrapata en Castilla y León. Todo eso sin contar el descontrol de algunas enfermedades tropicales en otros puntos del mundo. La época de gripes acaba de terminar en el hemisferio sur, pero está a punto de empezar en el norte. El coronavirus no está solo, ni mucho menos. Y la vuelta de la escarlatina podría poner aún más en jaque a la sanidad.

Esta enfermedad, generada por la bacteria Streptococcus pyogenes, se asocia generalmente a tiempos pasados, quizás por su presencia en películas y libros de época, como Mujercitas. Ciertamente, hasta el hallazgo de los antibióticos, este patógeno pasó siglos causando la muerte de millones de personas en el mundo. La mejoría tras este descubrimiento fue tal que muchas personas la conciben como una enfermedad erradicada. Sin embargo, esto no es así. Todavía sigue infectando a humanos, especialmente a niños de menos de 10 años, causando a menudo brotes en colegios. En los países desarrollados, con un buen acceso a la sanidad, esto no suele ser un problema. Pero, por desgracia, en otros sí que siguen muriendo muchos pequeños por esta causa.

Por eso, una epidemia generada en los países asiáticos en 2011, despertó la preocupación de la comunidad científica. El problema continuó con nuevos brotes por todo el mundo. ¿Qué estaba ocurriendo? Ahora, un equipo de científicos de la Universidad de Queensland parece tener la respuesta. Y, aunque parezca extraño, la culpa la tiene también un virus.

¿A qué se debe la vuelta de la escarlatina?

En realidad, hablar de la vuelta de la escarlatina no es del todo correcto, puesto que esta enfermedad nunca se fue.

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Sin embargo, el brote de Asia estuvo seguido por otro en Reino Unido, en 2014, y por varios en Australia. Un pequeño goteo de nuevos brotes se sucedía por todo el mundo, llevando las tasas de la enfermedad, también conocida como fiebre escarlata, cinco veces por encima de su situación anterior. Por algún motivo, parecía que la bacteria había mejorado su capacidad para infectar a los humanos.

La sorpresa llegó cuando estos científicos detectaron una nueva variedad de estas bacterias, que habían adquirido unas toxinas que las convertían prácticamente en “superbacterias”. Y lo más curioso es que las habían adquirido a través de virus que les transfirieron los genes necesarios para ello al infectarlas.

Aunque los más conocidos sean los virus que infectan a animales, también los hay que infectan a otros seres vivos, como las plantas o las bacterias. En muchos de ellos, puede posicionarse en un estado, conocido como profago, en el que el virus permanece atenuado, mientras su genoma se replica junto al del hospedador. De este modo, la célula hospedadora, en este caso una bacteria, puede “utilizar” genes virales, como si fueran suyos. Y eso parece ser lo que está ocurriendo con la bacteria que produce la escarlatina.

Experimentos para demostrarlo

Para comprobar si sus teorías eran ciertas, los autores de este estudio, recién publicado en Nature Communications, procedieron a modificar genéticamente estas bacterias, eliminando los genes que codifican esas toxinas “cedidas” por los virus. Al hacerlo, comprobaron que, efectivamente, su capacidad para colonizar modelos animales de laboratorio se vio claramente mermada.

Por lo tanto, esta parece ser una de las razones de esa vuelta de la escarlatina. No obstante, los propios investigadores apuntan a otros motivos como las resistencias a antibióticos. Y es que, si hasta ahora muchas personas pensaban que la enfermedad era cosa del pasado, es precisamente gracias a esos fármacos. Por desgracia, el mal uso que hacemos de ellos terminará costando muy caro a la humanidad. De hecho ya ha empezado a hacerlo. Ahora tenemos al coronavirus, pero cuando todo esto pase la pandemia de superbacterias seguirá ahí fuera. Y si dejamos que se extienda el de la escarlatina podría ser el menor de nuestros problemas.

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