La vista en al fotografía es esencial, o al menos parece serlo. Mirar por el visor, disparar hacer *chimping* en la pantalla son todos actos visuales y exclusivos para todas las personas con ojos funcionando. Pero esto no parece ser un impedimento para Sonia Soberats quien, tras perder la visión de ambos ojos, decidió dedicarse a la fotografía alcanzando exposiciones internacionales.
Tras una larga lucha contra el glaucoma, Sonia perdió la visión de su ojo derecho y seis meses después el izquierdo. Habiendo perdido perdido ambos hijos frente al cáncer en años anteriores, la fotografía, aun sin poder ver, se convirtió en una forma de terapia y vía de escape en los infortunios de su vida.
Su acercamiento a la fotografía es muy particular. En vez de capturar momentos o situaciones de la vida que requerirían, claro esta, una visión aguda y rápida, se basa en los fisiogramas, el arte de pintar con luz. Planificando la escena en su cabeza, dispara su cámara y procede a pintar toda la escena, a veces con la ayuda de modelos, otras sencillamente valiéndose de una pared y una habitación muy oscura.
Sorprendentemente todas las imágenes tienen coherencia y sus objetos y personas, dibujadas a mano alzada, son increíblemente detalladas y reconocibles. Algunas de sus fotografías apelan a unos detalles más surrealistas, combinando mascaras y antifaces, probablemente centrándose en aquello que ya no tiene con ella.
Su pasión y dedicación le valió una exposición individual en Caracas, Venezuela, titulada "Visión Intransferible", ademas de ser la protagonista de la documental próxima a estrenar llamada El Laberinto de lo Posible.
A continuación encontrarás una pequeña selección de sus imágenes, pero si quieres saber más, no dudes en leer la entrevista de New York Times o visitar su set de Flickr.