El cambio climático de origen antropogénico, la deforestación o la caza furtiva son algunas de las consecuencias de la actividad humana que más están llevando a la extinción de todo tipo de especies, tanto animales como vegetales.

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Cada vez conocemos más ejemplos al respecto, por lo que parece algo reciente. ¿Pero realmente lo es? En realidad no tanto, según las conclusiones de un estudio, llevado a cabo por científicos del Instituto de Biología Evolutiva (IBE) de la Universidad Pompeu Fabra, el Consejo Nacional de Investigación Científicas (CSIC) y el Globe Institute de la Universidad de Copenhague. En él, se secuencia por primera vez el genoma del periquito de Carolina (Conuropsis carolinensis), una especie extinta a principios del siglo XX, cuya desaparición parece ser el resultado de un proceso rápido, posiblemente impulsado por el ser humano.

Todo empezó en televisión

Esta investigación nació para la realización de un episodio de Quèquicom, un programa de divulgación científica emitido en la cadena catalana TV3. Uno de sus reporteros, el estudiante de doctorado Pere Renom, descubrió que a principios de siglo una naturalista catalana, Marià Masferrer, había conservado un ejemplar del ahora extinto periquito de Carolina y que este se encontraba a día de hoy en una colección privada, en la localidad gerundense de Espinelves.

Se puso en contacto con el doctor Carles Lalueza-Fox, profesor e investigador del IBE, para pedirle que le ayudara a grabar todo el proceso de reconstrucción del genoma del pájaro, para realizar un capítulo del programa dedicado a la extinción. Se uniría también a ellos el doctor M. Thomas P. Gilbert, del Globe Institute de Copenhague, empezando un proyecto que finalizaría con la publicación en Current Biology de un estudio que ha dado información muy esclarecedora sobre esta especie que dejó de volar hace poco más de un siglo.

Adaptaciones que no pudieron con los humanos

El último ejemplar de periquito de Carolina murió en 1918, en el zoológico de Cincinnati. Previamente, este pájaro de llamativo plumaje, verde en el cuerpo, amarillo en la cabeza y naranja en la cara, se había distribuido desde el sur de Nueva Inglaterra hasta el Golfo de México y el este de Colorado.

Se conoce que fue cazado masivamente a finales del siglo XIX, precisamente porque sus bonitas plumas se utilizaban para decorar sombreros. Sin embargo, nunca ha estado claro que este fuera el motivo de su extinción.

Por eso, al analizar su genoma a partir de muestras extraídas del hueso de la tibia y las almohadillas de las patas del ejemplar conservado en Girona, estos científicos decidieron prestar atención a rasgos hallados en otras especies avícolas en peligro de extinción.

Para poder realizar el mapeo, previamente secuenciaron el genoma de un pariente cercano vivo, el Aratinga solstitialis, y lo compararon con el de otras aves similares. Esto les permitió comprobar que ambas especies divergieron hace unos 3 millones de años, justo cuando se cerró el istmo de Panamá. Pero también encontraron muchas más respuestas.

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Para empezar, dieron con la razón por la que su afición por alimentarse a base de plantas tóxicas no tuvo nada que ver con su extinción, sino más bien todo lo contrario. Concretamente, formaba parte de su dieta el cockleburs, una planta herbácea, de la familia de las margaritas, conocida por su toxicidad. Esto no les causaba ningún problema, aunque sí era todo un peligro para sus depredadores, que se intoxicaban al comerlos. Gracias al análisis genómico, ahora se sabe que fueron dos proteínas, que se unen a las toxinas de la planta, las que favorecieron la adaptación del pájaro, al conservarse en su ADN.

También buscaron en su material genético signos asociados a la endogamia, pues se sabe que este es un factor que ha influido en la extinción de otras especies. "Lo que hicimos fue mirar varias evidencias distintas a nivel genómico de que no ha experimentado un declive demográfico progresivo", explica Lalueza-Fox a Hipertextual. Sin embargo, no lograron dar con ellos. Todo indicaba que el periquito había sucumbido en un proceso rápido, posiblemente influenciado por actividades humanas, ¿pero cuáles?. "Está documentado que se cazó abundantemente, al menos por dos motivos: granjeros que lo veían como una plaga para sus cultivos y recolectores de plumas para sombreros femeninos", narra el autor del estudio. "También se ha atribuido a que quizás contrajo virus procedentes de las aves de corral, que diezmaron sus poblaciones. Aunque esto sigue siendo posible, hemos analizado las secuencias de nuestro espécimen que no se correspondían con pájaro y no hemos encontrado ninguno de los virus aviares más conocidos". Esto, según cuenta el experto, indica que, en todo caso, no puede generalizarse como causa, aunque deberían mirarse más ejemplares, puesto que hay unos 270 conservados. En definitiva, el resultado muestra que la influencia humana en la extinción de ciertos animales es un fenómeno más antiguo de lo que podríamos llegar a creer y, además, arroja información importante para la conservación de especies actuales que pudieran encontrarse en una situación similar.

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Son algunos de los datos que se muestran en el programa finalmente filmado por TV3, que además se hizo recientemente con el premio Prismas al mejor vídeo de divulgación científica de 2019.

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