Los seres humanos, por naturaleza, somos amantes de la conspiración. No importa lo clara que esté la explicación a un hecho concreto. Siempre habrá alguien dispuesto a buscar teorías más “oscuras” y extravagantes. Por eso no es extraño que, al encontrarnos en mitad de una pandemia global, comenzaran a surgir todo tipo de hipótesis disparatadas sobre el origen del virus que la causa. La más extendida, por supuesto, es la que afirma que el SARS-CoV-2 no surgió en la naturaleza, sino que fue creado en un laboratorio, con fines despiadados. Poco a poco, esta creencia se había ido apagando, gracias al esfuerzo de numerosos científicos por explicar que no es posible. Sin embargo, las nuevas declaraciones de una viróloga china, recién escapada de Hong Kong, vuelven a poner el tema en el candelero.
La mujer, en realidad, no ha dado demasiada información. Solo puede sacarse en claro que, según ella, el gobierno de su país sabía de la posibilidad de la transmisión entre humanos antes de que se anunciara públicamente. Lo demás son conjeturas establecidas a partir de unos datos difusos para los que afirma tener pruebas médicas y científicas. En declaraciones a El Mundo ha explicado que está preparando un informe con todas ellas, para darlas a conocer a la población. Hasta entonces, el conocimiento que tenemos al respecto sigue siendo el mismo: que, en base a la ciencia, ese virus no fue creado en un laboratorio, sino que surgió en la naturaleza. Por el a veces endiablado azar de la naturaleza.
¿Qué sabemos de esta viróloga china?
La protagonista de estas declaraciones es la viróloga china Li-Meng Yan, de la Escuela de Salud Pública de Hong Kong.
Aunque su historia llegó a España ayer mismo, de la mano de la entevista concendida a El Mundo, sus primeras declaraciones tuvieron lugar en exclusiva el pasado 10 de julio, en el medio de noticias estadounidense Fox News. Allí explicaba que, como otros muchos científicos de su país, comenzó a estudiar el virus en diciembre, tras la aparición de aquellas primeras neumonías de origen desconocido. Lo hizo en uno de los laboratorios de referencia con los que contaba la Organización Mundial de la Salud en China.
Allí fue donde empezaron sus dudas, después de hablar con un científico del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades chino, que le contó que el gobierno conocía la transmisión entre humanos del virus antes de que se reconociera que era posible. En El Mundo añade que este investigador le habló sobre un brote surgido en una familia, lo cual mostraba la facilidad con la que este patógeno podía moverse entre personas.
Al intentar hablar con algunos de sus superiores le pidieron que no siguiera investigando por ahí, que podría ser peligroso.
Y así fue como decidió escapar del país, rumbo a Estados Unidos, para contar al mundo lo que sabía. En un principio quiso que su marido la acompañara, pero este se mostró en contra de sus pesquisas y se negó a hacerlo. Una vez en el país norteamericano, llamó a sus padres, que le contaron que tanto la casa familiar como su apartamento de Hong Kong habían sido registrados. Desde entonces, se encuentra oculta preparando ese documento en el que, supuestamente, podrá demostrar todo lo que sabe.
De lo que dice la ciencia a lo que dicen los científicos
Un científico, por el hecho de serlo, no tiene por qué llevar siempre la razón. De hecho, una de las primeras “conspiraciones” sobre el coronavirus, la que sostenía que contenía fragmentos del VIH, fue defendida por el mismísimo premio Nobel de Medicina Luc Montagnier.
Esta era una teoría presente en un estudio, publicado en su momento como preprint (sin revisión por pares). Tras darse a conocer, muchos científicos se mostraron en contra de su contenido, asegurando que era metodológicamente incorrecto. Finalmente, sus autores reconocieron estar equivocados y se retractaron del artículo. En realidad, sí que es cierto que había algunos pedazos de ARN en común entre ambos virus, pero simplemente por el hecho de tener un ancestro común; no porque, como muchas personas insistieron en su momento, se utilizaran trocitos de VIH para generar en el laboratorio un coronavirus más mortal.
De hecho, según explicó en su momento la epidemióloga Suiza Emma Hodcroft en declaraciones a Science News, sería como abrir La Odisea, ver que contiene las palabras “el“ y “la” y, al verlas también en otro libro, decir que este contenía fragmentos de la obra de Homero.
Ahora está ocurriendo algo parecido. Una científica, viróloga china para más inri, asegura que no nos han contado toda la verdad sobre el origen del coronavirus. ¿Cómo no va a tener razón?
Entonces, ¿se creó en un laboratorio?
El pasado mes de marzo un equipo internacional de científicos llevó a cabo un estudio en el que se analizaban las razones por las que este no es un virus creado en un laboratorio. Al contrario que el del VIH, no quedó como un preprint, sino que fue publicado en Nature Medicine. Por eso, mientras que la viróloga china no aporte información suficientemente contundente como para derribar lo que se expone en él, la información que contiene será la más fundamentada científicamente de la que disponemos hasta ahora.
Se establecen varias razones por las que es muy poco probable que el virus saliera de un laboratorio, pero pueden resumirse principalmente en dos.
Por un lado, es cierto que se pueden “fabricar” virus sintéticos. Sin embargo, no es posible hacerlo de la nada. Se necesitan unos cimientos o, dicho de otra manera, una "plantilla" sobre la que construir el nuevo virus, generando los cambios necesarios para obtener un fin concreto. Sin embargo, no parecía ocurrir eso con el SARS-CoV-2. La secuenciación de su material genético, obtenida por investigadores chinos en los inicios de la pandemia, y su comparación con otras secuencias víricas conocidas solo encontraron una con un porcentaje de similitud elevado. Se trataba de otro coronavirus, procedente de los murciélagos, que poseía un 96% de coincidencia. No obstante, según explicó a BBC el autor principal del estudio, Kristian Andersen, no es un parecido suficiente, pues el 4% restante es una distancia demasiado elevada para completarse en un laboratorio.
Por otro lado, la “llave” que usa el virus para entrar en las células poseía peculiaridades que nunca habían sido vistas en un virus. Con el tiempo se encontraron en uno que infecta a pangolines, pero este no se conocía antes de la pandemia, por lo que era imposible que se hubiese usado como base.
La naturaleza puede ser tan peligrosa como una conspiración
La mayoría de películas de pandemias comienzan con un laboratorio de alta seguridad y dos escenarios posibles: un virus creado artificialmente o uno que se “escapa” accidentalmente.
Habiendo uno de estos laboratorios cerca del mercado de Wuhan en el que se sitúa el origen de la pandemia, la teoría conspiratoria estaba servida.
Desechada la posibilidad de que se tratara de un virus artificial, queda la segunda opción. Esta, de hecho, parecía mucho más posible para los autores del estudio de Nature. No obstante, había una razón por la que esto no era probable. Se debe a que el virus cuenta con una estrategia defensiva contra el sistema inmunitario humano, basada en un “escudo” a base de azúcares. Las placas en las que se cultivan los virus en el laboratorio emulan hasta cierto punto las condiciones del organismo de un hospedador. En cambio, no añaden una simulación del sistema inmunitario. Por eso, si el SARS-CoV-2 había llegado hasta ella había sido naturalmente, a base de mutaciones que le permitieron saltar de animales a humanos.
En definitiva, podría decirse que es un virus demasiado perfecto para ser creado. Posee una ventaja interesante, consistente en un tiempo de incubación suficientemente largo como para poder difundirse fácilmente de unos hospedadores a otros. Además, en la mayoría de casos la sintomatología es leve o inexistente, por lo que los infectados se encuentran bien y pueden interaccionar entre ellos, facilitando su expansión. El ser humano no es tan perfecto como para crear un virus así. La evolución sí.
¿No le hacemos caso a la viróloga china?
En realidad, en la entrevista concedida a Fox News, Yan no dice en ningún momento que el virus haya sido sintetizado artificialmente. Solo apunta a que pudo saberse de su existencia en China antes de lo que creemos. En El Mundo sí va un poco más allá y añade que “el virus no procede de la naturaleza ni salió del mercado de Wuhan”. La segunda parte, en realidad, ha sido ya muy estudiada. Muchos estudios concluyen que es muy posible que no se originara en el mercado de marisco. Pero eso no quiere decir que no sea natural.
Si quiere asegurar que no es natural, deberá aportar pruebas que lo demuestren. Y, de momento, no lo ha hecho. Por eso, por muy atractivo que sea dejarnos llevar por la conspiración, las evidencias científicas son las que son.
De cualquier modo, como población, solo hay unas pocas cosas que tenemos que hacer, independientemente de cuál fuera el origen del virus. Sin invirtiéramos en seguir las medidas de seguridad el mismo tiempo que en dejarnos llevar por las hipótesis novelescas nos iría muchísimos mejor. Nunca es tarde para hacerlo.