Darwin

Alex Pang (Flickr)

Bienvenidos al siglo XIX, otra vez. Estamos en el despacho de un ya famosete Charles Darwin. Es 1850 y está en su escritorio, escribiendo una carta a su primo segundo, el reverendo William Darwin Fox. También naturalista, estos tenían costumbre de discutir sobre diversos aspectos científicos, lo que resultaba en productivas misivas. Pero no nos perdamos en la anécdota. Fijémonos en lo que está escribiendo el "padre de la evolución". ¿Es homeopatía eso que cita en su misiva? Sí, Darwin está hablándole a su primo sobre esta supuesta terapia alternativa: "la homeopatía me produce aún más rabia que la adivinación", comienza su frase. Porque, efectivamente, Charles Darwin también probó con esta pseudoterapia.

El misterioso mal que aquejaba a Darwin

Hasta la fecha, por mucho que algunos tengan la osadía de decir que sabían lo que le pasaba, nadie conoce a ciencia cierta qué mal afectaba a Charles Darwin. Desde joven, unos ataques al corazón, mareos, fiebre, nauseas, abscesos y otra serie de males atacaban al naturalista en periodos de estrés. En algunas ocasiones dejaron al caballero inglés postrado en la cama durante semanas. La enfermedad crónica que padecía no fue nunca diagnosticada correctamente, aunque sí practicó varias supuestas curas que le permitieron mejorar. En su incensante búsqueda por la mejoría, Darwin probó todo lo médicamente posible. Y también todo lo que estaba en el borde de lo médicamente posible. Uno de sus mayores temores era que su condición hubiese podido transmitirse a sus hijos. Pero de eso hablaremos más tarde. Volvamos a 1850. Un año antes, Darwin decide probar con una de las terapias más novedosas de la época. Aparecida apenas cuatro décadas antes, la homeopatía comenzaba a estar de moda a mediados del siglo XIX entre los sanadores.

película de Disney sobre Darwin

Aquejado durante meses de una persistente vomitera, su querido primo, el reverendo Fox, aconsejó a Darwin asistir al balneario del Dr. James Manby Gully. Este médico regentaba un conocido establecimiento de hidroterapia y acomodó a Darwin en el balneario. Tras unos meses de tratamientos consistentes en baños, frotes, dieta estricta y caminatas, Charles Darwin mejoró ostensiblemente. Entre el tratamiento predispuesto por el Dr. Gully se encontraban unas "medicinas homeopáticas" que tomaba tres veces al día. Sin duda, los descansos y la atención permitieron que el naturalista se recuperara. Aún así, su enfermedad volvió tiempo después y nunca le abandonó. Como decíamos, a la luz de la ciencia moderna, nadie sabe realmente qué le ocurría a Darwin, pero nunca fue capaz de deshacerse de su enfermedad, que todavía sigue siendo un misterio para la medicina.

Homeopatía, hidroterapia y la gran pérdida

Aún así, Charles Darwin reconoce, en esta misma carta que vemos al mirar por encima de su hombro, que la hidroterapia le hizo un gran bien. Como comprobamos, la epístola a su primo le cuenta su experiencia en el balneario. Y también su opinión sobre los tratamientos, entre otras cosas. Aunque no lo diga en la carta, en 1850, Darwin creía firmemente en la "ciencia" de la hidroterapia, el uso del agua como cura. De hecho, le había venido muy bien y, como naturalista profesional, no podía dejar de notarlo. Sin embargo, no compartía el mismo sentimiento por la homeopatía. Darwin, conocedor de los supuestos principios de la homeopatía, se mostraba terriblemente escéptico. Recordemos: "Hablas de la homeopatía; lo que es un tema que me produce más rabia, incluso, que la adivinación. La clarividencia trasciende la creencia de manera que las facultades ordinarias están fuera de la cuestión; pero la homeopatía utiliza el sentido común y la común observación. Y ambas han de tirarse por la borda si las dosis infinitesimales tienen algún tipo de efecto. [...] Es un triste error". En esa misma carta, Darwin expresa su tristeza de ver que su querido Dr. Gully, que en aquel momento le había dado su salud, de nuevo, creyera en casi todo, incluyendo la adivinación, el mesmerismos y, puesto al mismo nivel, la homeopatía.

Hay que decir que Darwin, a pesar de su rechazo hacia la homeopatía, continuó con el tratamiento exigido por el Dr. Gully sin rechistar. Eso sí, me gustaría remarcar que lo que probablemente ayudó a su cura, atendiendo a la manifestación clínica, fue el relax y la dieta. En cualquier caso, su temor de haber transmitido su enfermedad a sus hijos fue el primer paso para su gran tragedia personal. En 1851, con sólo diez años, Anne Darwin, la hija mayor del matrimonio, empezó a sufrir de una enfermedad que Darwin reconoció en seguida. No obstante, estaba equivocado. A día de hoy varias evidencias muestran que puede que al enfermedad de Anna fuese en realidad tuberculosis. No obstante, Darwin envió a Anne al balneario del Dr. Gully con la esperanza de poder curarla. Algo que, por desgracia, nunca ocurrió. La muerte de Anne supuso el golpe decisivo en la forma de ver las cosas de Charles Darwin. Su cisma con la creencia y la fe estaba ya sentenciado. Probablemente si Darwin hubiera recurrido a otro tratamiento, y otro doctor, Anne habría tenido otro destino. No lo sabemos. Pero hay que admitir la amarga ironía que tiene el hecho de que un doctor practicante de las pseudoterapias pusiera su propio grano de arena, indirecto pero vital, para la consecución de uno de los hitos más importantes de la ciencia: la publicación de "El Origen de las Especies". Por su parte, Darwin siguió practicando la hidroterapia. Pero no volvió a recurrir a los servicios del Dr. Gully.

Dos peniques por tu pensamiento

Pero eso todavía no ha pasado. En esta habitación de luz clara, con un afanado y feliz Darwin, todavía no se respira la pena que sobrevendrá en apenas unos meses. Charles ya está acabando su carta. Una misiva que ya hemos tenido la fortuna de leer antes, incluso, de que la termine. Ya el propio Darwin se dio cuenta de un hecho fundamental sobre la homeopatía: a diferencia de otras "ciencias" mágicas, otras pseudoterapias, la homeopatía clama jugar con las mismas reglas científicas que otras disciplinas verdaderamente... científicas, valga la redundancia. Este hecho es lo que le otorga el verdadero peligro. Esta cuestión es la que le ha permitido perdurar en el tiempo, colocándola en las estanterías de nuestras farmacias, a diferencia de otras pseudociencias que sólo se venden en tiendas de chamanes.

Homeopatía
Javier Mediavilla (Wikimedia)

Entendámoslo. Hasta la fecha, aunque cientos de investigaciones se han realizado tratando de esclarecer los métodos de funcionamiento de la homeopatía, los resultados son, cuanto menos, insatisfactorios. Todavía no sabemos por qué o cómo funciona. Sencillamente, los homeópatas comienzan una perorata llena de terminología difusa, que parece científica pero no lo es, y que se emplea para embaucar a aquél que no tiene el conocimiento científico adecuado. "Disolución, tintura madre, infinitesimal, memoria cuántica, disolución 100C, oscillococcinum..." todo jerigonza y nada de ciencia real. La ciencia, de facto, es un conjunto de conocimientos obtenidos mediante la experimentación contrastada. Estos se desmenuzan tratando de encontrar un patrón con el que experimentar. Algo que todo el mundo pueda repetir para comprobar por sí mismo que funciona, sin lugar a dudas o confusión. La homeopatía falla en todo ello. Hasta la fecha, el "amimefuncionismo" cubierto de esta perorata que parece científica (pero no lo es) es la base de su éxito. Conceptos vagos, tratamientos ligeros pero comunes y enfermedades molestas son su objetivo.

¿Y el mecanismo? La ciencia y la medicina (que no alternativa, la cual no existe) tratan de encontrar estos mecanismos para poder usarlos en nuestra ventaja, descubriendo nuevos medicamentos o tratamientos. La homeopatía es una amalgama de píldoras en las que sólo cambia el color del bote para poder tratar absolutamente cualquier enfermedad. Esto, ya lo veía Darwin, no es posible. Actualmente vivimos una guerra abierta contra la homeopatía ya que esta se empeña en jugar con unas reglas que no puede cumplir, imitando y ridiculizando el trabajo que hacemos los científicos. No es una cuestión de elitismo, ni cientificismo, ni siquiera de ortodoxia. Todo el mundo tiene derecho a creer en lo que quiera, incluyendo el chamanismo o el vudú. Pero estos no están dispuestos en estanterías de establecimientos regulados, atendiendo a lucrosas pero poco éticas lagunas legales. Si quieres consumir homeopatía, adelante. Pero cuando un científico, tras décadas de duro trabajo, mal pagado, ridiculizado por el sistema y cuya única intención es mejorar tu vida te diga, con la misma rabia que le causaba a Darwin: "la homeopatía no es medicina, ni lo será nunca", date cuenta de que no es una cantinela de ahora, movida por intereses económicos o políticos. Ya en el siglo XIX, Darwin lo sabía.

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