El buen tiempo, junto al alivio de las medidas de confinamiento, está llevando a muchas personas a salir a respirar el aire puro del campo o las zonas verdes de su ciudad. Desde luego, es un momento perfecto para optar por excursiones, en lugar de terrazas o centros comerciales. Sin embargo, si bien el riesgo de contagio de coronavirus se reduce notablemente en estos escenarios, sigue habiendo otros peligros a los que se debe prestar atención. No hay más que echar un vistazo rápido a las redes sociales, especialmente a Twitter, para encontrar a numerosos usuarios hablando sobre sus recientes encuentros con garrapatas. Incluso hemos conocido hace poco el caso de un hombre de Salamanca que ha contraído la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo por la picadura de uno de estos arácnidos.
No debemos vivir en un pánico permanente por la posibilidad de cruzárnoslas. De hecho, la mayoría no portan ningún patógeno que deba preocuparnos. No obstante, algunas sí que pueden transmitir enfermedades, por lo que es importante saber cómo actuar. Como siempre, el primer paso es la prevención. Eso sí, si aun con ella acabamos con una adentrando su cabeza en nuestra piel, debemos recordar que no pueden retirarse de cualquier manera.
Para empezar, ¿por qué hay tantas?
Las garrapatas suelen encontrarse entre la vegetación, pero necesitan sangre para completar su ciclo de vida. Por eso, al contacto con algún animal, humanos incluidos, se “enganchan” a él para succionar su preciado “manjar”.
Algunas especies pueden encontrarse durante todo el año, pero estos encuentros suelen ser más frecuentes a partir de abril. Por eso, últimamente muchas personas han alertado ya de sus primeros contactos con ellas. Generalmente esto se debe a que es la época en la que crece una mayor vegetación, por lo que disponen de más lugares en los que cobijarse a la espera de “presas”. Esta primavera ha sido especialmente lluviosa. Además, como ya han alertado algunos meteorólogos por la posibilidad de un aumento en el número de incendios, las tareas de desbroce se han visto muy afectadas por el confinamiento. Por eso, hay más follaje y la posibilidad de “accidentes” con garrapatas es mayor.
Si a todo esto lo sumamos que el calentamiento global está llevando a un aumento de las poblaciones de estos arácnidos, no es extraño que cada vez más personas informen haber encontrado alguna sobre su piel.
¿Cómo podemos prevenir los encuentros con garrapatas?
El riesgo de toparse con una garrapata aumenta cuando paseamos por lugares con mucha vegetación. Es importante, dentro de lo posible, evitar llevar la piel al descubierto. Por ejemplo, si vamos a caminar entre la hierba es recomendable llevar pantalones largos, si es por dentro del calcetín mejor. También se aconseja el uso de manga larga y gorra.
Además, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), así como otra entidades relacionadas, recomiendan tratar la ropa y el equipo con productos que contengan permetrina al 0’5%. Si no, también se pueden usar repelentes a base de DEET.
Si no podemos evitar que nos pique, ¿cómo la retiramos?
A veces, por mucho empeño que se ponga en prevenir el contacto con las garrapatas, estas acaban encontrando la forma de fundirse a su hospedador.
En ese caso, es importante recordar que se debe retirar todo su cuerpo, incluyendo las partes de su boca que pueden desengancharse con facilidad y quedar adheridas al hospedador. Para ello existen algunos dispositivos en el mercado. No obstante, se puede hacer con unas simples pinzas de depilar e punta fina.
Con ellas, se sujeta la garrapata lo más cerca posible de la piel y se tira suavemente, pero con decisión, hacia fuera. Es importante no realizar giros, ya que estos podrían hacer más fácil que las piezas bucales se queden enganchadas. Tampoco deben aplastarse, ni usarse remedios caseros, como el aceite o el calor. Una vez retirada, hay que lavar la herida con jabón y agua y desinfectarla correctamente.
¿Qué enfermedades pueden transmitir las garrapatas?
Se conocen dos familias de garrapatas que pueden transmitir enfermedades, la Ixodidae (garrapatas duras) y la Argasidae (garrapatas blandas).
Una de las patologías más conocidas es la enfermedad de Lyme, provocada por las bacterias del género Borrelia. Estas, a su vez, son transmitidas por garrapatas de la familia *Ixodidae, que pueden encontrarse en casi cualquier parte del mundo. Por lo general, es necesario que la garrapata esté adherida durante 36 horas para que la bacteria pueda causar la infección, de ahí que sea tan importante observarse todo el cuerpo después de una visita al campo.
La sintomatología es muy variada. Algunas personas son asintomáticas, otras solo desarrollan un sarpullido y otras signos como fiebre, escalofríos, fatiga, dolores corporales, dolor de cabeza, rigidez del cuello y ganglios linfáticos inflamados. Además, pueden llegar a generarse complicaciones, que van desde problemas cardíacos hasta meningitis.
Hay otras muchas enfermedades transmitidas por garrapatas, como la encefalitis o la fiebre manchada de las Montañas Rocosas. Incluso las hay que generan alergia a la carne roja. Pero si hay un trastorno que ha llamado últimamente la atención de la población española ha sido la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, que hizo necesario el ingreso urgente y el aislamiento de un hombre en Salamanca. Como su propio nombre indica, no es una patología típica de Europa; pero, entonces, ¿cómo ha podido llegar hasta aquí?
El papel de las aves migratorias
La fiebre hemorrágica de Crimea-Congo es transmitida generalmente por garrapatas infectadas del género Hyalomma.
No es la primera vez que conocemos un caso de infección de este tipo en España. De hecho, en 2016 un hombre de 62 años falleció en Ávila después de ser diagnosticado con la enfermedad. Antes de su muerte contagió a una enfermera, que sí que logró recuperarse.
Esto llevó al Ministerio de Sanidad a realizar un plan de evaluación sobre la situación en nuestro país con estas garrapatas. Se analizaron 9.500 de ellas, extraídas de animales silvestres y domésticos de todo el territorio español. Así, comprobaron que la mayoría no eran vectores del virus y que, las pocas que sí resultaron portarlo, se encontraban solo en especies silvestres, en unas áreas muy concretas de Extremadura, Castilla-La Mancha, Castilla-León, Madrid y Andalucía.
Se cree que, posiblemente, llegan hasta nuestro territorio con aves migratorias procedentes de África. Según explicaba en 2017 la doctora en farmacia Marián García en una entra de su blog, no siempre que una garrapata portadora del virus pique a un humano le generará la enfermedad. Es importante que se encuentre dentro de su periodo de viremia, que en animales suele ser de alrededor de una semana. Por eso, aunque es importante mantener todas las precauciones posibles, no debe cundir el pánico.
¿Hay personas más propensas?
Del mismo modo que con los mosquitos, hay personas que aseguran ser más propensas a las picaduras de las garrapatas.
No obstante, no hay una idea clara al respecto. En 2018, un equipo de científicos de la República Checa llevó a cabo un estudio piloto en el que se analizaba la predilección de las garrapatas de la especie Ixodes ricinus por los diferentes grupos sanguíneos.
Para saberlo, tomaron muestras de sangre de cada uno de ellos y las colocaron sobre un papel de filtro, en una placa de Petri. Después, al ponerlas en contacto con 100 garrapatas, observaron que estas parecían tener una mayor preferencia por el grupo A, seguido del 0 y el AB. El B, en cambio, era el que menos parecía “gustarles”.
Si bien fue un resultado llamativo, los propios autores reconocen que sería necesario realizar un procedimiento similar in vivo, para ver la reacción ante el animal completo, no solo la sangre.
También existe un estudio que encuentra diferencias en la predisposición, no a la picadura en sí, sino a la gravedad de la enfermedad de Lyme. En este caso encuentran que empeora con la edad y que, además, existen algunas variantes genéticas que hacen a ciertas personas más propensas a desarrollar formas graves de esta patología.
En definitiva, en lo que a la picadura se refiere, todos podemos sufrir una. Si esto supondrá una enfermedad o no depende de muchos factores. Por eso, debemos seguir disfrutando del campo, por supuesto, pero con precauciones.