Atrapado en las calizas de Solnhofen, en el estado alemán de Baviera, un inesperado hallazgo iba a cambiar lo que sabíamos de la historia de las aves. En 1861, dos años después de que Charles Darwin enunciara la teoría de la evolución, el paleontólogo Christian Erich Hermann von Meyer bautizó como Archaeopteryx (pluma antigua) a un fósil descubierto en la región. Meses más tarde, los científicos encontrarían el primer esqueleto casi completo de una especie que se considera como una forma de transición entre los dinosaurios y las aves.
Descrita por algunos investigadores como el “abuelo de las aves” —lo que le ha valido en ocasiones el curioso nombre de “dino-pájaro”, aunque se hayan encontrado fósiles más antiguos—, Archaeopteryx vivió hace 150 millones de años, durante el período conocido como Jurásico superior. Su extraña apariencia era una demostración palpable de la relación entre dinosaurios y aves: contaba con alas y plumas o un cerebro más desarrollado que el de sus antepasados, pero sus patas eran más parecidas a los llamados terópodos.
Desde su descubrimiento a mediados del siglo XIX, los investigadores habían sugerido que Archaeopteryx era capaz de volar. Y, aunque había múltiples evidencias de que esta especie podía hacerlo, la incógnita era si el dino-pájaro lo hacía planeando o aleteando. Un estudio, publicado hoy en la revista Nature, ha resuelto por fin el misterio: Archaeopteryx podía alzar el vuelo, aunque sus capacidades eran más bien limitadas. Lo hacía de forma similar a las aves de corral que vemos en la actualidad, que solo pueden desplazarse en cortas distancia batiendo fuertemente sus alas.
El análisis forense del dino-pájaro extinto
El equipo de científicos dirigido por Sophie Sánchez, del Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón y de la Universidad de Uppsala, junto a investigadores de otras instituciones, se centró en los huesos de la extremidad anterior para determinar cuál era la capacidad de vuelo del Archaeopteryx. Para ello fotografiaron los restos de esta especie con la ayuda de una técnica llamada microtomografía por contraste de fase, utilizando la radiación del sincrotrón de Grenoble. Su objetivo era medir el espesor de la pared ósea del húmero y el cúbito de este dino-pájaro, con el fin de compararlo con las aves modernas, los cocodrilos, los pterosaurios (reptiles voladores) y los dinosaurios de dos patas.
El espesor de la pared de estos huesos puede servir como indicador del estrés mecánico al que están sometidas las diferentes especies y, como resultado, darnos una pista sobre los distintos modos de vuelo, que influyen sobre las distribuciones de esfuerzos, dejando su huella en los restos óseos. “Es muy buen indicador para estudiar la capacidad de vuelo de un animal extinto”, explica a Hipertextual Christian Foth, paleontólogo de la Universidad de Friburgo, que no ha participado en la investigación. Gracias a este método, los investigadores han podido indagar en la arquitectura y el interior de los huesos del Archaeopteryx, sin dañar los fósiles.
“Nos enfocamos en la parte media de los huesos del brazo porque sabíamos que esas secciones contienen claras señales de vuelo en las aves”, asegura el investigador francés Emmanuel de Margerie, uno de los autores del trabajo. “Inmediatamente notamos que las paredes óseas de Archaeopteryx eran mucho más delgadas que las de los dinosaurios terrestres, pero se parecían mucho a los huesos de aves convencionales”, añade Dennis Voeten, primer firmante del estudio en Nature Communications. Sus resultados sugieren que estos animales extintos contaban con una forma de vuelo más cercana a la de los faisanes u otras aves parecidas, que emplean esta capacidad para cruzar barreras o esquivar depredadores, pero no pueden llevar a cabo un vuelo durante un largo período de tiempo.
"Es una gran contribución para reconstruir el estilo de vida de Archaeopteryx, el abuelo de las aves modernas. Los estudios anteriores no habían sido capaces de realizar una reconstrucción tridimensional del animal", sostiene Foth. El especialista destaca que los análisis muestran “de forma muy clara” que la especie era capaz de volar. Su manera de hacerlo, según el paleontólogo, era parecida a la de “voladores de corta distancia explosivos”, con un estilo parecido al de aves de corral como las gallinas. “De hecho, ahora sabemos que Archaeopteryx ya estaba volando activamente hace alrededor de 150 millones de años, lo que implica que el vuelo activo de algunos dinosarios había evolucionado incluso antes”, destaca Stanislav Bureš, otro de los autores del artículo.
“Este modo gasta mucha energía. Sin embargo, los resultados apuntan que no era un planeador, sino que aleteaba. Muy probablemente vivía en el suelo, no en los árboles, como se suele reconstruir”, comenta Christian Foth a Hipertextual. Este hallazgo se apoya además en la forma de sus patas traseras, bien desarrolladas, que sugieren que estaban bien adaptadas para “un funcionamiento rápido”. Este antepasado de las aves actuales no aleteaba de forma elegante, sino que más bien empleaba esta habilidad para escapar de los depredadores o para cazar insectos, su plato favorito, sugiere el paleontólogo consultado por este medio. La evidencia científica muestra que Archaeopteryx no era exactamente igual que los pájaros modernos, por lo que la forma en la que logró alcanzar ese “vuelo motorizado” también debió de ser distinta, aunque hoy en día no sepamos exactamente cómo fue. Los fósiles de este dino-pájaro extinto siguen guardando la respuesta.