La idea es huir de todo lo que nos han vendido desde hace tiempo: la famosa democratización. De lo que sea, de cualquier cosa. Esta pequeña empresa, heredera de un negocio de patinetes vendido en el momento perfecto evita aquello que ha salvado a cientos de negocios durante la pandemia: el delivery. Pink´s es el nuevo negocio de los hermanos Juan y Andrés Casanova, los mismos que triunfaron con Mygo, una empresa de movilidad compartida, a la par que tenían un negocio de salsas picantes a través de Amazon. 

La idea de Pink´s es simple. Un local pequeño –no más de 23 metros cuadrados– en el centro de la capital. Solo un producto, sin negociaciones: una hamburguesa con queso, pepinillos, y poco más. Bebida y patatas. Se acabó el imperio de los monstruos convertidos en hamburguesas. Pink´s, que ha adaptado las costumbres de un negocio 100 % tecnológico –de hecho, no aceptan afectivo–, quiere ir a lo simple. Aunque eso asuste. 

Nacida en su imaginario durante el año pasado, durante la pandemia, Pink´s se hizo realidad este mismo 2022. A mediados de febrero accedieron al local y 15 días más tarde abrían al público. Ahora ya trabajan en un modelo de expansión similar al que podría tener una startup del mundo tecnológico. La idea simple, pero exitosa, ha gustado a inversores de todo tipo, que ya intentan franquiciar el modelo. Hubo dudas, pero finalmente la balanza se decantó por mantener las riendas del negocio. La expansión sería controlada por los hermanos Casanova o si no, no sería. 

La venta de Mygo, el germen de todo lo que trajo Pink´s al mundo

mygo empresa de patinetes

Era 2019, mucho antes de que Pink´s llegase, y el mundo aún no sabía lo que se le venía encima. Andrés Casanova era el fundador y CEO de una empresa de movilidad compartida, Mygo. Patinetes, motos eléctricas y una suerte de vehículos con motor para moverse por la ciudad. Afincados en Madrid, la compañía fue una de las primeras en dar el paso a lo que luego sería una constante en el sector de la movilidad por las ciudades: la integración. 

El 24 de diciembre de ese año, Mygo se rendía a los encantos de una compañía estadounidense: Wheels. Para Mygo era una forma de ampliar su capacidad de inversión. Wheels, con un brazo inversor potente, podría garantizar el crecimiento de la enseña no solo en Madrid, también fuera de la región en la que en ese momento se centraba la compañía. Para la propia tecnológica estadounidense era una forma fácil de entrar en Madrid y Europa. 

La venta, de la que nunca se supo el montante, se oficializó con una condición: Andrés Casanova debía permanecer en la compañía durante un tiempo. Antes de la pandemia, esto no suponía ningún problema. El 15 de marzo de 2020 todo cambió. Con un mundo encerrado en sus casas, la movilidad, la de cualquier tipo, vivió sus momentos más complicados. Y los acontecimientos se  sucedieron. Andrés Casanova y Wheels se dieron la mano y terminaron relaciones de mutuo acuerdo, apunta a este medio. Era un sueldo demasiado alto para mantener en un momento en el que la actividad era nula y para Casanova no era el puesto ideal. Un win-win que se suele decir.  

Semanas después, Wheels –como tantas otras empresas del sector de la movilidad– anunciaba que terminaba operaciones en España. Dos años después, y pese a apuntar que regresaría una vez mejorase la cuestión pandémica, no hay señales de su regreso. Terminaba el capítulo de Mygo que sería el germen para lo próximo de Andrés Casanova. Pink´s.  

Una salsa que terminó aborreciendo a Amazon

Andrés Casanova

Con un confinamiento intensivo, Andrés Casanova se puso manos a la obra en el emprendimiento que compartía con su hermano desde hacía tiempo. Nada que ver con el negocio de la movilidad compartida, pero más cercano a lo que se venía encima de este empresario de origen venezolano. Juan Casanova y hermano –gemelos, por cierto; como los de la tele de las reformas, pero de la hostelería y la movilidad– tenía un negocio que triunfó casi por accidente en Amazon. Espicy vendía –y sigue haciéndolo– salsas picantes a través de Amazon; una suerte de sriracha local. Una receta casera que poco a poco fue cuajando en los paladares.

En pocos meses consiguieron grandes ventas, durante la pandemia estalló el furor. Sin patinetes que gestionar, los hermanos se unieron en esta empresa para hacerla aún más fuerte.

Casi triplicando sus operaciones y productos, el confinamiento fue un antes y un después para este negocio. Por un lado, el idilio con Amazon empezaba a desaparecer, nos explica Andrés. Lo que al principio fue un trampolín para darse a conocer, pronto se convirtió en un problema. Espicy era productora y vendedora a la vez, pero eso Amazon no lo sabía. Una vez comenzaron a aumentar ventas y la tecnológica de Bezos identificó el éxito, esta quiso saltarse al intermediario bajando los márgenes. Malas noticias para Amazon. Ahora Casanova define a la tecnológica de Seattle como una relación de amor-odio. Tanto que, aunque siguen vendiendo a través de su plataforma, también operan de forma independiente a través de su web. 

Por otro lado, se comenzó a gestar el germen de algo más. Ya que producían salsas, ¿por qué no venderlas en su establecimiento propio junto al producto que más salsas puede acoger en su interior? 

Friends, fools and family y hamburguesas con queso de toda la vida

hamburguesas de pinks

Son 6 inversores, 5 si juntamos a los hermanos Casanova como uno solo. Amigos y conocidos que ya habían entrado en otros negocios de los hermanos y que no tenían nada que perder –y en ese momento probablemente tampoco que ganar– de un negocio del mundo de la restauración. Llegando de una pandemia que había arrasado con cientos de restaurantes, quizá la aventura de abrir uno no era la mejor. La idea era crear un modelo similar al de los dinners estadounidenses pero mucho más simple. 

Sin mesas, sin camareros; también sin efectivo, para no perder el tiempo con una caja de toda la vida y después tener que hacer cuentas. Un local como los de comida rápida abiertos 24 horas del centro de la capital, pero con algunas peculiaridades. Por un lado, la limitación. Dicen que lo escaso suele tener más éxito. Pink´s solo vende 200 hamburguesas al día. 100 a medio día y otras 100 al turno de noche.

¿Si se acaban antes del horario establecido? Se echa el cierre. Son tajantes en este factor herando un modelo similar que en Francia se puso de moda hace poco tiempo y que empieza a cuajar fuera del país galo. Es una manera de mantener el producto íntegro, explican. Con toda la cocina a la vista, lo que hay es lo que se ve. 100 panes, 100 pepinillos, 100 lonchas de queso y 100 bolas de carne. Lo mismo para la cena. Y no se puede ampliar porque no hay sitio para más. 

Son conscientes de la limitación de este modelo. Si bien el lema de la eficiencia viene heredado de una empresa de patinetes eléctricos a la que no le iba mal, pero tampoco estaba para hacer grandes dispendios, era complicado adaptarlo a la cocina. Lo han conseguido. Esta primera fase era la prueba del modelo de negocio, ahora quieren más. Sin un franquicia –eso les haría convertirse en otra cadena del sector de las hamburguesas– ya planean la apertura de un segundo local en Madrid. En este caso con mesas, pero no con sillas. La idea es mantener el estilo del primer local. Después ya se verá lo que viene. 

Una cosa clara: sin delivery a la vista para Pink´s

Bolsas de hamburguesas para llevar

Lo que sí tienen claro es que para su primer negocio no quieren oír hablar del delivery. Por un lado, porque saben que el producto perdería la calidad que quieren. Por otro, quieren evitar la imagen de los riders con mochila entrando en el local. Pero el más importante es el de los márgenes. Glovo, Uber Eats o Just Eat viven de la comisión por servicio. El menú de Pink´s (completo) está en los 8 euros. Según sus fundadores, ya es ajustado teniendo en cuenta que la mitad de los ingredientes son importados de otros puntos del planeta por su peculiaridad.

Rendirse a un delivery supondría perder dinero y mucho; si bien es cierto que para gran parte de la hostelería el delivery ha sido una tabla de salvación durante la pandemia, para otros negocios supone un duro esfuerzo rendirse a los designios de las apps de comida a domicilio. La limitación de las 200 hamburguesas diarias tampoco ayuda este sentido. Confiesa que han recibido ofertas y llamadas de todas las plataformas del momento, con y sin exclusividad. La respuesta para todas ha sido que no, pese a que no lo entiendan desde las diferentes tecnológicas. Su competencia tampoco tiene claro este posicionamiento.

No lo descartan, sin embargo, a corto plazo en sus próximas aperturas. Pero bajo un sistema diferente. Asumen que la carta de un delivery no puede ser igual que la que se consume en un local, pese a que muchos apunten a que sí. Ya trabajan en un sistema propio que pueda adaptarse a este exigente mercado. Porque, al igual que en el negocio de los patinetes eléctricos, aquí no todo vale. 

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