2017 ha sido el año de los desastres para esa gran compañía dedicada al transporte a nivel mundial. Uber, la multinacional tecnológica más polémica del panorama internacional está vivido unas vacaciones de lo más ajetreadas; lo cierto es que desde que la polémica del sexismo saltase a la palestra, todo ha sido una consecución de hechos que han empañado la imagen de la tecnológica ante el mundo. Al menos en lo que a la parte directiva e institucional se refiere.
Desde el punto de vista de los ingresos, en el caso de Uber, se juega con datos estimados, por lo que establecer la influencia de los acontecimientos en sus balances de cuentas sería jugar a las adivinanzas. Aún así, las estimaciones colocaban los ingresos de la compañía en 9.100 millones de dólares en los tres últimos trimestres de 2017; y, lo que es más importante, unas pérdidas de casi 3.300 millones. En España llegaron a un beneficio neto de 63.000 euros en 2015, mientras mantienen su guerra abierta por la lucha de la liberalización del sector de las VTC en el país, unas licencias que tienen que compartir con su antecesor en la geografía española, Cabify. Eso y su más que esperada calificación como empresa de transportes según el Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
En cuanto a sus descargas, sólo algunos acontecimientos relacionados con su posicionamiento político en ciertos momentos ha afectado a su visión ante la opinión pública. Con todo, su valoración se mantiene en los 62.500 millones de dólares; una de las más elevadas del sector.
A Uber le salen caras sus polémicas
Sin embargo, ¿qué es lo que pasa dentro de la compañía? Por un lado las brechas de seguridad y las modificaciones en los términos de privacidad de los datos de los usuarios no han terminado de gustar a muchos clientes que han visto en esta información gratuita la mayor fuente de ingresos de la compañía. Según dicen, el Big Data es el mayor interés de este tipo de empresas, más allá de su actividad principal. Tanto es así que ha sido sancionada con 20 años de auditorías por violar sus propias políticas de privacidad.
A su fallo con los usuarios se añade la polémica con sus empleados directos. Es decir, ingenieros. O, mejor dicho, ingenieras. Fue la publicación de Susan Fowler la que abrió la Caja de Pandora del sexismo en la compañía y la que indirectamente sacó al CEO, y co-fundador de la entidad, de su puesto como líder. A día de hoy, y tras el estudio del estado de la cuestión que, por cierto, no se ha hecho público, las disonancias se siguen manteniendo. Claire Delauney, co-fundadora de la división de camiones autónomos de Otto, afirmaba a Hipertextual que en ningún momento habría sufrido esas presiones machistas, y Chris Saad, que recientemente ha dejado su puesto como director de desarrollo de producto, ha apuntillado la misma cuestión. Dos bandos y dos opiniones que, en cualquier caso, siguen sembrando la polémica en la compañía.
Con o sin Kalanick, la cosa sigue
Era un domingo previo a los meses estivales y la duda empezaba a hacerse viral: la salida de Kalanick de la empresa, de su propia empresa, era algo inminente. Ya no solo por los escándalos de machismo sucedidos, a la lista también se añadían algunas declaraciones propias en las que afirmaba que necesitaba recibir ayuda para llevar a cabo su puesto.
Sea como fuere, el hecho se confirmó y los escándalos han continuado. Tanto que muchos empleados, e incluso el propio Kalanick, han tratado de regresar al líder a su puesto. Lo cierto es que lo más probable es que este hecho será altamente complejo. Especialmente cuando los propios accionistas demandan al fundador por fraude e incumplimiento de contrato; otros, como el caso de Saad, han sido de apoyo absoluto a la figura del ex-CEO.
Ahora bien, ¿es la figura de Kalanick tan importante? Según se ha podido conocer Recode, la relación entre Lewandowski, ex-Google y ex-Otto, y Kalanick podría ser más cercana de lo que se pensaba. Llegar antes que el resto a la carrera por los camiones autónomos es la ambición del empresario, que se puede catalogar como obsesión por Tesla o Google, –de ahí su gran batalla legal con ellos- y, concretamente, por Elon Musk con el que ha tenido de todo menos palabras bonitas.
¿De donde viene todo esto? Como se suele decir, en todas las empresas hay problemas y Uber no iba a ser la excepción. Lo que sorprende es la cantidad de ellos que se han concentrado en tan corto espacio de tiempo. Cierto. La cuestión es que si hacemos algo de retrospectiva, realmente Uber es una empresa joven y, en cierto modo, inexperta que ha crecido mucho en poco tiempo. Y lo más importante: que juega en un sector excesivamente tradicional que, para lamento de muchos, tiene todos los visos de cambiar el negocio del transporte de la ciudades en un corto espacio de tiempo. Es de esperar que sus problemas, así como sus buenas noticias, sigan creciendo con el tiempo.
Ahora sólo queda preguntarnos, ¿cuál será la siguiente polémica?