La deslumbrante serie que es Dark (Baran bo Odar y Jantje Firese, 2017-2020) ha llegado a su fin, y lo ha hecho respondiendo a todas las dudas que había ido sembrando en las dos temporadas anteriores. La de mayor importancia para su conclusión, cuál es el origen del ciclo que se repite una y otra vez con las interacciones de los personajes en épocas diferentes, la han contestado dando un nuevo punto de vista a la triqueta, el símbolo con tres extremos en los que habían colocado los años 1953, 1986 y 2019 en un panel con información recopilada sobre el ciclo, en la puerta por la que se accede al agujero de gusano en las cuevas de Winden o en el cuaderno marrón de piel que pasa de mano en mano.
No existe en Dark solo un mundo en el que se realizan viajes en el tiempo. El relojero H. G. Tannhaus (Christian Steyer) creó dos más desdoblando el suyo en 1986, a los que pertenecen Jonas Kahnwald (Louis Hofmann) y la Martha Nielsen (Lisa Vicari) interdimensional, cuando intentaba construir una máquina para retroceder al pasado e impedir que su familia muriese en un accidente automovilístico en 1971. Con este desdoblamiento vino el bucle temporal, los viajes por la cuarta dimensión, las relaciones entre personajes extemporáneos, los extraños parentescos y la lucha por destruirlo de Adam (Dietrich Hollinderbäumer) y por conservarlo de Eva (Barbara Nüsse).
Jonas y Martha, con todas sus acciones hasta llegar a convertirse en Adam y Eva, son en buena parte responsables de la configuración del hilo que une a las distintas generaciones de Winden, y del sufrimiento ocasionado con sus particulares empeños. La anciana Claudia Tiedemann (Lisa Kreuzer) logra conocer la existencia del mundo de origen, y le explica a Adam el modo de acabar con el ciclo: malogrando la fabricación de la máquina de Tannhaus, con lo que también desaparecerían los dos mundos paralelos. Así que Adam recurre a sí mismo de joven, como Jonas, y este a la Martha interdimensional para que lo acompañe en su misión al mundo de origen.
Primero se plantan en 1986, el día en que Tannhaus prueba su artilugio, abre el agujero de gusano y desdobla su mundo en tres para aprovechar e ir a la noche de 1971 en que fallecieron su hijo Marek (Merlin Rose), su nuera Sonja (Svenja Jung) y su pequeña nieta Charlotte. Su propósito es cambiar el curso de los acontecimientos y ayudarles a eludir el accidente en el que morirían, lo que logran poniéndose en mitad de la carretera mojada de lluvia y convenciendo a Mekas, con una mentira sobre el puente cortado y asombrosas referencias de un conocimiento imposible, de que lo mejor es que vuelvan con su padre y se vayan al día siguiente.
De esta forma, Tannhaus no siente la necesidad de disponer de una máquina del tiempo, no la construye y no crea los mundos de Jonas y la otra Martha en su primer intento de que funcione. Es el fin del ciclo infinito en eterno retorno de Dark, de los viajes temporales, de la enfermiza endogamia en la población de Winden y de todos aquellos personajes cuya existencia es resultado de ello. Jonas y Martha inclusive, porque él es hijo del adulto que llegó a ser Mikkel Nielsen (Daan Lennard Liebrenz) tras pasar de 2019 a 1986, y el abuelo de ella es Tronte (Walter Kreye), vástago de Agnes (Antje Traue), la hermana de Noah (Mark Waschke) y, por tanto, hija de Bartosz Tiedemann (Paul Lux) y Silja (Lea van Acken).
Así, las tres versiones de Jonas y Martha, la Claudia adulta (Julika Jenkins) y otros a los que no vemos se desvanecen en una polvareda luminosa como si Thanos hubiese chasqueado los dedos con el Guantelete del Infinito en Dark. Y la última escena muestra una celebración en la que conocíamos como la casa roja de los Kahnwald, que en el mundo de origen es de una sanísima Regina Tiedemann (Deborah Kaufmann). Y a su mesa está Katharina (Jördis Triebel), Peter Doppler (Stephan Kampwirth), una Hannah (Maja Schöne) embarazada de Torben Wöller (Leopold Hornung) y la hermana de este, Benni (Anton Rubtsov). Y la encinta dice que el nombre de Jonas le parece bonito para ponérselo al futuro bebé.
Pero no podría tratarse del mismo Jonas sin los genes del inexistente Mikkel, como Martha no podría ser igual sin Ulrich si llegase a nacer de Katharina. De manera que solo podemos considerarlo un guiño amable a su mundo paralelo que quizá le haya sobrevenido con alguna intuición por su déjà vu de unos minutos antes. Porque tal vez resultaría muy aventurado apuntar que, si quienes los sufrían en Dark podrían estar acordándose difusamente de las vueltas del ciclo de tiempo, es posible que estos seis personajes se encuentren en otro o en el mismo. Con la eliminación de los mundos del desdoblamiento como el gato de Schrödinger, produciéndose en unas ocasiones y en otras no.
Eso sucedería del mismo modo en que Jonas muere de un tiro tras llevárselo la otra Martha a su propio mundo y a la vez no ocurre porque, en una vuelta del ciclo infinito, sí va a por él y en otra, no. Puede que la vieja Claudia hable del mundo de origen con un Adam estupefacto en unas rotaciones del ciclo y en otras, no, y que Jonas arrastre a una sorprendida Martha antes que los adultos Magnus (Wolfram Koch) y Franziska (Carina Wiese) para frustrar la muerte de la familia de Tannhaus y el desdoblamiento y, en otras ocasiones, no. Y que, en las que sí, el relojero obsesivo construyese su máquina tiempo más tarde por puro interés suyo. Así, el principio de autoconsistencia de Nóvikov seguiría intacto. ¿Una posibilidad demasiado retorcida incluso para Dark?