Apple Pay llegó al mundo en septiembre de 2014. Lo hizo junto al iPhone 6 y al Apple Watch, en uno de los mayores eventos que la empresa de Cupertino ha organizado en su historia reciente. Este sistema, en cambio, no llegó a España hasta diciembre de 2016, casi dos años más tarde. Lo hizo junto a Banco Santander —con el permiso de American Express y Carrefour—, y supuso un firme paso hacia delante en la adopción por los pagos móviles en España.

El camino, no obstante, no fue sencillo. Convencer a los bancos de adoptar la plataforma de pagos móviles de Apple es un paso casi tan complejo como la comercialización del iPhone en 2007, cuya llegada junto a Movistar significó un antes y un después en la relación entre marcas y compañías de telecomunicaciones.

Las negociaciones entre Apple y los bancos recuerdan a las que sucedieron en 2007 y 2008 para abrazar a los primeros iPhone: intensas, exigentes y complejas.

Uno de los ejes de las negociaciones eran las comisiones que Apple, como proveedor del servicio y la plataforma, impone a los bancos. Un mes más tarde de su lanzamiento en España, el diario económico Expansión publicó una pieza en la que varias fuentes del sector bancario mostraron su preocupación por las exigencias impuestas por el gigante tecnológico. Se criticó la centralidad de sus tarifas (uniformes en toda Europa) y las cifras estipuladas en ellas, que son hasta 15 veces superiores a las que Samsung Pay exige a las entidades bancarias.

Banco Santander fue la única entidad en aceptar las comisiones, pese a las presiones del sector bancario. La estrategia, más allá de la ampliación del portafolio de productos, emerge como un pilar de su estrategia de publicidad y marketing, al igual que las cuentas 1|2|3 que la entidad española ha promocionado intensamente durante los últimos meses. Recientemente, Banco Santander actualizó su red de cajeros para permitir la retirada de efectivo con el sistema Apple Pay. Asimismo, ofrece a sus clientes de las cuentas 1|2|3 diversas bonificaciones por el pago en comercios con sistemas como Santander Wallet o Apple Pay.

España, un escenario ideal para Apple Pay

Apple Pay.

España es el escenario perfecto para Apple Pay. Alrededor del 80% de los TPV disponibles en la nación ya son compatibles con la tecnología NFC, la misma que utiliza Apple Pay para procesar las transacciones. Este elevado porcentaje contrasta con países como Estados Unidos, Alemania o Reino Unido, donde el porcentaje de TPVs con tecnología NFC es inferior al 50%.

España es, además, uno de los países con mayor ratio de TPVs por comercio y habitante. Cualquier cliente con una tarjeta de crédito o débito puede prescindir con facilidad del dinero en efectivo; en otros países, la mayor escasez de TPVs en comercios y la incompatibilidad de estos con la tecnología NFC se convierten en los principales obstáculos de Apple Pay y los sistemas de pago móviles.

Banco Santander también supone una entidad perfecta para desplegar Apple Pay. Alrededor del 30% de sus clientes utilizan un iPhone como teléfono móvil. Todos ellos son clientes potenciales de Apple Pay y, por lo general, perfiles con un consumo y un número de transacciones mensuales superior a otros conjuntos de usuarios.

La dura adopción del pago móvil en España

Pese al elevado número de TPVs con tecnología NFC y al despliegue de plataformas como Apple Pay o Samsung Pay, los pagos móviles continúan siendo un rara avis en la sociedad española. Por inercia, se espera el pago con tarjeta, pero no con un teléfono o un reloj inteligente. Es muy común decir frases como “¿Puedes acercarme el TPV? Voy a pagar con el reloj” cuando el comercio solicita la tarjeta de crédito/débito para iniciar la transacción.

Ese es solo un ejemplo de las dificultades sociales que implica el pago con un iPhone o Apple Watch. Otro de los obstáculos sociales es el desconocimiento: muchos de los propietarios de un TPV desconocen que su terminal es compatible con Apple Pay y otros sistemas de pago móvil. Al decir que vas a pagar con el reloj responden “no, este no es compatible”, mientras tú observas el logo de pagos contactless del TPV fijamente. Entonces comienza una breve conversación con el dependiente del comercio en la que le invitas a probar y ver si se procesa el pago satisfactoriamente. Y, efectivamente, funciona.

La parte técnica está superada; la parte social, en cambio, noSomos uno de los mejores países para adoptar el pago móvil, pero lo desconocemos por completo. Desconocemos cuándo un TPV es compatible, qué teléfonos ofrecen un sistema de pagos, qué bancos tienen wallets o aplicaciones de pagos móviles propias, etc.

Los pocos que conocen el funcionamiento de los pagos móviles, dudan de su seguridad. ¿Qué ocurre si pierdo mi teléfono? ¿Me pueden hackear el teléfono y pagar con él sin mi consentimiento? Son algunas de las preguntas más comunes. La realidad, en términos genéricos y simples, es que el teléfono móvil es más seguro que la tarjeta de débito convencional. La autenticación se hace con lector de huellas dactilares, la información está cifrada y, en caso de robo, los teléfonos cuentan con sistemas de seguridad que evitan su uso fraudulento. Y si eso no es suficiente, siempre puedes llamar y cancelar la tarjeta de crédito/débito por robo —al igual que harías tras la pérdida de una tarjeta física—.

Ahora que Apple Pay está en España, tanto las entidades bancarias compatibles (como Banco Santander) como el propio fabricante tienen un largo camino por recorrer: hacerlo mainstream. Que los usuarios lo conozcan, lo configuren, lo prueben y, sobre todo, confíen en el sistema, es el mayor reto en España. Es un proceso rutinario, progresivo y automático; pero con la intervención de Apple y las entidades bancarias compatibles, la aceptación social puede producirse mucho más rápido.