"Menos sal en las comidas", nos dice el médico. "¡Hay que reducir el sodio!", afirma. ¿Qué quiere decir con ello? ¿Por qué? Realmente, ¿es tan mala la sal en la alimentación? ¿O es solo un mito? La evidencia actual cada vez nos lleva a nuevos factores importantes a tener en cuenta. Cuanto más sabemos, mejor podemos responder a la pregunta: ¿qué daño puede hacer la sal a nuestra salud?
Sodio, el peligro de la sal
La sal es como conocemos a varias sustancias presentes en nuestra mesa. Aunque en realidad esta se refiere normalmente al cloruro sódico, que se disgrega en dos iones al disolverse en el agua de nuestro cuerpo: anión cloro y catión sodio. Ambos son necesarios e importantes en nuestra vida ya que se encargan de muchas funciones.
Pero como ocurre con todo, el exceso es muy perjudicial. Entre otras cosas, el exceso de sodio, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se asocia a la hipertensión arterial y aumenta el riesgo de cardiopatías y accidentes cerebrovasculares. Esto también está relacionado con un déficit en la absorción de potasio.
En general, la Organización Mundial de la Salud recomienda un consumo de menos de cinco gramos de sal de mesa, lo que corresponde a unos dos gramos de sodio, al día. Pero cuidado, porque aunque la sal es la principal fuente de sodio en nuestra alimentación, muchos alimentos vienen enriquecidos con glutamato de sodio.
De esta manera, la mayoría de la población consume diariamente demasiada sal. Las estimaciones informan que la ingesta alcanza entre los nueve y doce gramos de promedio, es decir, dos veces la máxima recomendada. ¿Qué peligros acarrea esto?
Menos sal, menos ataques al corazón
El principal beneficio de reducir la sal en la dieta es la disminución de la hipertensión arterial. Actualmente, las enfermedades cerebrovasculares son la mayor causa de muerte de todo el mundo, matando a millones de personas al año y por todo el mundo. La hipertensión es uno de los causantes directos de este tipo de enfermedades.
En consecuencia, y como explican los estudios, un consumo de sal inferior a cinco gramos diarios ayudaría reducir la tensión arterial y el riesgo de enfermedad cardiovascular, accidente cerebrovascular e infarto de miocardio.
Curiosamente, explica la Organización, esta reducción se considera una de las medidas más eficientes y baratas para mejorar la situación sanitaria de la población a nivel mundial. Según las estimaciones, reducir la sal en la comida podría evitar dos millones y medio de muertes anuales.
La sal y la demencia
Además de todo lo anterior, un reciente estudio en modelos animales pone de manifiesto un hecho sorprendente: el exceso de sal podría afectar negativamente al cerebro. Según sus resultados, los ratones alimentados con una dieta rica en sodio pueden sufrir demencia.
Esto se produce debido a un deterioro neuronal significativo de los roedores. El problema aparece por la reducción de ciertos componentes en el endotelio de los vasos sanguíneos del cerebro. Pero, dejando de lado los mecanismos, que podrían enseñarnos mucho sobre el funcionamiento del sodio en el cuerpo, el estudio muestra otra interesante curiosidad.
Hasta la fecha, el deterioro cognitivo se lo atribuíamos a los problemas de hipertensión y los accidentes cerebrovasculares. ¿Y si fuera el sodio un agente directamente dañino cuando está en exceso? Por el momento es pronto para suponerlo. Además, hay que tener en cuenta que el estudio es de un modelo animal y no en humanos. Una pieza más que unir al puzle.
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¿Cómo sabemos qué es cierto?
Volviendo a los peligros de la hipertensión, a lo largo de los años, varios investigadores se han preocupado de los efectos que tiene la sal (el sodio en concreto) en la salud. Existen numerosos estudios que recogen resultados de todo tipo. Incluso hay quien ha puesto de manifiesto sus dudas sobre si la sal afecta o no a la salud.
¿Cómo sabemos quién está en lo cierto? Las revisiones Cochrane, que son las que centran su atención en decenas, a veces cientos o miles, de estudios son un buen indicativo. Por el momento, parece que la evidencia está de parte de lo que se sospechaba: el exceso de sal es malo.
En concreto, existen evidencias, ligeras pero significativas, de que más de cinco gramos de sal diaria pueden implicar problemas cardiovasculares. Pero atención: según la revisión esto es consistente con las personas hipertensas. Las personas normotensas (es decir, con una tensión sanguínea normal), no vieron ningún beneficio en la reducción de sal en su día a día.
¿Quiere decir esto que si no tenemos problemas de tensión no hay que prestar atención a la sal? No. Lo que quiere decir es que es si no padecemos de precursores de enfermedades cardiovasculares tenemos una oportunidad más para estar sanos. A la larga, el exceso de sodio podría suponer la diferencia entre sufrir un ataque al corazón o no. Y probablemente, cuando lo tengamos, será demasiado tarde.
Mitos y errores sobre la sal
La OMS, además, advierte de ciertas "ideas erróneas", como lo califican ellos, que bien podrían ser catalogadas de mitos y leyendas urbanas. De hecho, algunas podrían ser peligrosas para la salud. Por ejemplo, está extendido el mito de que cuando hace calor, al sudar se pierden muchas sales. Esto no es cierto y, aunque se excreten ciertas sales, la cantidad es muy pequeña.
Un importante mito es el que dice que la sal añadida es la principal fuente de sodio en la ingesta. Esto es falso por una sencilla razón: sí, la sal es la principal fuente de sodio. Pero la gran mayoría de alimentos procesados ya contiene sal. De hecho, el 80% del aporte diario proviene de estos. No hace falta echarle más para cumplir con el mínimo recomendado. Más bien al contrario.
La sal marina, la flor de sal, u otro tipo de esta sustancia no es mejor para la salud que la sal refinada. Cualquiera que sea el origen de la sal, es el sodio el causante de problemas de salud. Y la sal refinada solo contiene eso mismo: sal. No hay que tenerle miedo a la palabra refinada.
Por último, el hecho de que el sodio (y el cloro) sean sustancias importantísimas para la salud no debería ser una excusa para abusar de ellas. Es muy difícil actualmente (y siempre lo ha sido en realidad) tener un déficit de sodio o cloro en debido a la alimentación. Como decíamos, los alimentos contienen sal, bien añadida o bien naturalmente, por lo que es muy sencillo mantener la ingesta diaria recomendada sin apenas darnos cuenta.