El término dieta puede utilizarse para hacer referencia a realidades muy diferentes. Por un lado, puede tratarse de una dieta adelgazante. La dieta de la piña, la del potito, la militar… Hay para todos los gustos y ninguna es recomendable. Por otro lado, se puede hablar de la alimentación característica de una persona o un conjunto de ellas. Es el caso, por ejemplo, de la dieta mediterránea, que hace referencia a lo que han comido tradicionalmente las personas de las costas de países como Grecia, Italia o el este de España. Suele ser un modelo a seguir sobre lo que es una alimentación saludable. Sin embargo, ahora debe competir con otra: la dieta atlántica.

Esta, como su propio nombre indica, hace referencia a la alimentación característica de lugares bañados por el océano Atlántico, especialmente Portugal y Galicia, en España. Tiene mucho en común con la dieta mediterránea. No obstante, algunos estudios señalan beneficios interesantes de esta otra alimentación.

Además, se ha analizado cuál es mejor en términos medioambientales. Como pequeño spoiler, podemos decir que, en ese aspecto, no hay apenas diferencias. ¿Pero qué pasa con el resto?

¿Realmente es tan diferente la dieta atlántica de la mediterránea?

Existe bastante discusión entre los expertos en nutrición que hablan de diferencias en ambas dietas y los que piensan que es más una cuestión de márketing. De hecho, en una entrevista para La Voz de Galicia, el doctor Ramón Struch, consultor sénior del servicio de Medicina Interna del Hospital Clínic de Barcelona, señaló que en los años 60 se decidió bautizar como dieta mediterránea a la alimentación característica de aquellas personas que viven en las inmediaciones del paralelo 40. Se le dio ese nombre y ahora hay cierto empeño en establecer diferencias. Sin embargo, lo que han comido tradicionalmente las personas de las costas atlántica y mediterránea es prácticamente lo mismo.

Otras personas sí que consideran que hay una diferencia clave. Supuestamente, la dieta mediterránea tiene como alimento estrella los cereales y la atlántica el pescado y el marisco. En el caso de la mediterránea, quizás no sería tan representativo en España, pero sí en países como Italia, donde son verdaderos expertos en el cocinado de la pasta. En cuanto al pescado y el marisco, tenemos a Galicia como principal ejemplo de lo que se establece con la dieta atlántica.

De cualquier modo, lo que está claro es que ambas dietas dan una gran importancia a la fruta, la verdura y las legumbres, así como al consumo reducido de carne y alimentos procesados. También se da mucha importancia al aceite de oliva y al consumo moderado de vino tinto, tan típico en ambas regiones. Lo del aceite es un gran acierto. En cambio, son muchos los estudios que demuestran que, por muchos beneficios que pueda aportar el vino tinto, no compensa los riesgos.

Ambas comparten beneficios

Se conocen muy bien los beneficios que tiene la dieta mediterránea. Es clave en la prevención de patologías como el cáncer, las afecciones cardiovasculares y algunas enfermedades metabólicas, como la diabetes tipo 2.

¿Pero qué pasa con la dieta atlántica? Un estudio recién publicado en Jama Network Open por científicos de la Universidad de Santiago de Compostela da respuesta a esta pregunta y lo cierto es que es muy buena. 

Para su realización, tomaron datos de 231 familias españolas entre los años 2014 y 2015. Estas se dividieron en dos grupos. En el primero se les dio asesoramiento nutricional para que siguieran la dieta atlántica. Mientras tanto, en el segundo se les dijo que siguieran con su dieta habitual, fuese la que fuese.

Todos los miembros de las familias se sometieron a un análisis de los marcadores de síndrome metabólico. Este hace referencia a un conjunto de afecciones que aumentan el riesgo de padecer diabetes y enfermedades cardiovasculares. Los marcadores en cuestión son sobre todo la circunferencia de la cintura y la tensión arterial, así como los niveles de colesterol HDL y triglicéridos. También se tiene en cuenta la glucemia. 

Al inicio del estudio, había 457 personas que no tenían marcadores que indicaran síndrome metabólico. Sin embargo, a la finalización del estudio, había 23 que lo habían desarrollado. 17 pertenecían al grupo control, mientras que solo 6 habían seguido la dieta atlántica. Además, en los que siguieron la dieta, los marcadores, en general, habían mejorado mucho. 

El estudio, por lo tanto, muestra los beneficios de la dieta atlántica, pero en realidad no establece grandes diferencias con la mediterránea. 

pescado
El pescado y el marisco son protagonistas de la dieta atlántica. Crédito: Mary Winchester (Unsplash)

La clave está en la proximidad

Tanto la dieta atlántica como la mediterránea se basan en el consumo de productos de proximidad, de la huerta al mar. De este modo, minimizan los procesados ricos en azúcares y grasas saturadas y, de paso, dan un respiro al medio ambiente, al reducir la huella de carbono derivada del transporte.

Son todo ventajas, tanto con una como con la otra. ¿Cuál deberías elegir? La del sitio en el que vivas. Si ni el Mediterráneo ni el Atlántico bañan tus costas, quédate con la que más te guste. Lo importante es que comas sano, el nombre es lo de menos. 

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