Cuando contemplamos a Althea (Maggie Grace) corriendo por las calles de la ciudad para huir de los ubicuos zombis al inicio del episodio “... I Lose Myself” (4x16), cierre de la cuarta temporada de Fear the Walking Dead, lo primero en que pensamos es cómo diantres ha conseguido salir del hospital en el que estaba encerrada con Morgan Jones (Lennie James) y compañía: Andrew Chambliss e Ian Goldberg, showrunners y autores del guion de este capítulo, nos hurtan una explicación lógica, y mal por ellos y por la verosimilitud del relato. No obstante, no se trata del único que nos ocasiona desconcierto aquí pues, seguidamente, la enloquecida Martha (Tonya Pinkins) logra noquear a Althea después de decirle que le cae bien “porque no hace débiles a los demás” y, si los espectadores pensarían que querría retenerla para conseguir algún beneficio en su plan enajenado y su obsesión por fortalecer a Morgan, ni por asomo: tras los títulos, vemos al grupo junto de nuevo.
No hay duda de que Martha es la antagonista más impredecible de la serie, curiosamente peligrosa en su independencia, y su método de llevar por delante a un zombi para echárselo a otros nos recuerda en cierta forma a la estampa que Michonne (Danai Gurira) tenía cuando la conocimos en el episodio “Seed” (3x01) de The Walking Dead, con aquellos dos muertos vivientes desmembrados con los que iba y a los que controlaba para su protección. La diferencia es que los había desdentado también, y los dientes de los zombis de Martha le resultan a ella muy útiles en sus asesinatos selectivos y absurdos. Y es del todo coherente que Morgan opte por intentar “salvarla” de su propio “estancamiento” sin poner en peligro otra vez a su grupo, él solo: conoce de primera mano lo que implica sufrir problemas mentales. Pero los espectadores estamos con el sensato John Dorie (Garret Dillahunt), quien le advierte que “hay peces que no se dejan pescar”.
Por supuesto, está cargado de razón, lo que pone a Morgan en la posición difícil de ser un personaje incluso más esperanzado que su amigo Dorie, cuya actitud y fe ya habían contrapuesto hábilmente los guionistas con el cinismo escéptico de Victor Strand (Colman Domingo) durante el tramo que protagonizan en el episodio “Blackjack” (4x13). Y la nueva faena doble de esta mujer perturbada para Morgan y su grupo nos empuja a pensar para qué demonios querían villanos como el Gobernador (David Morrissey) y Negan (Jeffrey Dean Morgan) a tanta gente metida en la consecución de sus perversos objetivos en The Walking Dead si a la pobre Martha, en soledad, le sobra con las ideas perveras que le suministra su locura. Por otra parte, tiene narices que Morgan salga herido de nuevo en una pierna. Y, como Althea cree que va a morir envenenada con sus amigos, es todo un detalle que vea rápidamente sus grabaciones, su propia vida ante sus ojos.
Pero no se rinde. Y la solución a su envenenamiento no iba a ser tan fácil con estos escritores desalmados para un desalmado mundo pospocalíptico. Aunque se nos demuestra que no es indispensable algo tremebundo para que la trama de una ficción como esta resulte satisfactorio, y que la cerveza de Jim Brauer (Aaron Stanford), un capullo moribundo que se sacrificó en el capítulo precedente, “I Lose People...” (4x15), por esta cuadrilla, **sea la que los haga sanar le proporciona al segundo tramo de esta cuarta temporada mayor sentido e imbricación de lo que parecía al comienzo, lo que se agranda sobremanera cuando la memoria del empeño constructivo de Madison Clark (Kim Dickens), la dedicación de Althea a registrar testimonios y la testarudez esperanzada de Morgan se unen en un luminoso final como no lo ha habido nunca en la serie madre ni en este spin-off. Pero qué bien que han venido los aportes de Chambliss y Goldberg a Fear the Walking Dead. Celebrémoslo como se merece.