The Creator es la nueva propuesta de ciencia ficción de Garteh Edwards, el director de Rogue One. Se trata de una película que ya en sus avances prometía ofrecer una ambición prodigiosa. El cineasta es también especialista en efectos especiales, por lo que el apartado estético se antojaba muy potente. La cinta llegará a los cines el próximo 29 de septiembre, pero no todo es tan perfecto como cabía esperar de ella.

La historia de The Creator sigue a Joshua, un humano que vive en un mundo futurista que se encuentra en guerra a causa de la inteligencia artificial. Después de muchos años conviviendo y desarrollando dicha tecnología para hacer de la vida algo más sencillo, un desgraciado día Estados Unidos sufrió un ataque por parte de la IA que provocó una auténtica masacre. Como respuesta, no solo se prohibió su uso en occidente, sino que se declaró la guerra a todos los robots inteligentes del planeta.

En las repúblicas asiáticas, la IA siguió campando a sus anchas, obligando a Estados Unidos a desarrollar una gigantesca nave de rastreo para localizarlas. Entretanto, Joshua, agente de las fuerzas especiales del país norteamericano, recibe la misión de encontrar y aniquilar al Creador. Esta persona es quien diseñó la IA más avanzada, hasta el punto de haber producido un arma capaz de acabar con el mundo. El protagonista deberá encontrar y desactivar esa arma, que ha adoptado la forma de una niña. Pero, a su vez, la pérdida de su esposa le hace sufrir y le obliga a plantearse numerosos interrogantes morales.

The Creator

El regreso de Gareth Edwards a la ciencia ficción llega marcado por una premisa muy sugerente. El cineasta aprovecha la candente temática de la inteligencia artificial a su favor. Sin embargo, no consigue ser tan innovadora como pretende, revistiendo una historia mundana y a veces poco acertada con un imaginario visual portentoso.

Puntuación: 3.5 de 5.

El mundo de The Creator

Sin lugar a dudas, el gran acierto de The Creator es su diseño de producción. Edwards ha creado un mundo tan rico y vasto que no da únicamente para una película, sino que podría generar toda una franquicia de proyectos ambientados en él. La herencia de algunos de los grandes maestros de la ciencia ficción es muy palpable. Desde George Lucas con sus droides y blásters de Star Wars hasta los parajes únicos de James Cameron, de quien también bebe descaradamente en su historia sobre la guerra humano-máquina.

Todo está perfectamente medido para responder a sus propias lógicas, pero a la vez para transmitirlo al espectador de una manera clara. Y, ante todo, muy visual. Porque el aparataje visual de la película es extraordinario. La cinta está llena de imágenes preciosas que captan toda la atención. Para ello, el director hace uso de hermosos paisajes y localizaciones que inunda con una combinación perfecta de tecnología futurista y diseños tradicionales. El resultado impregna al conjunto de un toque realista muy agradecido al ojo.

THE CREATOR

Para lograrlo, Edwards y su equipo decidieron prescindir de pantallas verdes y salir a rodar al exterior. Los efectos especiales fueron montados por encima una vez que el material ya estaba rodado. Una original manera de emplear el mundo real como recurso estilístico en clave de ciencia ficción que se explica porque el director es, además, especialista en ese ámbito técnico. En este aspecto, The Creator no defrauda, ofreciendo una experiencia sensorial fascinante que a buen seguro podría expandirse si el estudio así lo estima. Además, la pequeña Madeleine Yuna Voyles, que da vida a Alphie, da un recital interpretativo descomunal. Aunque no se pueda decir lo mismo de John David Washington, al que le sigue faltando carisma en los momentos más sutiles.

Una historia poco original

Pero, pese a que Edwards sitúa su historia en un mundo extraordinario, todo resulta extrañamente familiar. Y eso se debe a que a nivel narrativo utiliza un discurso que se ha visto en decenas de ocasiones. La dinámica entre humanos y robots, el colonialismo estadounidense sobre regiones asiáticas, la construcción de una relación paterno-filial, supervivencia en mitad del caos de la guerra. The Creator es un pastiche de narrativas perfectamente conocidas por el espectador medio.

Eso tiene como consecuencia algo tan negativo como es la pérdida de la capacidad de sorpresa. El planteamiento, nudo y desenlace de cada subtrama es tan evidente que con tan solo 20 minutos de película ya se sabe cómo terminará. Todos los dilemas morales, presuntamente tan sofisticados y contemporáneos, se encuentran ya en muchas películas. Algunas de las cuales, como Blade Runner o Terminator, cumplen más de 4 décadas. Es una lástima, puesto que una temática así podría -debería- haber sido mucho más ambiciosa.

En la presentación de la cinta en Madrid, Edwards decía que la ciencia ficción es el género con más posibilidades de innovar. Paradójicamente, él no lo consigue con su película. El potencial de la Inteligencia Artificial, que como sociedad estamos empezando a entrever, está totalmente desaprovechado. The Creator lo reduce a un simple "son robots con pensamiento propio". Y ya.

THE CREATOR

Los tropiezos narrativos de The Creator

Sin embargo, lo más hiriente de The Creator está en su guion. O, mejor dicho, en lo que se intuye que hubo que cortar. La historia de tintes épicos e intimistas de Joshua y Alphie tiene unos cimientos claros. Por debajo de todo ese entramado bélico futurista se esconde una historia de humanidad y empatía. Para que algo así resulte, es necesario un desarrollo acorde de los personajes. Y eso en el filme no se encuentra.

La relación de ambos empieza como la de cualquier pareja destinada a entenderse. Se odian, son de mundos totalmente opuestos. A partir de ahí, The Creator hace la promesa del clásico arco. Poco a poco, empezarán a conectar y congeniar, hasta hacerse inseparables. Sin irnos muy lejos, y aprovechando el contexto postapocalíptico, es lo mismo que hace de The Last of Us una historia tan aclamada y querida. Pero aquí está mucho peor logrado.

Ese desarrollo ocurre a trompicones. En una escena no son capaces de dirigirse siquiera una mirada, pero en la siguiente comparten una conversación muy profunda y sincera, como si hubieran ganado toneladas de confianza en un parpadeo. Tampoco se presenta en muchas ocasiones motivo alguno para que esa relación avance como lo hace. Es posible que en la película al completo, tal y como fue concebida, eso estuviera tratado con más calma. Pero en las más de 2 horas que dura The Creator, Edwards no consigue que esto acabe de sentirse orgánico y natural. Al final, no queda otra que aceptarlo a regañadientes y dejarse llevar.

THE CREATOR

Repetición incesante

A eso hay que sumar el que sin lugar a dudas es el mayor pecado de la película. A excepción de su buen arranque, todo va cuesta abajo. La genial premisa se transforma en su prolongado segundo acto en una repetición constante de la misma fórmula. Los protagonistas tienen que llegar de punto A a punto B. Cuando lo consiguen, los malos les encuentran y atacan. De alguna forma, los héroes consiguen huir para refugiarse en punto C. De nuevo, son descubiertos y atacados. Así sucesivamente, una y otra vez. Cuando The Creator por fin sale de ese círculo vicioso, lo que llega no lo mejora.

El desenlace resulta tan precipitado que en cada escena, todo ha cambiado drásticamente con respecto a la situación dos minutos antes. Es un cierre tan ahogado que no puede evitar estar plagado de incoherencias (que no desvelaremos aquí para evitar spoilers). En la parte buena del guion, sí que hay que destacar algunas conversaciones medianamente inspiradas, al nivel de lo que se esperaba de una cinta así. Y también tres o cuatro escenas emotivas que, obviando los deus ex machina que las generan (todo funciona en favor de que pasen, aunque no se sepa bien por qué), apelan bastante a los sentimientos del espectador.

Como conclusión, hay que decir que The Creator no es una mala película. Su principal error es no ser tan ambiciosa como prometía. Se conforma con habitar lugares comunes del género, con una historia desarrollada a veces torpemente y con ritmo intermitente. Eso sí, con un fabuloso envoltorio que lo recubre todo y lo hace más llevadero. Queda lejos de ser una obra maestra como podría haberse esperado, pero funciona y entretiene. El 29 de septiembre podrá verse en cines.

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