El 25 de abril de 1953, James Watson y Francis Crick publicaron un trabajo en la revista Nature donde enseñaban por primera vez la estructura en doble hélice del ADN. El hallazgo, que no hubiera sido posible sin los aportes de Rosalind Franklin y Maurice Wilkins, cambió para siempre la historia de la ciencia. La importancia de su descubrimiento se celebra todavía hoy con la conmemoración del Día del ADN.
Sesenta y cuatro años después de la presentación en sociedad de la doble hélice de nuestro material genético, la investigación sobre el ADN continúa. En los años setenta, se desarrolló la tecnología del ADN recombinante, que permitió la generación de organismos modificados genéticamente, y a principios del siglo XXI, se logró completar el Proyecto Genoma Humano.
Estos avances han saltado en los últimos años desde la poyata de los laboratorios a la vida real. Con la llegada de la medicina personalizada, cada vez es más frecuente que los pacientes vean secuenciado su genoma con el fin de individualizar los tratamientos, una aproximación que ya es posible, por ejemplo, en la lucha contra el cáncer de mama. A día de hoy también es factible comprar un test de ADN a empresas que ofrecen directamente estos servicios a los consumidores. Pero, ¿qué fiabilidad tienen este tipo de pruebas genéticas?
¿Qué es el ADN y qué determina?
El ADN es la molécula que porta nuestra información genética, es decir, las instrucciones que determinan en buena medida las características de una persona. Nuestro material genético, que se encuentra en el interior de las células, sirve como código para fabricar las proteínas, unos componentes que tienen gran importancia en diferentes funciones biológicas. Si se produce un error a lo largo de la vida en el ADN o, por el contrario, el material genético ya portaba un fallo, que denominamos mutación, puede aumentar el riesgo de padecer determinadas enfermedades.
Muchos rasgos físicos también vienen determinados por las instrucciones codificadas en el ADN, aunque los estudios más recientes apuntan a que todo es más complejo de lo que habíamos pensado inicialmente. Por ejemplo, en el pasado, los científicos pensaban que el color de los ojos dependía de un único gen. Investigaciones posteriores han demostrado que la tonalidad de los ojos viene determinada directamente por el grado y el tipo de pigmentación del iris, y que en ella influyen múltiples factores genéticos.
No es el único mito que existe sobre el impacto de la genética en una gran variedad de rasgos físicos. John McDonald, profesor de Biología en la Universidad de Delaware, elaboró una guía muy completa sobre los rumores y las falsas creencias que aún existen sobre genética humana. Por ejemplo, no es cierto que características como los hoyuelos de las mejillas, los lóbulos de las orejas o la habilidad para enrollar la lengua vengan determinadas por un único gen. Por ello, tampoco es posible realizar una prueba de ADN que muestre, con el análisis de un solo marcador, si tenemos o no hoyuelos, cómo son los lóbulos de nuestras orejas o si podemos hacer o no virguerías con la lengua.
Los rasgos de una persona, así como la predisposición a padecer una enfermedad, pueden venir escritos en la información genética de un individuo. Sin embargo, esta información es extremadamente compleja de analizar y de interpretar. Por poner otro ejemplo, mientras anteriormente se creía que el hecho de ser diestros o zurdos estaba determinado por un único gen, en la actualidad sabemos que hasta cuarenta genes diferentes pueden influir en esta característica. Otros aspectos, como la inteligencia, la forma del pelo o incluso la aparición de las canas también están influidos por nuestra genética, aunque no sea el único factor que actúe sobre las características y los rasgos de una persona.
En la actualidad, algunos científicos desarrollan pruebas conocidas como "fotografía a través del ADN". La Dra. Carme Barrot, responsable del Laboratorio de Genética Forense de la Universitat de Barcelona, explicó a Hipertextual que su equipo trabajaba para inferir características como la forma craneal o rasgos físicos como el color del pelo o de los ojos. La metodología, sin embargo, se encuentra todavía en fases iniciales. Es decir, los caracteres físicos son determinados por muchos más factores genéticos de lo que se creía antaño, y las pruebas genéticas solo pueden predecir estos rasgos, sin dar información que sea completamente concluyente.
Por otro lado, los resultados que se obtienen a partir del ADN tampoco deben considerarse definitivos ya que no todo está escrito en nuestro material genético. La expresión de nuestros genes, es decir, si están "encendidos" o "apagados", depende de unos interruptores llamados marcadores epigenéticos. En función de las condiciones ambientales, por ejemplo, es posible que un gen se active o no. Por tanto, el hecho de contar con una secuencia de ADN específica puede que no sea totalmente determinante en el caso de que los interruptores epigenéticos apaguen su expresión.
¿Qué son las pruebas genéticas y qué podemos aprender?
Las pruebas genéticas o test de ADN son una serie de exámenes que se realizan en el laboratorio para estudiar las instrucciones de nuestro material genético. Gracias a ellas, por ejemplo, es posible diagnosticar enfermedades, identificar los cambios en el ADN que causan una patología ya detectada, determinar la gravedad de un trastorno u orientar sobre la mejor terapia que sea factible administrar. Este tipo de pruebas se llevan a cabo generalmente en la práctica clínica, de forma que las unidades especializadas de secuenciación y bioinformática aconsejan a los médicos y los pacientes para llevarlas a cabo.
Existen, además, otro tipo de pruebas genéticas que se comercializan directamente hacia el consumidor. Las empresas ofrecen una serie de paneles a sus clientes, de forma que estudian la presencia o ausencia de marcadores específicos, que podrían relacionarse con una mayor predisposición a sufrir una enfermedad. Recientemente, la Food and Drug Administration de Estados Unidos autorizó a la compañía 23andMe la venta de este tipo de test de ADN, cambiando el criterio que venía manteniendo desde 2013, cuando la agencia determinó que no existía suficiente evidencia para comercializar estos exámenes sobre el ADN.
Este tipo de pruebas genéticas pueden darnos algunas pistas sobre el riesgo de padecer una determinada patología. Sin embargo, las condiciones ambientales, los factores socioeconómicos y el estilo de vida juegan un papel clave en nuestra salud. Por ello, la información que podamos obtener a partir de estos test de ADN no es definitiva, y solo debería animarnos a cambiar hábitos que pudieran ser perjudiciales. Por otro lado, las empresas que comercializan estas pruebas genéticas basan su modelo de negocio en ofrecer los datos personales, que obtienen gracias a los test de ADN, a otras grandes compañías. Así lo demostró la propia 23andMe cuando llegó a un acuerdo con la multinacional Genentech para monetizar su enorme base de datos personales por 60 millones de dólares, algo que preocupa a los expertos por sus implicaciones sobre la autonomía y la privacidad de los usuarios de estos servicios.
Antes de hacer un test de ADN, la Asociación de Expertos en Consejo genético de Estados Unidos recomienda recordar tres puntos importantes: el ADN no lo es todo, es fundamental comprender a quién le damos acceso a nuestra información genética -especialmente en el caso de pruebas comercializadas por empresas-, y apoyarse en los recursos educativos que pueden encontrarse hoy en día en la red. Tras la luz verde de la FDA, es probable que se ofrezcan nuevas pruebas genéticas a los consumidores sobre la salud, además del test que ya vende 23andMe, por lo que debemos tomar este tipo de exámenes con cautela.
Es importante recordar que realizar un test de ADN es muy sencillo, pero interpretar sus resultados no. De ahí que sea recomendable acudir a un especialista en Consejo genético o un profesional médico que nos explique las conclusiones de la prueba, que puede ofrecer datos personales inesperados, también acerca de la predisposición y el riesgo a padecer una enfermedad por parte de nuestros familiares. Otra posibilidad es que utilicemos estos exámenes genéticos para conocer un poco mejor nuestra ascendencia, ya que determinados marcadores en el ADN pueden indicar que procedemos de una región o de otra, un dato curioso sin mayores implicaciones sobre la salud.
¿Cómo se hace un test de ADN?
Un análisis genético puede ser realizado a partir de cualquier muestra de origen biológico, como un pelo, un trozo de piel, la sangre o la saliva. En el caso de los test de ADN que se comercializan, las empresas normalmente ofrecen un sencillo kit para que introduzcamos en un pequeño tubo nuestra saliva o hagamos un pequeño frotis con las células del interior de la mejilla. Posteriormente deberemos devolver ese tubo a la compañía, que analizará el material genético y ofrecerá unos resultados predictivos en función del panel genético que estudie.
Pruebas genéticas: beneficios, ventajas y limitaciones
La realización de un test de ADN puede ser beneficiosa si, por ejemplo, nos ayuda a evitar alguna incertidumbre o nos ayuda a mejorar nuestros hábitos de vida. El lado positivo de las pruebas genéticas que se comercializan directamente está en tomar decisiones sobre la salud individual o de la salud de nuestros familiares, con el fin de reducir las posibilidades de contraer una enfermedad. Un estudio publicado recientemente en Journal of Clinical Oncology mostró que las personas que se sometían a una prueba genética no cambiaban posteriormente sus hábitos de dieta o ejercicio, por lo que parece que no sigue la recomendación más destacada. La salud depende de múltiples factores, no solo genéticos, por lo que no está todo escrito en el ADN.
Entre las limitaciones de los análisis genéticos que se comercializan, es importante destacar que sus resultados no son definitivos sobre las enfermedades hereditarias. El hecho de recibir un resultado positivo no es sinónimo de que se vaya a desarrollar una determinada patología. De ahí que sea importante apoyarse en genetistas, profesionales médicos y consejeros genéticos que nos puedan orientar a la hora de comprender las conclusiones de un test de ADN. La evidencia actual señala que, a pesar de que los consumidores pueden interpretar de forma correcta la información genética, no suelen buscar el consejo de especialistas para comprender las conclusiones de un test de ADN.
Y es que las pruebas genéticas, a pesar de que no son perjudiciales, sí pueden afectarnos económica y emocionalmente. Por un lado, los test de ADN que se comercializan pueden rondar entre los 200 y los 2.000 euros, una cantidad que no todo el mundo puede permitirse. Por otro lado, no siempre es fácil enfrentarse a sus conclusiones. Saber que nosotros mismos o nuestros familiares tiene mayor riesgo de padecer una enfermedad puede generar ansiedad, ira, culpabilidad o tristeza, de ahí que debamos interpretar sus resultados con cautela, y siempre acudiendo a un especialista.
¿Cómo saber si un test es válido y útil?
La validez de un test de ADN depende de dos parámetros: si la prueba puede detectar de forma correcta la ausencia o presencia de un factor o factores genéticos que, por otra parte, se hayan correlacionado con la predisposición a desarrollar una enfermedad. La utilidad clínica se refiere a si el análisis genético que se comercializa puede realmente ofrecer información provechosa y beneficiosa para el consumidor, con el fin de que pueda mantener hábitos de vida más saludables. No todas las pruebas de ADN que se venden están certificadas por las autoridades, lo que apoya la necesidad de interpretar sus conclusiones con cautela.
¿Cómo decidir si realizar una prueba genética?
Dejando de lado los análisis genéticos que puedan realizarse en la práctica clínica, es posible que alguna vez nos hayamos planteado comprar un test de ADN. Estas pruebas son voluntarias, y pueden ayudarnos a conocer un poco mejor el riesgo o la predisposición a padecer una enfermedad, ayudándonos a mejorar nuestros estilos de vida para reducir las probabilidades de contraer una patología. En cualquier caso, realizar un análisis genético es fácil, pero interpretar sus conclusiones no es tarea sencilla, por lo que es recomendable consultar con un experto para entender bien los resultados y sus limitaciones.
¿Qué significan los resultados?
Las empresas que comercializan test de ADN realizan predicciones sobre nuestras características infiriendo determinados marcadores genéticos. Sin embargo, sus conclusiones no deben tomarse como definitivas. Por un lado, los rasgos físicos o incluso el riesgo de padecer una enfermedad dependen de múltiples factores genéticos, que no siempre se evalúan bien ni en su totalidad en estas pruebas. Por otro lado, los análisis que se hacen en la práctica clínica, a diferencia de los tests que se comercializan, se interpretan por expertos que conocen además nuestro historial médico y el de nuestra familia, lo que ayuda a comprender mejor sus conclusiones.
Un resultado positivo puede indicar, por ejemplo, que una persona porta una mutación genética específica, lo que puede implicar un mayor riesgo de padecer una enfermedad o apoyar el diagnóstico de una patología. Los análisis genéticos que se comercializan, sin embargo, tienen un carácter predictivo, ya que se hacen generalmente antes de tener síntomas de un trastorno, por lo que frecuentemente no pueden demostrar un riesgo específico de una enfermedad al no ser resultados concluyentes.
Por otro lado, un resultado negativo muestra que el laboratorio no ha encontrado un cambio en los genes o en los cromosomas estudiados. A partir de ahí se puede extrapolar que esa persona no porta una mutación genética o que no presenta un mayor riesgo de padecer una enfermedad. Sin embargo, también es factible que el test de ADN haya obviado alguna otra alteración que sí puede incrementar la predisposición a desarrollar una patología. En otros casos, los resultados no son informativos porque se detectan cambios en el ADN que no se han asociado con problemas de salud específicos, por lo que puede entenderse que es una variación que no causa ningún efecto o bien que se trata de una mutación de la que desconocemos todavía su impacto en la salud.
¿Es posible conocer a nuestros ancestros?
Antes del cambio de opinión de la Food and Drug Administration de Estados Unidos sobre los test de ADN de 23andMe, las pruebas genéticas más populares analizaban nuestra genealogía. A partir de estos sencillos análisis es factible conocer algunas curiosidades sobre nuestra ascendencia. En los hombres, estudiar el cromosoma Y puede ayudarnos a saber más datos sobre su ascendencia masculina, mientras que es posible evaluar el genoma mitocondrial, que heredamos de nuestras madres, para trazar un poco mejor nuestra genealogía.
Algunos test evalúan paneles de polimorfismos de nucleótidos únicos (SNPs, en inglés), es decir, variaciones de una sola letra del ADN, con el fin de inferir los patrones sobre nuestra ascendencia. Estos resultados ofrecen predicciones sobre nuestra genealogía, estimando qué porcentaje de diferentes etnias tenemos. Lo que hacen las compañías es realizar este tipo de estimaciones comparando nuestros resultados con bases de datos anteriores, de forma que sus conclusiones pueden no ser concluyentes.
Las predicciones pueden verse limitadas también por el gran número de migraciones humanas: en grupos étnicos donde haya habido poca variabilidad genética, es más fácil inferir los resultados con pequeños cambios en el ADN. Sin embargo, en poblaciones donde haya habido grandes variaciones en las letras del material genético, es más difícil predecir nuestro origen y ascendencia únicamente a partir de las pruebas de ADN individuales. Por el contrario, los estudios genéticos realizados en grandes poblaciones sirven a los científicos para trazar nuestra propia historia como especie, lo que ha permitido comprender un poco mejor la evolución humana.