Hace sesenta y seis millones de años, el mundo era muy diferente. Los dinosaurios, los antepasados de las aves actuales, habitaban el planeta. Todo cambió aparentemente tras la caída de un meteorito; después del choque, según la hipótesis más conocida, los icónicos animales que retrató Jurassic Park desaparecieron de la faz de la Tierra. Pero no fueron los únicos.

"El impacto y la formación del cráter ocurrió en un tiempo extremadamente corto, en unos cuantos segundos", explica Ligia Pérez Cruz, investigadora del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El meteorito ocasionó un tremendo orificio, el cráter de Chicxulub, situado al norte de la península de Yucatán (México). La enorme energía liberada por el choque fue, según las estimaciones, millones de veces mayor que la liberada por las bombas de Hiroshima y Nagasaki.

"Para los dinosaurios, el fin del mundo comenzó con el fuego"

En menos de quince segundos, prosigue la científica, "las ondas de choque excavaron más de 25 kilómetros, casi toda la corteza terrestre". Unos cuantos minutos después, grandes cantidades de material fragmentado comenzaron a salir disparadas a velocidades muy altas. Nubes de polvo ardiendo, cenizas y vapor de agua se extendieron desde el cráter de Chicxulub; "parte de este material fue expulsado hacia el espacio, y fragmentos de este regresaron y se dispersaron en todo el planeta", cuenta a Hipertextual. Su vuelta a la Tierra fue una auténtica pesadilla.

"El material excavado y expulsado que regresó estaba incandescente", relata la investigadora, por lo que terminó generando grandes incendios forestales. "Para los dinosaurios, el fin del mundo comenzó con el fuego", afirma. La atmósfera del planeta quedó cubierta por partículas de polvo que inhibieron el paso de la luz, enfriando la superficie y bloqueando los procesos de fotosíntesis. El mundo se convirtió en un mortal juego de dominó: la aniquilación de los organismos fotosintéticos —el principal soporte de la vida— terminó afectando a toda la cadena trófica.

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Don Davis (Wikimedia)

"El choque produjo la liberación de compuestos de gases tóxicos", explica Pérez Cruz, como el dióxido de azufre, que provocaron lluvia ácida y cambios en los océanos, que se volvieron más ácidos "propiciando el exterminio de la vida marina". Pero aún hubo más tragedias: las ondas de choque generadas por el meteorito "desencadenaron terremotos de gran magnitud —entre 11 y 13—, produciendo tsunamis con olas de más de 150 metros de altura". "Todos estos fenómenos ocurrieron en horas, días o meses y afectaron el planeta por décadas", explica Pérez Cruz.

Las condiciones ambientales después del impacto del meteorito provocaron la desaparición de los dinosaurios y de más del 76% de las especies del planeta. Fue la última y quinta extinción masiva que ocurrió en la Tierra. Y aunque el final del Cretácico —la época geológica donde se dio la también conocida como extinción K/Pg— sigue rodeado de misterios, la vida logró recuperarse de la tragedia y renacer de sus cenizas. La pregunta que se hacen los científicos es cómo pudo hacerlo, teniendo en cuenta los drásticos cambios ambientales que ocurrieron después de la caída del meteorito. Un nuevo estudio, publicado hoy en la revista Nature por el equipo de Pérez Cruz, aporta nuevos detalles.

La rápida recuperación de la vida en Chicxulub

Tras la caída del meteorito, la recuperación de la vida no fue igual en todos los rincones del mundo. Algunos lugares del Golfo de México y el océano Atlántico, por ejemplo, tardaron casi 300.000 años en regenerarse. La zona cero del impacto podría haberse convertirse en un ambiente hostil debido a los metales tóxicos que se produjeron. Sin embargo, el trabajo difundido hoy apunta que la recuperación fue mucho más rápida de lo que se pensaba hasta ahora, según el análisis de las rocas obtenidas en la perforación marina del Chicxulub.

La expedición 365 del International Ocean Discovery Program recogió microfósiles de foraminíferos y algas calcáreas, que forman parte del plancton marino, e icnofósiles, "las 'huellas' de organismos que pudieron habitar el fondo del mar", explica Pérez Cruz. Los restos fósiles, obtenidos por la misión y analizados ahora, conservan muestras de hasta 200.000 años después del impacto. Pero ¿qué influyó en la recuperación de los ecosistemas del cráter? Según explica a Hipertextual, "las condiciones ambientales locales, desde la circulación oceánica hasta las interacciones entre los organismos, así como la disponibilidad de nichos ecológicos". "Las pocas especies que sobrevivieron al impacto se adaptaron a los nichos vacíos y evolucionaron nuevas especies que se adaptaron mejor a las condiciones oceánicas post-impacto", aclara la científica de la UNAM.

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Crédito: John Maisano (Universidad de Texas)

El paleontólogo Daniel Field, que no ha participado en el trabajo, lo califica como "importante". "Es un intento notable de caracterizar cómo la proximidad al sitio de impacto influyó en las tasas de recuperación de los océanos", explica a Hipertextual. "Al ilustrar que muchos sitios remotos se recuperaron más lentamente que el propio lugar del choque, los autores plantean preguntas clave sobre cómo los factores alternativos —más allá de la cercanía al cráter– podrían ser responsables de este complejo mosaico de patrones de recuperación en los ecosistemas marinos", puntualiza el investigador de la Universidad de Bath.

En opinión de Pérez Cruz, los hallazgos sugieren que "la recuperación de los ecosistemas es un proceso muy difícil de predecir, tanto en el tiempo como en la composición de especies". Lo que parece claro, de acuerdo con sus resultados, es que la proximidad al lugar del impacto no fue el factor fundamental para que la vida se regenerase. "Se abren nuevos interrogantes, lo que permitirá abrir la discusión sobre la edad de las rocas, las tasas de depositación y el contenido de los microfósiles y fósiles. Vendrán nuevos descubrimientos", augura.

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