La primera imagen que nos viene a la mente al hablar de la contaminación por plástico en los océanos es la de animales marinos atrapados en anillas de latas de refresco o ensartados en pajitas o popotes. Sin embargo, hay una gran proporción de plásticos contaminantes que no se ven, pero también resultan muy dañinos para los ecosistemas acuáticos, e incluso para los propios seres humanos. Este es el caso de los microplásticos, pequeñas partículas de entre 1 y 5 milímetros que se encuentran en la composición de algunos productos de limpieza o cosméticos y también pueden aparecer tras la degradación de objetos más grandes, como las bolsas. Su reducido tamaño hace que sea muy difícil contenerlos en los sistemas de filtrado habituales, por lo que es muy frecuente que lleguen hasta entornos acuáticos, tanto marinos como fluviales. Una vez allí, son ingeridos por los animales de la zona, pero también pueden acabar en nuestras mesas, a través de productos tan típicos como la sal.

Un océano de plástico creciente y letal

El año pasado, un equipo de científicos de la Universidad de Alicante publicó en Scientific Reports un estudio sobre la cantidad de microplásticos presentes en la sal extraída de salinas ubicadas en las costas españolas. Si bien no eran excesivamente alarmantes, sí que dieron un toque de atención sobre un problema creciente, que acaba de ser tratado a mayor escala por un nuevo grupo de investigadores, en un estudio publicado en Environmental Science & Technology.

El plástico que no se ve

Para el estudio publicado en Alicante, investigadores del departamento de química de la universidad analizaron la cantidad de microplásticos presente en salinas de varias provincias de Galicia, Huelva, Cádiz, Barcelona, Gerona, Valencia, Murcia, Menorca La Palma y Lanzarote.

En todas ellas encontraron esta sustancia, aunque en diferentes concentraciones, que iban desde las 60 micropartículas por kilo de sal en las menos contaminadas hasta las 280 micropartículas por kilo en las más perjudicadas. También había varios tipos de plástico, aunque más del 80% era polietileno.

Estas micropartículas, que quedan atrapadas en los cristales de sal, acaban llegando a nuestras cocinas y de ahí a nuestros alimentos y nuestro organismo. Según los autores del estudio, si se consumen los 5 gramos diarios de sal recomendados como máximo, un consumidor español tomaría aproximadamente 510 micropartículas al año, una cantidad baja si se considera que solo se están ingiriendo microplásticos a través de la sal. El problema es que muchos animales marinos, como el marisco, también portan grandes cantidades de estas sustancias.

¿Por qué usamos sal y pimienta?

Ahora, este nuevo estudio, llevado a cabo por investigadores de la Universidad Nacional de Incheon (Corea del Sur), en colaboración con Greenpeace, extiende el análisis a 39 marcas de sal, extraídas de 21 países de Europa, América, África y Asia. De todas ellas, solo tres estaban totalmente libres de plásticos: una sal marina refinada de Taiwan, una sal de roca de China y una sal marina sin refinar, generada por evaporación solar, procedente de Francia. Esto supone que un 92% de las marcas de sal analizadas estaban contaminadas con microplásticos. Sin embargo, la densidad de micropartículas variaba muchísimo entre diferentes regiones del mundo, siendo especialmente alta en Asia.

Finalmente, este trabajo concluye también que los niveles de microplásticos más altos se encontraban en la sal marina, seguidos por la sal de lago y, por último, por la de roca.

Mucho más que plástico

Los expertos insisten en que el problema de los microplásticos para los ecosistemas acuáticos y para el ser humano no es únicamente la contaminación del plástico como tal. En realidad, otro de sus grandes perjuicios reside en que tienen la capacidad de absorber otras sustancias contaminantes presentes en el agua, de modo que se incorporarían peligrosamente a la cadena trófica.

¿Cómo afecta el exceso de sal a nuestra salud?

¿Significa todo esto que debemos dejar de consumir sal? Lógicamente, un exceso de ella, superior a los niveles recomendados, es perjudicial para la salud, pero más por otras razones que por los microplásticos en sí. Sin embargo, estos estudios son un claro ejemplo de cómo la contaminación vertida por el ser humano se vuelve contra nosotros mismos y lo hará cada vez más si no hacemos nada por evitarlo.

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