Por extraño que parezca, MAD —que vivió entre el escándalo y la polémica— se despide de manera discreta. No hay un comunicado oficial que explique lo que ocurre a puertas cerradas de la Editorial Meredith Corporation y solo el despido de su director Dan Tefler y su dúo de dibujantes estrellas Evan Dorkin y David DeGrand, deja claro que la revista abandonará los puestos de venta muy pronto.

Por ahora, lo único cierto es que durante el poco tiempo que le queda de vida, MAD dedicará su contenido a mostrar parte de su sustancioso archivo, quizás una de las colecciones de viñetas y artículos más extrañas sobre la vida norteamericana durante la última mitad del siglo pasado. Con su mezcla de humor pendenciero y autoconciencia crítica, la revista se convirtió en una ventana subversiva que mostró la cara oculta de norteamérica. Criticada y alabada a partes iguales, la desaparición de MAD supone el fin de una época que cambió la historia del humor mundial.

La publicación fue una de las primeras en enfrentarse abiertamente a la moral puritana de EEUU durante 1950 desde su capacidad para la provocación. Razones no le faltaban: William M. Gaines, editor del legendario sello editorial Entertaining Comics —dedicada a la ciencia ficción, crímenes y terror— ya batallaba contra la rígida censura del Comics Code, cuando en 1952 pidió al célebre guionista Harvey Kurtzman la creación de una publicación que se burlara de todo y de todos, sin restricción alguna. Un paso audaz luego que la editorial tuviera que enfrentar un trago amargo: dedicada hasta entonces a la publicación de historietas con un marcado contenido violento como los clásicos Tales from the Crypt y The Haunt of Fear, sufrió la arremetida de la censura de la despótica autoridad que restringuía temas y la libertad creativa en el mundo de las historietas. Para cuando MAD fue publicada por primera vez, la mayoría del catálogo de EC se encontraba prohibido y fuera de circulación.

Concebida como un cómic book con varias historias en paralelo titulado Tales calculated to drive you MAD, el número inicial fue firmada por el propio Kurtzman y fue una mezcla del mejor material de Entertaining Comics y un nuevo estilo retorcido, que sorprendió al público pero sobre todo, causó una inmediata polémica.

En un intento de evadir cualquier forma de restricción al humor y enfoque de la revista, en julio de 1955 (número 24) Kurtzman tomó la decisión que hizo a MAD el espacio ideal para la burda sardónica y atrevida: la convirtió en una revista. De esa manera, Kurtzman se aseguró de preservar la independencia intelectual del material que se publicaría en adelante, incluso luego que abandonara la silla de editor, cuatro años después. Para cuando Al Feldstein tomó el relevo en la dirección de MAD, ya era conocida por su humor absurdo y su extravagante modo de reflejar a la sociedad del país.

Una revista, una imagen

Convertida en todo un referente del humor surreal, MAD apeló a todo tipo de recursos para crear un tipo original de burla: desde fotomontajes hasta los ya célebres anuncios publicitarios paródicos, la revista era un gran chiste sarcástico desde la primera hasta la última página.

En la década de los sesenta, el célebre “Alfred. E. Neuman” —el conocido niño con rostro de pillete emblema de la publicación— llegaría desde un diseño de Norman Ming basado en un boceto del dibujante Will Elder, para convertirse en mascota de la revista y su broma más recurrente. Pero “Alfred” era mucho más que una cara graciosa: era el reverso perverso de la supuesta élite intelectual del país. Con el rostro de un niño de la norteamérica profunda y su eterna sonrisa en apariencia bobalicona, MAD dio un nuevo sentido a la frase “What, Me Worry?” que acompaña a la caricatura en cada portada. La pregunta flota en medio de las polémicas, debates y controversias que la revista ha protagonizado a lo largo de más de 500 ejemplares de publicación.

Sin piedad con nadie

El pelirrojo desdentado posaría durante casi siete décadas con las figuras más simbólicas y populares del mundo y se convertiría también, en símbolo de la parodia cruel de MAD. Como fenómeno de masas, la publicación caricaturizó y se burló de prácticamente todo evento y personaje relevante: “Alfred E. Neuman” apareció en una icónica escena de El Padrino, también como un R2D2 de singular talento para el baile, a bordo del Titanic (y burlándose del ego de James Cameron), junto a presidentes como George Bush en plena crisis de Irak, siendo un imprevisible Obama que declaraba “Yes, we can’t”, como el el quinto rostro e en monumental Monte Rushmore, riéndose de los problemas legales de Michael Jackson y en sus últimas versiones, se le vio sentado en un Trono de Hierro que además, era un lavabo y en el que el pelirrojo sonriente imitaba a un todavía con cabeza, Ned Stark.

Burlarse de todo tipo de situaciones hizo de la revista una cantera para el humor político y social, que hasta bien entrada la década de los sesenta resultaba incómodo en la muy conservadora sociedad estadounidense. No en vano, MAD fue una de las primeras publicaciones en usar el absurdo para criticar la guerra de Vietnam y que su impacto fue lo suficiente como para que sus constantes chistes y burlas sobre lo que ocurría en Asia durante la guerra, se convirtiera en material antibélico por derecho propio.

Con el transcurrir del tiempo, la influencia de MAD llegó a todas partes: su espíritu subversivo llegó a la televisión con MAD TV, un programa con un formato muy semejante al de Saturday Night Live y producido por Quincy Jones. A lo largo de quince temporadas, lanzó a estrellas como Keegan-Michael Key, Jordan Peele, Wilmer Valderrama, Will Sasso además de ser la fuente de inspiración para Mel Brooks, el comediante Leslie Nielsen y “Weird Al” Yankovic.

La evolución del humor

Por supuesto, semejante repercusión y su negativa a mostrar publicidad paga —que solo incluyó recientemente— le llevó a enfrentarse a juicios por difamación (que incluyen el litigio legal que atravesó cuando George Lucas exigió la retirada del número en que se parodió al Imperio Contraataca) y a problemas económicos. Para principios de los ’80, la publicación entró en un evidente declive que se hizo aún más evidente cuando en el 2001, el entonces director John Ficarra intentó cambiar el formato e incluso el sentido general de la revista, en un intento fallido de hacerla “más accesible”. La revista intentó transformarse pero no logró del todo: para cuando se mudó de Nueva York a Burbank, era notorio que para MAD comenzaba la recta final hacia su última etapa.

En la actualidad, el humor perverso y duro de la revista dejó de escandalizar e incluso sorprender. Tal vez por eso la decisión de DC Comics —dueña del legado intelectual de MAD— sea más que un movimiento empresarial, una forma de proteger la envergadura del legado que tiene entre manos. Volver a las publicaciones clásicas y demostrar el motivo por el cual la revista se convirtió en el origen para el humor tal y como lo conocemos en nuestra época, sea una forma de homenajear su legado y despedirle con dignidad. Una larga carcajada final para el bromista más célebre de la cultura norteamericana.

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