En el mundo hay, actualmente, nueve potencias nucleares. Nueve países que tienen, o dicen tener, entre su arsenal militar bombas atómicas listas para usar en caso de amenaza por parte de otro país. En realidad, son más una medida de presión para lograr otros fines. El caso más reciente, Corea del Norte. Con sus sucesivas amenazas nucleares persigue notoriedad dentro y fuera de sus fronteras, así como obtener favores por parte de potencias como Estados Unidos o China.
Y más recientemente, Ucrania, Estados Unidos y Rusia agitan el fantasma de las armas nucleares. Ucrania para obtener más ayuda internacional en su guerra contra Rusia. Estados Unidos para presionar a Rusia y enturbiar su imagen. Y Rusia para demostrar al mundo que siguen siendo la potencia que fueron. Mientras, el mundo tiembla ante una amenaza nuclear que difícilmente se hará realidad, como vivimos durante la Guerra Fría.
Precisamente, la bomba atómica “estuvo de moda” durante esa época. Era una manera de demostrar poder. Tras la Segunda Guerra Mundial, las potencias mundiales querían “sacar pecho” y redefinir quién “mandaba” en el mundo. De ahí que tras Estados Unidos y la URSS, países como Reino Unido, Francia, India o Pakistán fueran incorporando la bomba atómica a su arsenal. Incluso España quiso ser potencia nuclear. El final ya lo conocemos. Pero, ¿cómo fue ese intento español de conseguir la bomba atómica?
España y el mundo en la Guerra Fría
Tras el golpe de estado de 1936 y la consecuente guerra civil, que finalizó en 1939, España vivió una dictadura que no finalizó, oficialmente, hasta 1975. Así, durante la etapa conocida como Guerra Fría, el mundo vio como Estados Unidos y la URSS se enfrentaban indirectamente en ámbitos como la influencia económica, cultural e ideológica, la carrera espacial y/o su apoyo a unos y otros bandos en distintos conflictos por todo el globo. Incluso apoyaron golpes de estado en distintos continentes.
Esa Guerra Fría nunca fue directa porque ambas potencias contaban con la bomba atómica. De manera que si un bando hubiera lanzado una o más de esas ojivas nucleares, la respuesta hubiera sido que medio planeta hubiera acabado destruido. Con millones de vidas perdidas y grandes extensiones de territorio inhabitables por la radiación. Eso sin contar con las consecuencias, directas e indirectas, para el resto de países. Como curiosidad, a este escenario hipotético se le llamó MAD, en inglés, loco. Acrónimo que significa mutual assured destruction o destrucción mutua asegurada y que acuñó el teórico y estratega Donald Brennan en 1962.
Así, aunque nadie quería ni pretendía usar la bomba atómica, muchos la codiciaban. Era una manera de lograr influencia a nivel internacional. Y de formar parte del selecto club de países con capacidad nuclear. Algo que España ansiaba conseguir, como habían hecho sus vecinos franceses e ingleses. Una manera de perpetuar la dictadura y de abrirla al mundo tras los acontecimientos vividos en la Segunda Guerra Mundial.
Proyecto Islero y la bomba atómica española
España contó con una Junta de Energía Nuclear desde 1948, aunque con otro nombre. Hoy se conoce por sus siglas CIEMAT. La idea de inicio era obtener capacidad nuclear tanto para obtener electricidad como, especialmente, para fabricar su propia bomba atómica o bomba nuclear. Tres años antes, Estados Unidos había creado sus propias ojivas nucleares y las había lanzado contra población civil para finalizar la Segunda Guerra Mundial sin más dilación.
Para que España consiguiera su propia bomba nuclear, puso en marcha lo que se conoció como Proyecto Islero ese mismo 1948. Su nombre, Islero, fue puesto por ser el nombre del toro que, en 1947, hirió al popular torero Manolete y que falleció poco después a causa de las heridas de dicho animal en la plaza de toros de Linares, Jaén. Y para dirigir tan peculiar proyecto, Franco asignó a Guillermo Velarde, formado en Estados Unidos, comandante del Ejército del Aire y, posteriormente, catedrático de Física Nuclear.
En el proyecto trabajaron científicos españoles y también científicos alemanes que habían logrado escapar de Alemania durante o al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Una “adquisición de talentos” similar a la que realizaron Estados Unidos y la URSS años antes. Eso sí, el ingrediente principal estaba en territorio español. Concretamente, en las minas de uranio de Arjona, en Jaén. Como curiosidad, a 50 kilómetros de donde había fallecido el popular torero.
La inestimable ayuda del amigo americano
Tras la derrota de la Alemania nazi y de la Italia fascista en la Segunda Guerra Mundial, España había quedado aislada internacionalmente. Alemanes e italianos habían usado el territorio español, durante la guerra civil española, como campo de pruebas para la maquinaria bélica que emplearían más tarde sobre Europa. Y, durante la contienda europea, la dictadura de Franco había colaborado con materias primas y, en menor medida, soldados para combatir contra la URSS.
Sin embargo, la consecuente Guerra Fría hizo que Estados Unidos fuera pragmático. Y aprovechar la buena posición geográfica de España para instalar bases militares. De ahí que en 1953, Eisenhower y Franco firmasen los llamados Pactos de Madrid. A cambio de ciertas ayudas económicas y de lavado de imagen, Estados Unidos instalaba en territorio español bases militares como la de Morón de la Frontera (Sevilla), Rota (Cádiz), Zaragoza y Torrejón de Ardoz (Madrid). Y, posteriormente, en 1959, Estados Unidos, a través de la CIA, financiaría Radio Liberty, una emisora de radio con sede en Pals (Girona) que emitía hacia los territorios comunistas del Este de Europa y la URSS con noticias y propaganda anticomunista.
Tras ese primer acuerdo de 1953, se produce otro en 1955, más específico. Se trata de un acuerdo de cooperación nuclear englobado en el programa Átomos para la paz. El objetivo es que España instale centrales nucleares para generar electricidad. Usar la energía atómica con fines pacíficos, no armamentísticos. Obviamente, los planes de Franco eran otros. Con todo, en 1958 se inaugura el Centro de Energía Nuclear Juan Vigón en la Ciudad Universitaria de Madrid.
Y como resultado, entre 1965 y 1968 se construye la primera central nuclear de España, la Central nuclear José Cabrera, conocida como Zorita. Situada en la provincia de Guadalajara, funcionó entre 1968 y 2006. Pero el plan para obtener la bomba atómica siguió otro camino.
La oportunidad del incidente de Palomares
El 17 de enero de 1966, la pequeña localidad de Palomares, en Almería, pasará a ser conocida en toda España y más allá de sus fronteras. Lamentablemente, por un accidente aéreo que tendrá varias consecuencias. La más directa, el fallecimiento de siete de los once tripulantes de las dos aeronaves que colisionaron entre sí. Una de ellas era un bombardero B-52 que transportaba cuatro bombas termonucleares. La otra, un avión cisterna que debía reabastecer de combustible al bombardero.
Primera consecuencia, el accidente aéreo. Siete víctimas mortales. Segunda consecuencia. Las cuatro bombas atómicas caen en territorio español. Resultado inmediato. Estados Unidos envía más de 30 barcos con 4 minisubmarinos sumergibles, varios equipos de buceadores y un despliegue por tierra y aire con la misión de recuperar las bombas nucleares.
En el lado español, por descontado, hubo un secretismo que ha durado hasta nuestros días. Algunas de las informaciones sobre el incidente solo se han conocido en las últimas décadas. Y gracias a los documentos desclasificados de Estados Unidos. La documentación española sigue clasificada amparada en las sucesivas leyes de secretos oficiales. Y aunque las relaciones entre Estados Unidos y España eran de colaboración, había recelos entre ambas partes.
En las primeras 24 horas del incidente, se recuperaron tres de las cuatro ojivas nucleares. El despliegue militar en la zona se enfocó en la cuarta bomba atómica, que fue recuperada en las profundidades marinas un 7 de abril. Casi tres meses después del incidente.
Aunque oficialmente, ni científicos ni militares tuvieron contacto con las ojivas, sí pudieron recabar información sobre las consecuencias de las mismas para la población. Toda la zona estuvo expuesta a radiación de dos de las bombas recuperadas. Casi 3 kilómetros cuadrados con radiación en terreno agrícola, bosques aledaños, viviendas y, claro está, en la población civil. Y pese a la icónica imagen del ministro de información y turismo de entonces, Manuel Fraga, mojándose en las aguas de la zona, la radiación estuvo presente durante 40 años.
En cuanto al proyecto atómico español, Franco decide posponerlo indefinidamente. Con todo, aunque dos años después, en 1968, decenas de países firman el Tratado de No Proliferación Nuclear, España no lo firma. Y en 1971, se retomará de nuevo el proyecto con apoyo francés.
El fin de la bomba atómica española
Llegamos a 1973. La dictadura de Franco ha pasado ya por varias etapas. Tras su primera etapa de autarquía y aislamiento internacional y una posterior revitalización gracias a la colaboración de Estados Unidos como aliado contra la URSS, España ha vivido una década de los 60 que ha supuesto industrializar parte del país y adoptar el turismo como fuente de financiación para gran parte del territorio, en especial las costas españolas.
En 1973, España vive los últimos años de Franco hasta su fallecimiento a finales de 1975. En el verano de 1969, Juan Carlos I es nombrado heredero del dictador a título de Rey. Y desde el mismo 1973, la Presidencia de España recae en Luis Carrero Blanco, almirante de profesión, que sustituye a un envejecido y ya perjudicado Francisco Franco. A finales de ese mismo año, el mundo vive una crisis energética mundial cuando en octubre de 1973, la OPEP decide dejar de exportar petróleo a los países que apoyaron a Israel durante la guerra entre Israel, Siria y Egipto.
En este contexto, el secretario de estado de Estados Unidos, Henry Kissinger, recibe informaciones de la CIA sobre el plan de España de crear su propia bomba atómica. Un proyecto que, como hemos visto, llevaba en marcha desde 1948. Y que, según la agencia estadounidense, en poco tiempo daría sus frutos. Sea o no cierta esa información, Kissinger visita Madrid para reunirse con Franco y Carrero.
Desconocemos como fue esa conversación. Sí sabemos que Carrero Blanco era favorable a disponer de bomba atómica. Pero el 20 de noviembre de 1973, un atentado mata a Carrero, poniendo fin a la carrera atómica española. Es más. Durante los convulsos años de la Transición (1975-1982), son tantos los frentes abiertos que el tema atómico queda relegado prácticamente al olvido. En 1981, el gobierno español de entonces cancela definitivamente el proyecto y se somete a la inspección de la OIEA, la Organización Internacional de Energía Atómica. Y, para terminar, en 1987, el gobierno de España firma el Tratado de No Proliferación Nuclear.