En octubre de 1989, un incendio en la central de Vandellós, en Tarragona, provocó el que se considera el accidente nuclear más grave de la historia de Europa occidental. Afortunadamente, la acción conjunta de bomberos y técnicos hizo que todo quedara en un susto, pues no se liberó material radiactivo al ambiente. Aun así, se decidió desmantelar el reactor, que aún a día de hoy sigue cerrado. En ese momento, ya solo se usaba para obtener energía, pero unos años antes hubo una misión oculta en esta central nuclear: aprovechar el plutonio que se generaba como residuo para fabricar bombas atómicas.

Todo formaba parte del proyecto Islero, un plan secreto del gobierno de Franco para sumar a España a la lista de países con bombas atómicas en su arsenal personal. El director de dicha misión, el general Guillermo Velarde, fue el encargado de dar a conocer alguno de los pormenores de este proyecto, años después de que el propio Franco decidiera ponerle fin.

No se llegaron a construir las bombas atómicas. Sin embargo, se demostró que, técnicamente hablando, los científicos militares españoles estaban capacitados para hacerlo.

El nacimiento del proyecto Islero

En 1948, el dictador Francisco Franco creó la Junta de Investigaciones Atómicas, que más tarde, en 1951, se rebautizaría como Junta de Energía Nuclear (JEN). En ella, se contrató a los mejores científicos del país del área de la física nuclear. Los Oppenheimers españoles. Inicialmente, el objetivo de esta institución no era militar. Sin embargo, tras la independencia de Marruecos, acaecida en 1956, se comenzó a pensar en la posibilidad de desarrollar bombas atómicas. El estallido de la guerra del Ifni, en 1957, terminó de consolidar la idea, que se enmarcó en un proyecto secreto al que denominaron con el nombre del toro que mató a Manolete: Islero.

Estados Unidos y las URSS habían sembrado el mayor precedente sobre la fabricación de bombas atómicas. Pero ambas lo habían hecho en el marco de proyectos secretos, por lo que no había mucha información al respecto.

guerra ifni
La Guerra del Ifni impulsó el deseo de fabricar bombas atómicas. Crédito: Cassowary Colorizations (Wikimeida Commons)

Los secretos de la bomba de hidrógeno

Los científicos españoles querían explorar el desarrollo de bombas de hidrógeno. Estas son aquellas que, en vez de utilizar la fisión nuclear, como la que se emplea en las centrales nucleares, se basan en la fusión nuclear. La principal diferencia entre un fenómeno y otro es que en la fisión nuclear se dividen los núcleos de átomos pesados, como el uranio o el plutonio, mientras que en la fusión se unen núcleos de átomos ligeros para formar uno más grande. Ambos procesos son muy energéticos, pero la fusión lo es muchísimo más. De hecho, es el tipo de reacción que mantiene encendidas las estrellas. El problema es que es mucho más difícil de controlar. Por eso el mismísimo Oppenheimer no quiso ni oír hablar de esa opción cuando estuvo a cargo del proyecto Manhattan. 

Sí que lo hicieron otros dos científicos contratados por los Estados Unidos: Edward Teller y Stanislaw Ulam. Ambos desarrollaron lo que se bautizó como proceso Teller-Ulam. Este consistía en preparar un recinto con una pequeña bomba de fisión en un extremo y el material termonuclear, compuesto por isótopos de hidrógeno, como el deuterio y el tritio, en el otro. Cuando se hacía estallar la bomba de fisión, las ondas de choque comprimían el combustible, provocando la fusión de sus núcleos y generando una energía muchísimo mayor que la de las bombas atómicas de fisión. 

OPPENHEIMER
En 'Oppenheimer' se representan las reticencias de este físico estadounidense a la creación de la bomba de hidrógeno.

El procedimiento quedó en secreto durante años. Estados Unidos no quería que otros países fuesen capaces de fabricar la bomba de hidrógeno. No pudieron evitar que la URSS lo lograse, pero mantuvieron la información clasificada todo el tiempo que pudieron. Aun así, un accidente inesperado hizo que España descubriese su secreto.

El accidente de Palomares y las bombas atómicas españolas

En 1966, un avión B-52 del ejército estadounidense chocó con un avión cisterna sobre la localidad almeriense de Palomares. El accidente liberó cuatro bombas de hidrógeno, 68 veces más potentes que la de Hiroshima. Dos de ellas se abrieron en la caída, liberando isótopos de plutonio que reaccionaron con el aire para dar lugar a dióxido de plutonio en forma de aerosol. Esta peligrosa sustancia se roció por 435 hectáreas de terreno, causando el terror de los lugareños.

Lógicamente, el revuelo hizo que se desplazasen a la zona expertos en energía nuclear, tanto de Estados Unidos como de España. Entre los españoles estaba el general Velarde, quien descubrió algo curioso al inspeccionar el terreno. Le llamó la atención que algunas piedras estaban totalmente ennegrecidas, como si algún tipo de plástico se hubiese fundido sobre ellas. Preguntó a los científicos estadounidenses cuál era el motivo y estos le explicaron que las bombas en los aviones iban rodeadas de una esponja de poliestireno para evitar que choquen entre ellas.

Pero Velarde no creyó que el poliestireno sirviese solo para eso. Analizó algunas muestras y, tras colocar las piezas del puzle en su cabeza, llegó a la conclusión de que las bombas contenían un recinto con el plutonio a un lado, los isótopos de tritio y deuterio a otro, y el poliestireno en medio. Este propiciaría que se alcanzase la temperatura suficiente antes de que la explosión del polonio provocase la fusión. Había descubierto el proceso Teller-Ulam. Ahora, España podría fabricar sus propias bombas atómicas.

bomba del Zar
Reproducción de la bomba d hidrógeno del Zar, de la URSS.

Experimentos con humanos

Mientras que Velarde descubría uno de los secretos mejor guardados de Estados Unidos, los científicos del Laboratorio de Los Álamos, donde se gestó el proyecto Manhattan, elucubrar su propio plan. El director de investigación biomédica de dicha institución, Wright Haskell Langhem, era conocido por sus estudios poco éticos sobre los efectos de la radiactividad en la salud humana. Llegó a inyectar polonio a 18 enfermos terminales sin su consentimiento simplemente para ver cómo evolucionaba la radiación en sus cuerpos.

En cuanto supo del accidente de Palomares tuvo una idea muy acorde con sus investigaciones anteriores. Utilizar a los vecinos de la localidad como conejillos de indias.

Él y su equipo llegaron a un acuerdo con el gobierno de Franco. Limpiarían parte del polonio derramado en terreno almeriense, pero menos del acordado en un principio. Concretamente, 3 veces menos de lo que prometieron inicialmente y casi 30 veces menos de lo que recomendaban los expertos de la JEN. Lógicamente, eso no era seguro para la población, pero ese precisamente era el plan. El gobierno español aceptó a cambio de la donación de materiales para establecer un gran laboratorio de estudios radiológicos.

Así, año tras año, comenzaron a tomarse muestras tanto de la orina de los vecinos como de los productos cultivados en esta zona, que vivía mayormente de lo que daba la tierra. Tras analizar las muestras se les decía que todo iba bien, pero no era cierto. En 1978 Estados Unidos reconoció que no actuó de forma correcta. En la década de los 80 los vecinos lucharon para recuperar sus expedientes médicos y lo que vieron no tuvo nada que ver con lo que se les señaló en un inicio.

bombas atómicas, fraga en palomares
Fraga se bañó en el mar para convencer a la población de que todo estaba bien en Palomares.

Vandellós entra en juego

Mientras el ministro Manuel Fraga se bañaba en aguas de Palomares fingiendo que todo iba bien, el general Velarde seguía adelante con el Proyecto Islero. Ya sabía cómo fabricar bombas atómicas de hidrógeno. Solo le quedaba obtener el plutonio.

Para ello, se decidió construir en Tarragona la central nuclear de Vandellós, en la que este elemento radiactivo se obtenía como residuo. Las arcas españolas no disponían del dinero necesario, por lo que contaron con ayuda del gobierno francés, la única gran nación europea que no había vuelto la espalda a la dictadura.

A Francia le interesaba tener cerca una planta de producción de plutonio, pues también podrían aprovecharse de ello, por lo que prestaron al gobierno los 455 millones de francos necesarios. El objetivo de España era fabricar 36 bombas atómicas, 8 de ellas de hidrógeno. Sin embargo, antes de que diese tiempo a hacerlo, el propio Franco puso fin al proyecto. Estados Unidos no estaba de acuerdo con que España fabricase bombas atómicas, menos aún en colaboración con Francia. El dictador temía que el país norteamericano descubriese su secreto, por lo que finalmente prefirió dejarlo en stand by.

¿Se habría logrado construir bombas atómicas?

Vandellós siguió funcionando con normalidad para la obtención de energía, hasta que en 1989 se produjo el accidente que podría haber sido fatal. España no volvió a intentar fabricar bombas atómicas y a día de hoy no se sabe si realmente lo habrían conseguido. Algunos expertos opinan que sí se podría haber logrado, pero que el ejército español no disponía de medios para experimentar con ellas. Mejor así, desde luego. 

Recibe cada mañana nuestra newsletter. Una guía para entender lo que importa en relación con la tecnología, la ciencia y la cultura digital.

Procesando...
¡Listo! Ya estás suscrito

También en Hipertextual: