Varios países de América central y del sur están atravesando una epidemia de dengue que preocupa cada vez más a sus autoridades sanitarias y a la OMS. Durante 2023 se registraron algo más de 4 millones de casos en todo el continente. Y la situación no ha hecho más que empeorar en 2024. De hecho, solo en el mes de enero se reportaron 370.000 casos, la mayoría de ellos en Brasil, con 262.000 pacientes diagnosticados.

Este es el país más afectado por la epidemia de dengue, pero no el único. Argentina, por ejemplo, ha alcanzado su máximo histórico de casos en un solo año. Además, otros países, como Paraguay, Colombia, México y Nicaragua no paran de comunicar nuevos diagnósticos. Esta no es una enfermedad nueva, ni muchísimo menos. De hecho, las epidemias de dengue suelen seguir olas, con máximos cada 3 a 5 años. El problema es que en los últimos años esos máximos han sido mucho más grandes que en el pasado.

La globalización y el cambio climático han llevado a que haya cada vez más mosquitos y en más zonas. No hay más que ver que los mosquitos del género Aedes que transportan a los virus causantes de la enfermedad se encontraban en la década de 1970 en solo 6 países. Ahora, en cambio, podemos ver estos insectos en 130 países de América, Asia y África subsahariana. Afortunadamente, existen algunas vacunas, pero también hay ciertos hándicaps para su administración. Por eso, será necesario tomar muchas más medidas para intentar contener esta última epidemia de dengue.

El problema está en la segunda infección

Esta enfermedad la transmite un mosquito conocido como DENV del que existen principalmente cuatro serotipos. En 2013 se descubrió un quinto en algunos mosquitos de las selvas tailandesas, pero es mucho menos común.

Dengue
Los mosquitos transportadores del dengue se encuentran ya en más de 130 países.

Cuando cualquiera de estos tipos de virus infectan a un ser humano tras la picadura de un mosquito que actúa como vector, pueden ocurrir dos cosas. Si es la primera infección, puede cursar de forma asintomática, o con síntomas muy leves. Algunos ejemplos de ellos son el dolor de cabeza y corporal, la fiebre alta, el cansancio y las náuseas. En cambio, ante una segunda infección con un nuevo serotipo, los síntomas serán muchísimo más graves, pudiendo incluso llegar a producir la muerte por un choque séptico

Por este motivo, en algunos de los países más afectados, como en Brasil, se está empezando a administrar la vacuna únicamente a personas que hayan pasado por una primera infección y residan en zonas endémicas. Ha sido complicado llegar hasta esta vacuna, puesto que no es fácil inmunizar contra cuatro tipos distintos de virus. No obstante, algunos laboratorios han conseguido obtener una vacuna en la que se modifica genéticamente el virus del tipo 2, para que su ADN contenga las secuencias con las que se fabrican proteínas del resto de tipos. Así, una vez que se atenúa para que no cause la enfermedad y se administra a una persona sana, se consigue que su sistema inmunitario produzca anticuerpos contra todos los serotipos del virus.

En esta epidemia de dengue se está empezando a administrar en algunos países. Sin embargo, muchos de ellos no tienen suficiente infraestructura sanitaria ni económica para vacunar a toda la población. Por eso se hace en unos pocos casos muy concretos.

En cambio, en algunos países donde no es endémica, como España, las personas que vayan a viajar por turismo a estas zonas pueden vacunarse. Además, para ello no es necesario que hayan pasado por una infección previa.

¿A qué se debe esta epidemia de dengue?

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El dengue es transmitido por mosquitos del género Aedes. Crédito: Muhammad Mahdi Karim (Wikimedia Commons)

Hace años que se estaba viendo venir una epidemia de dengue tan grande como esta. La incidencia de la enfermedad en el continente americano ha aumentado ocho veces desde el año 2000, principalmente por tres motivos.

Por un lado, se debe a la globalización y el movimiento de personas de unas zonas a otras. Generalmente, cada serotipo del virus se encontraba en regiones distintas. No obstante, el movimiento de viajeros ha llevado a que muchos se mezclen, facilitando esa peligrosa segunda infección. Por otro lado, el cambio climático ha llevado a que hayan aumentado las zonas con temperaturas y humedades propicias para la proliferación de los mosquitos que transportan al virus.

Además, ha sido muy relevante la acumulación de basuras en algunas zonas. Por ejemplo, los expertos alertan que los neumáticos viejos que se abandonan fuera de los vertederos pueden suponer un lugar perfecto para que los mosquitos pongan los huevos y los mantengan cobijados a la espera de unas condiciones propicias para su eclosión.

Si a todo esto le sumamos que durante la pandemia de COVID-19 se frenaron algunas de las medidas de contención de mosquitos en los países más afectados, tenemos un cóctel molotov que no ha tardado en impulsar una gran epidemia de dengue. Por supuesto, hay marcha atrás. Las medidas para prevenir el cambio climático, así como las vacunas y los estudios dirigidos a mantener alejados a los mosquitos que transportan la enfermedad, pueden ser de mucha ayuda. De momento, es importante que las personas que se encuentren en las regiones afectadas eviten exponerse a los mosquitos. Sobre todo en las primeras y últimas horas del día. Y, desde luego, especialmente si ya han pasado por una primera infección. 

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